MADRID / Orlinskimanía en el Teatro Real
Madrid. Teatro Real. 23-IV-2022. Jakub Józef Orlinski, contratenor. Il Pomo d’Oro. Director y clave: Francesco Corti. Obras de Perez, Zelenka, Galuppi, Fux, Conti, De Almeyda, Reutter, Schiassi y Haendel.
Lejos de ser una moda pasajera, como vaticinaron en los años 80 los agoreros de turno, el fenómeno de los contratenores cada vez despierta más pasiones. El último icono, con una formidable legión de seguidores que no necesariamente están guiados por la melomanía, es el polaco Jakub Józef Orlinski (Varsovia, 1990), capaz por sí solo de llenar el Teatro Real, que no es precisamente un auditorio que sintonice con el Barroco, repertorio en el que se mueve con más asiduidad Orlinski. Pese a los prohibitivos precios de las localidades en el coliseo madrileño, Orlinski llenó el recinto, para deleite de sus fans, que acabaron encantados: el contratenor polaco ofreció cinco propinas y hasta regaló una acrobática voltereta que seguramente sorprendería a quienes no supieran que el break dance, el parkour, el stakeboard y la capoeira son otras actividades fundamentales en la ajetreada vida de Orlinski.
Orlinski tiene muchas virtudes. La primera de ellas, una arrolladora simpatía, gracias a la cual se mete a todo el mundo que lo trata en el bolsillo. Bastó un “hola, Madrid” para que el Real prorrumpiera en una monumental ovación. En el aspecto estrictamente musical, hay que destacar que posee una voz bella y bien proyectada, que canta con gusto y que ofrece una impactante presencia escénica (lo segundo forma parte de su cuidadísima imagen personal). Pero habrá quien, no sin razones, le reproche que su técnica es manifiestamente mejorable, al igual que su coloratura, y que su línea de canto deja que desear.
Lo de la técnica, en efecto, puede ser preocupante: cantar permanentemente engolado durante dos horas no puede nunca redundar en beneficio de la salud vocal. Más bien, todo lo contrario. Tenemos frescos en la memoria los casos de otros contratenores que hubieron de poner punto final prematuramente a su carrera debido a una técnica deficiente y a prodigarse en escenarios que no están pensados para que cante un contratenor. Pero no es menos cierto que Orlinski tiene la cabeza bien amueblada y que a buen seguro sabrá cómo lidiar con este toro astifino. De hecho, ya lo hace: rara vez incluye en sus recitales arias que presenten una dificultad técnica extrema y que le lleven al límite de sus posibilidades. Quizá resulte, en ese sentido, algo tramposo, pero, desde luego, no deja de ser una decisión pragmática
Otra virtud de Orlinski es que sabe elegir a sus acompañantes. Il Pomo d’Oro es una orquesta especializada en dar escolta a cantantes. Les proporcionan en todo momento y hasta en los más pequeños detalles cuanto necesitan. Les hacen sentirse cómodos, jamás les tapan… Por eso, los cantantes se rifan a esta orquesta. Hasta tal punto están solicitados que la que anoche tocó en el Teatro Real fue la segunda unidad de Il Pomo d’Oro, ya que le primera unidad, con Maxim Emelyanychev a la cabeza, se encuentra en Estados Unidos junto a Joyce DiDonato, en medio de la gira mundial que la mezzosoprano norteamericana está llevando a cabo con su programa Eden. Apenas un par de rostros reconocibles en esa segunda unidad de Il Pomo d’Oro: músicos muy jóvenes, seguramente egresados de la Schola Cantorum Basiliensis, donde Francesco Corti —director en este recital— ejerce de profesor de clave y bajo continuo.
No se entienda como un reproche por mi parte el hecho de poner de relieve que la que ha tocado en Madrid y mañana tocará en Barcelona es la segunda unidad de Il Pomo d’Oro. La orquesta sonó igual de bien que siempre, sin la menor fisura, pendiente en todo momento de Orlinski y dejando de lado cualquier vacua pirotecnia que pudiera complicar la vida al cantante. Desde el clave, Corti operó con la misma precisión que un neurocirujano. Su gesto es siempre elegante y claro. La lectura del Concerto a quattro en Do menor de Baldassare Galuppi (único respiro que se permitió Orlinski en toda la velada, junto a la Ouvertura a 7 concertanti en Fa mayor de Zelenka) fue deliciosa. En otras palabras, hay pocas orquestas (sobre todo, entre las historicistas) que sepan tan bien a qué juegan como Il Pomo d’Oro.
El programa ofrecido por Orlinski fue básicamente el que figura en su penúltima grabación (Anima Aeterna, en el sello Erato), con extractos de obras (sacras, pero tan efectistas que podrían ser consideradas profanas) del napolitano Davide Perez, del bohemio Jan Dismas Zelenka, de los austriacos Johann Joseph Fux y Georg Reutter, del toscano Francesco Bartolomeo Conti, del portugués Francisco António de Almeida, del sajón Georg Friedrich Haendel y del romañolo Gaetano Maria Schiassi. Se produjeron momentos de turbadora belleza. Por ejemplo, con las arias Non t’amo per il ciel, del oratorio de Fux Il fonte della salute, en la que se sustituyó al barytón —instrumento para el que está expresamente compuesta— por una viola de braccio tenor, por motivos obvios (que toquen bien el barytón debe de haber dos o tres personas en todo el mundo —entre ellas, el navarro Patxi Montero, que es quien acompaña a Orlinski en el CD—, y no es cuestión de llevárselas de gira para que toquen solo seis o siete minutos), o Giusto Dio, del oratorio La Giuditta de De Almeyda. Conmovedora, ya en el capítulo de las propinas, resultó igualmente el aria Alla gente a Dio diletta, del oratorio de Nicola Fago Il Faraonne sommerso, que no pertenece a este programa, sino al de su anterior grabación, Anima Sacra. Y, por supuesto, arrolladora otra de las propinas, la vivaldiana Vedrò con mio diletto (Il Giustino), quizá el aria que ha proporcionado a Orlinski más fama (compruébenlo, si no, en YouTube).
Dicho todo lo cual, admitiré que disfruto una barbaridad cada vez que escucho a Orlinski y que este recital no fue una excepción, aunque no termine de entender las desaforadas muestras de fervor que se dieron anoche en el Real. Pero ya se sabe que, como decía Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, hay gente pa tó.
Eduardo Torrico
(Foto: Javier del Real – Teatro Real)