MADRID / Opulento sonido de la Orquesta Barroca de la Universidad de Salamanca

Madrid. Auditorio Nacional. 24-V-2023. Orquesta Barroca de la Universidad de Salamanca. Bojan Čičić, violín y dirección. Obras de Geminiani, JS Bach, Hasse, Vivaldi y WF Bach.
Como se venía ya anunciando en la página web del CNDM desde hace unos días, la violinista y directora Rachel Podger —prevista para liderar este concierto— tuvo que ser sustituida por motivos de salud por Bojan Čičić, el también violinista y actual director de la Academy of Ancient Music, que dispuso solo de algunos días para retomar el programa To all lovers of musick, que había ideado la propia Podger, y que el croata resolvió con bastante brillantez.
Nada más comenzar a sonar el Adagio de apertura del Concerto grosso en Re mayor, Opus 3, n.º 1 de Francesco Geminiani, nos inundaba de gozo el sonido opulento de una formación barroca realmente bien nutrida, como la que presenta siempre generosamente la Orquesta Barroca de la Universidad de Salamanca, con una excelente sección de cuerdas bien preparada por el violinista Pedro Gandía, que en el concierto encabezó el grupo de segundos violines, mientras Čičić dirigía desde el primer violín. Un festín sonoro aún mayor si tenemos en cuenta la excepcional acústica de la Sala de Cámara del Auditorio Nacional. Acostumbrados por lo general a formaciones bastante reducidas, a veces casi raquíticas, por motivos básicamente presupuestarios más que conceptuales, es de elogiar la propuesta de riqueza sonora con la que nos obsequió esta orquesta, formada con cinco primeros violines, cinco segundos violines, cuatro violas —lideradas por Iván Braña—, dos violonchelos —con una solvente Catherine Jones a cargo—, contrabajo y clave u órgano, con un excelente Alfonso Sebastián.
El violinista Bojan Čičić nos sorprendió ya en ese primer concierto de Geminiani, bastante demandante en varios de sus cuatro movimientos, con un sonido muy característico de afinación peculiar y con una llamativa utilización permanente de ligaduras expresivas y de articulación, con las que confiere de gran melodiosidad a su interpretación. El color que consigue la generosa sección de cuerdas de la orquesta salmantina tuvo un brillo especial en este concierto con la excelente música de Geminiani, con unas texturas muy brillantes de concerto grosso del concertino y de los violines primeros con los segundos, violas y bajo continuo.
Después prosiguió el hermoso Concierto para violín en Mi mayor, BWV 1042, de Johann Sebastian Bach, sin duda uno de los momentos más destacados de la velada. El concierto de Bach tiene un carácter muy diferente al anterior y Čičić imprimió además unos tiempos bastante reposados, con un equilibrado juego entre las partes y el uso constante del legato en su violín solista, que se hizo más presente que nunca en el bello Adagio, con un arco que apenas se separaba de la cuerda, con unos fraseos y unas ornamentaciones interesantes junto a unas articulaciones muy expresivas, bien secundado en el ostinato por la orquesta.
La sinfonía en Sol menor, la número 6 de las Sinfonie a quattro, Opus 5, de Johann Adolf Hasse, marcó un claro contraste debido a su estilo muy galante, como corresponde a una fecha de composición sensiblemente más tardía. Se trata de una obra interesante compuesta para dos partes de violín, viola y bajo continuo, a la que la orquesta y su director sacaron brillo y esplendor, especialmente en su Allegro inicial, que interpretaron con mucho contraste dinámico y una intensidad de carácter casi tormentoso, donde volvimos a agradecer la abundante orquesta de cuerdas. El Andante sempre que le sigue es un movimiento de menor interés, con una secuencia de carácter introductorio y algo melosa que no termina de concluir en nada destacable, y el Allegro final es mucho menos llamativo que el primero.
La segunda parte del concierto nos presentó un programa bien diferente, de carácter mucho más contrapuntístico, un contrapunto de naturaleza ya tardía y menos compleja, como si la orquesta universitaria nos brindara una excelente lección didáctica. El curioso Concierto para cuerdas en Do menor, RV 120, de Vivaldi, compuesto sobre 1727, es realmente bastante atípico dentro del catálogo de Il prete rosso, pues, además de no conceder un especial protagonismo al primer violín, desarrolla un intenso contrapunto en su escritura para dos violines, viola, violonchelo y bajo continuo, con un gran equilibrio de todas las secciones de cuerda, con un movimiento Largo en forma de canon de gran cromatismo y un Allegro final con una llamativa fuga múltiple.
Otra pieza de contrapunto tardío llegó con la espléndida Fuga y grave para cuerdas en Sol menor de Hasse, aunque su atribución es dudosa, una obra realmente inspirada y hermosa que la orquesta interpretó con creciente intensidad, hasta llegar a un expresivo y contrastante Grave.
Para cerrar el concierto, se interpretó la Obertura en Sol menor, atribuida —a falta de mejor postor— a Wilhelm Friedemann Bach; una obra que en su día, sin mucho sentido, llegó a adjudicarse a su padre con el número de catálogo BWV 1070, cuando todos los rasgos estilísticos, tonales, estructurales e instrumentales no son solo ya ajenos al estilo de Johann Sebastian, sino a su época. Se trata de una obra bastante interesante por sus características tonales y que presenta una cierta irregularidad en la calidad de sus movimientos. Comienza con una Obertura: Larghetto-Un poco Allegro que plantea un dialogo interesante entre las secciones de instrumentos a modo de fuga, le siguen los movimientos Torneo, Aria y Un Menuetto alternativo con un trío con protagonismo especial para violonchelos y violas. Especialmente brillante es su Capricio final, una fuga doble espléndida que puso a prueba a Čičić y a la orquesta, y que ejecutaron con mucha brillantez.
De propina nos brindaron nuevamente el primer Allegro del concierto de Geminiani, donde la orquesta salmantina y su director croata nos volvieron a regalar los oídos con su generosa sonoridad y su espléndida interpretación de la música del compositor de Lucca.
Manuel de Lara
(foto: Elvira Megías)