MADRID / ORTVE: tierra y mar
Madrid. Teatro Monumental. 28-I-2022. Svetlin Roussev, violín. Orquesta Sinfónica de la RTVE. Director: Pablo González. Obras de Rueda, Chausson, Ravel y Debussy.
El madrileño Jesús Rueda (1961) es uno de los puntales de la generación compositiva de los 60 y su música ha evolucionado desde la vanguardia experimental a un personal eclecticismo en torno a las tendencias de hoy. En 2007 compuso La tierra como una visión particular sobre el único planeta que faltaba en la obra de Holst sobre los mismos. La obra, bastante breve y compacta, posee un gran contenido energético que se desarrolla con gran exactitud estructural y un movido contenido sonoro en el que ofrece una visión compleja sobre nuestro baqueteado soporte espacial. Obra importante, sin duda, que fue muy bien traducida por Pablo González al frente de una Orquesta Sinfónica de la RTVE en plena forma. Y esto es importante, porque nada ayuda más a las músicas nuevas que las buenas interpretaciones. Y esta lo fue.
El Poema de Chausson es de esas obras que perviven en el repertorio sin que sepamos muy bien por qué. Al público le llega poco y su real dificultad no aparenta virtuosismo y su difusa emotividad no conmueve salvo que se exagere mucho. Pero el búlgaro Svetlin Roussev, violinista de sonido limpísimo, afinado y brillante, no es esencialmente expresivo y su buena versión fue apreciada solo cortésmente. Mucho más éxito obtuvo con esa obra hipervirtuosa que es Tzigane de Ravel donde el autor galo hace una música a la húngara que resulta incluso más húngara que la de verdad, cosa que también le ocurría con la española. Se trata de un solo brillante, únicamente acompañado en el final, que Roussev tradujo con perfección técnica y convicción obteniendo un gran éxito que se multiplicó en su espectacular propina con una pieza de Isaye.
La segunda parte estaba integrada por La mer, esa absoluta obra maestra de Debussy. Una vez más hay que darle la razón a Boulez cuando afirmaba que con Debussy empieza la música moderna. No es en realidad tanto música descriptiva, ni siquiera evocativa, como un aluvión de sensaciones sonoras que se nos vienen encima con su novedad y belleza. Una amalgama de procesos tímbricos y armónicos que acaban por ser elementos constructivos de una obra que transcurre espejeante casi sin aliento, donde no sobra ni falta una nota o, mas aún, un matiz, que por muchas veces que se escuche, siempre deja entrever aspectos que antes no habíamos descubierto. Pablo González demostró conocerla a fondo y saberla llevar con claridad ante el público. Contó para ello con la buena forma en que está la Orquesta Sinfónica de RTVE y en la calidad que lleva tiempo exhibiendo. Realmente fue una versión entregada y bien resuelta que dejó brillar una música que no es nada fácil de hacer así de bien. El concierto, que había empezado en la tierra terminaba en el mar, pero en todo momento lo que allí se había hecho era música de verdad.
Tomás Marco