MADRID / Paper Kite y el horror de la Guerra de los Treinta Años

Madrid. Iglesia de San Marcos. 1-IV-2022. Festival de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid. Paper Kite. Obras de Schütz, Hammerschmidt, Krieger, Erlebach, Bernhard y Rosenmüller.
Ahora que Europa, que nunca aprende de sus errores, vuelve a desangrarse de manera catastrófica por el este, nos vienen a la cabeza los grandes conflictos bélicos que marcaron a sangre y fuego la historia del viejo continente. Nada hubo parangonable en cuanto a capacidad de destrucción súbita como las dos grandes guerras del pasado siglo, pero no debemos infravalorar el efecto devastador que tuvo la Guerra de los Treinta Años, especialmente en el centro. Hay quien cifra las pérdidas humanas de esta conflagración en ocho millones, sin incluir las que se producirían en las décadas posteriores a causa de las consecuentes hambrunas y pestes. Nunca hubo, en el mundo conocido, una mortandad tan brutal como entonces. Y, sin embargo, aquellos europeos se las arreglaron, entre tanta miseria, angustia y desolación, para seguir viviendo y para, entre otras cosas, seguir haciendo música y disfrutar con ella. Una música maravillosa, por mucho que sus raíces se hundan en la tristeza y el pesimismo.
Con un concierto titulado Abend-Andacht, la formación camerística Paper Kite debutaba anoche en España. Integrada por alemanes, españoles e italianos, el grupo ha dejado muestras de su buen hacer en dos grabaciones discográficas en el sello Coviello (la última, con el mismo programa de este concierto). Abend-Andacht era el rezo vespertino con el que aquellos luteranos de la primera mitad del siglo XVII despedían el día y se encomendaban al Señor para poder acabar con vida el día siguiente. No tenían otro horizonte más que ese, seguir viviendo. O, más bien, seguir subsistiendo en medio de la atrocidad. Las obras del programa se deben a Schütz, Hammerschmidt y Bernhard, que padecieron de lleno la guerra, pero también a compositores que nacieron en los años inmediatamente posteriores, como Krieger (que vino al mundo en 1649, es decir, un año después de acabar el conflicto) y Erlebach.
Son obras que hablan de desolación (Aus der Tiefen, es decir, desde las profundidades del infierno), pero también de la esperanza en la salvación eterna que supone el encuentro con el Creador (Mein Herz is berait; Herr, auf dich Trau ich…). Y hasta del anhelo de que ese encuentro se produzca pronto (Kommt ihr Stunden). La soprano Marie Heeschen realizó un auténtico tour de force al cantar sin impasse alguno durante 45 minutos. Antes de afrontar la última pieza de Krieger (Cantate Domino, en latín) y para darle algo de aire, los demás integrantes de Paper Kite (los violinistas Antonio De Sarlo y Lorena Padrón, el violonchelista Guillermo Turina y el organista Felix Schönherr) interpretaron la Sonata Quarta a 3 de Johann Rosenmüller (aquel indeseable que tuvo que salir por piernas de Leipzig, cuando era Kantor de la Thomaskirche, por reiterados casos de pederastia con niños del coro y que encontró inmediato y fácil acomodo en la católica Basílica de San Marcos de Venecia, donde a nadie le preocupó su abominable pasado).
Heeschen es una excelente cantante que, pese a su juventud, está ya curtida en el fuego de mil batallas (en música antigua y en música del Romanticismo, pues está especializada en Beethoven). Su prosodia resulta admirable. No es la suya una voz meliflua, sino más bien dura (adecuadísima, por tanto, para transmitir este insondable mensaje), de graves intensos y de agudos penetrantes. Se me ocurren, la verdad sea dicha, pocas intérpretes más cualificadas para expresar todo el dolor y toda la contrición que encierran estos textos. Su complicidad con los instrumentistas fue absoluta, especialmente con Schönherr, que controló desde el teclado hasta el más ínfimo detalle (lección magistral la suya de cómo se debe hacer un continuo).
Eduardo Torrico