MADRID (OCNE) / Vitalidad de tres épocas
Madrid. Auditorio Nacional. 5, 6 y 7 marzo 2021 / J.L. Turina: Paráfrasis sobre Don Giovanni, Haydn: Concierto para violonchelo en Do mayor Hob.VIIb, Schumann: Sinfonía n.1 en Si bemol mayor op.38, Primavera / Orquesta Nacional de España. Asier Polo, violonchelo. Director: David Afkham.
El concierto de abono de la OCNE en esta semana ha estado marcado por la vitalidad como impulso creativo en tres épocas: moderna, clásica y romántica. Y eso se agradece, pues es una lección en estos momentos turbios donde la alegría nos puede llegar de la mano de la música. La parte moderna correspondía a José Luis Turina, sin duda uno de los grandes maestros de la música española actual, que ha glosado hasta en tres ocasiones la música del Don Giovanni mozartiano, una para piano a cuatro manos hace años, otra para octeto de chelos en 2000 y la versión de 2019 de la última para orquesta de cuerda. Obra tripartita montada sobre el material de la muerte del Comendador, que sin embargo no es siniestra sino expresiva, con un equilibrio instrumental pasmoso y una impresión sumamente positiva que contó con una magnifica entrega de los profesores de la ONE y de su titular David Afkham.
Seguía ese prodigio de equilibrio y belleza, prototipo de esa música abstracta y formalmente creativa, que tanto ha encandilado a muchos tratadistas desde Hanslick a Dalhaus, encarnada en el Concierto en Do mayor Hob.VIIb de Haydn donde la belleza de la música quedó expuesta por el esplendoroso sonido y perfecto hacer de Asier Polo, uno de nuestros más contundentes violonchelistas. La obra, que es también un ejemplo de gran vitalidad, sonó directa y alegre ante un auditorio que se entregó con entusiasmo al solista, por cierto, muy bien acompañado.
El final era la Sinfonía n.1 en si bemol mayor op.38, Primavera de Schumann, una obra no muy tocada que confieso me gusta mucho. Hasta el más inadvertido habrá leído alguna vez que las sinfonías de este compositor están mal orquestadas, y es verdad que muchos directores les meten mano. Incluso Mahler llegó a reorquestarlas todas sin conseguir que quedaran mejor. Lo más seguro es que no estén ni bien ni mal orquestadas, sino que Schumann hizo lo que le valía para su particular expresión, que en esta obra es de una extraordinaria vitalidad, una alegría sin límites y un ambiente primaveral muy hermoso. Para ver qué es lo que Schumann quería lograr con la instrumentación, hay pasajes en la sinfonía de lo más ejemplarizantes. El mas llamativo, el singular toque de trompas seguido de un sorprendente solo de flauta que inserta en el cuarto movimiento, justo antes de la reexposición o recapitulación. Todo sonó muy bien, consiguiendo ese plus de belleza que el compositor exige y dando ese punto vital, optimista y alegre en que transcurrió todo el concierto con una encomiable entrega por parte de la orquesta y una muy buena ideación de Afkham. La verdad es que se agradece ese aporte de optimismo en los momentos que vivimos; merece la pena asistir a estos conciertos en los que la seguridad es la mayor que se puede conseguir y la entrega artística total y muy estimulante para todos.
Tomás Marco