MADRID / Padmore y Bezuidenhout: Schumanniana
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 20-VI-2022. XVIII Ciclo de Lied. Mark Padmore, tenor. Kristian Bezuidenhout, piano. Obras de Schumann.
Un doble programa schumanniano, conformado en dos series, obliga a extremar los recursos de estilo. Es lo propuesto por Mark Padmore con las Doce canciones sobre poemas de Justinus Kerner op. 38 y Amor de poeta op. 48 sobre textos de Heinrich Heine. Este último, por su parte, es una de las cumbres orgánicas del Romanticismo en el lirismo de cámara, si no la cumbre misma. En todo caso, en ambas series juegan las insistencias schumannianas: una presencia coprotagónica del piano, que preludia y posludia por su cuenta, aproximando y alejando la voz y su palabra; un subjetivismo expresivo, que en Kerner es una sucesión de apariciones instantáneas y en Heine, un personaje con su historia: una invención melódica generosa que, en ocasiones, es hija declamatoria del verbo poemático; armonías inesperadas dentro de un estilo reconocible. En fin: lo mejor del mundo cancioneril schumanniano.
Padmore volvió a lucir sus prendas, sorteando la veteranía de una voz que, sin ser especialmente cualificada por naturaleza, está señoreada por un control técnico muy sólido al servicio de una recitación cuidadísima y una expresión refinada, a veces no exenta de elegantísimos manierismos. La suya es una vocalidad de tenor ligero, con un centro timbrado y un pasaje luminoso, todo lo cual negocia como puede su inmersión en el grave gracias a una dicción muy puntual.
Destaca en el dominio de los volúmenes, un uso muy inteligente del falsete y unas infalibles transiciones de voce mista. Así alcanzó en Kerner unas viñetas antológicas como Primer verde, ¿Quién te ha hecho tanto daño? y Viejas voces. En el ciclo de Heine hubo un personaje enamorado, despechado, odioso, melancólico, ensimismado, misántropo y, de nuevo, fatalmente amoroso, siempre con una descripción minuciosa del verso y una concentración expresiva extrema que puede llevar a lo visionario.
Kristian Bezuidenhout resultó aplicado, asistencial y literal en el acompañamiento al piano.
Blas Matamoro
(Foto: Rafa Martín)