MADRID / ORTVE: un alemán, un bohemio y Asturias patria querida
Madrid. Teatro Monumental. 05-V-2022. Thomas Mohr, tenor. Olesya Petrova, mezzosoprano. Orquesta Sinfónica y Coro RTVE. Director: Pablo González. Obras de Brahms y Mahler.
“Es un reflejo de la existencia de las dudas, del destino incontrolable y la añoranza de esa existencia perfecta de los seres sobrenaturales…”, me lo dijo en el descanso. Y lo dijo con esa humildad huera de protagonismo y postureo que lo caracteriza. Siempre tiene palabras amables para el coro que dirige desde septiembre de 2021. ¡Ni siquiera hace un año! Una señora del público, que ha venido desde Alicante, se le acerca para darle la enhorabuena por lo bien que lo ha hecho el coro con la Canción del destino. Marco Antonio García de Paz habla con ella con la misma humildad y naturalidad que lo hace con todos. Esa aficionada a la música lo alaba y además ensalza sus raíces asturianas. Marco Antonio salta enseguida: “Bueno, ¡somos dos! Pablo también es asturiano”. Se refiere a Pablo González, el director titular de la Orquesta Sinfónica RTVE, para quien también siempre tiene una palabra amable y de sincera admiración. Tan solo hacía unos minutos que Marco Antonio había salido al escenario para saludar tras la magnífica interpretación que había hecho el coro arropado por la orquesta. La canción del destino de Johannes Brahms (1833-1897) es una obra corta casi dura tanto como lo que duró el descanso: 15 minutos. Aún quedaba la segunda parte, con El canto de la tierra de Gustav Mahler (1860-1911), una obra que supera la hora de duración. Lo resumiremos en poco más de un renglón: magnífica interpretación de Brahms, muy buena la orquesta con Mahler, menos bueno el tenor y maravillosa la mezzosoprano.
En algún lugar decía Felix de Azúa que “a Hölderlin no se le puede traducir y, sin embargo, las peores traducciones de Hölderlin suelen ser mejores que cualquier poema contemporáneo”. El poeta alemán Friedrich Hölderlin (1770-1843) nació el mismo año que Beethoven y en su juventud escribió el poema Hyperions Schicksalslied que Luis Cernuda (1902-1963), en colaboración con el filósofo Hans Gebser (1905-1973), tradujo al español como Canción al destino de Hiperión. El poema de Cernuda apareció en la revista Cruz y Raya de José Bergamín, allá por 1935. Fue precisamente ese poema de Hölderlin el que Brahms utilizó en el verano de 1868 para componer una obra maestra como es La canción del destino op. 54. Sin embargo, no la terminaría hasta mayo de 1871, porque dudaba de qué final darle. El poema de Hölderlin termina de forma sombría, un tanto lúgubre. Brahms, finalmente, optó por aliviar la desesperanza de los versos finales de Hölderlin añadiendo 30 compases orquestales que dejan al oyente con una sensación de serenidad: un haz de luz para la humanidad. La interpretación del coro, como dijimos, fue magnífica. Consiguieron atmósferas sonoras de gran belleza y buenos contrastes entre la serenidad de Gläzende Götterlüffte (luminosos aires divinos) y el arrebato y desasosiego de los versos wie Wasser von Klippe zu Klippe (como agua arrojada de peña en peña). Un coro muy bien arropado por la orquesta que dirige Pablo González.
Tras el aperitivo de Brahms y el descanso, llegó La canción de la Tierra que el bohemio Gustav Mahler compuso entre 1907 y 1909, ya enfermo del corazón. Es una obra larga a la que Mahler, supersticioso quizás, no quiso poner el nombre de Sinfonía nº 9. Mahler se basó en seis poemas de La flauta china, una traducción al alemán que el poeta Hans Bethge (1876-1946) hizo de algunos poemas chinos. Los solistas elegidos para la interpretación de La canción de la Tierra fueron el tenor alemán Thomas Mohr y la mezzosoprano rusa Olesya Petrova. La voz de ‘tenor heroico’ de Thomas Mohr apenas se oyó al comenzar la obra. Cierto que la orquestación es potente y el sonido de la orquesta es fuerte en el Canto báquico, pero aún así, a la voz de Mohr le faltó proyección, y no sólo en esa parte, sino también en buena parte de sus intervenciones a lo largo de la obra. No obstante, hay que reconocer que nos gustó su timbre en las partes donde se le pudo escuchar. Todo lo contrario ocurrió con la voz de la mezzosoprano, potente, de buen vibrato y muy bien proyectada —vale, sí, la orquesta en sus partes no toca tanto en forte como en las del tenor, pero aún así, se la oía mucho más—, quien arrancó la ovación del público al terminar de cantar, en pianissimo, esa palabra que tanto gustaba a Gustav Mahler: Ewig (eternamente).
La lectura y dirección de Pablo González nos pareció muy acertada y la orquesta tuvo momentos buenísimos. Uno lo ha escrito ya en varias ocasiones y lo repite a riesgo de resultar cansino y poco original: el semblante de Pablo González nos recuerda al de Gustav Mahler. Destacamos las intervenciones de la primera flautista Mónica Raga, a quien el público aplaudió con entusiasmo cuando González la señaló para que se levantara del asiento y saludara.
Esto que les hemos contado ocurrió anoche en el Teatro Monumental. Quienes lo deseen, hoy tienen una segunda oportunidad de disfrutar de un alemán, Brahms, un bohemio, Mahler, y dos asturianos, Pablo y Marco Antonio, al frente de una OCRTVE en muy buena forma. Asturias patria querida…
Michael Thallium