MADRID / OCNE: naturaleza muerta, sonoridad viva

Madrid. Auditorio Nacional. 20-V-2022. Karen Gomyo, violín. Orquesta Nacional de España. Director: David Afkham. Obras de Mendoza, Shostakovich y Brahms.
Uno es finalmente de donde vive y trabaja. La sevillana Elena Mendoza (1973) lo hace desde años en Berlín y su música se inserta con naturalidad en corrientes alemanas que asumen el testigo de una ilusoria vanguardia ortodoxa y única que trasciende el serialismo hacia la extensión instrumental y un neobruitismo que exprime ese oxímoron que es la tan mencionada ‘música concreta instrumental’ de raíz lachenmaniana. Pero Mendoza lo hace a su modo. Stilleben mit Orchester (Naturaleza muerta con orquesta) juega con el equívoco de que lo que en español es naturaleza muerta, en alemán es literalmente vida en calma.
La óptica es distinta y Mendoza aplica a los instrumentos una serie de objetos que los músicos usan y que producen sonido como copas de agua, rascadores, etc. Ya lo ha hecho en otras obras y es eficaz porque, incluso, es algo muchas veces más gestual que sonoro. En realidad, la obra no está nada muerta pero tampoco calmada, salvo el misterioso final. Es una excelente muestra de oficio profesional y de expresividad de aquí y ahora, aunque, como tantas vanguardias de hoy acabe evocando algunas cosas de la vanguardia no serial, la polaca sobre todo y Xenakis, de los setenta en otro contexto. Bien montada por David Afkham y la Nacional, merecía la buena acogida que tuvo.
El Concierto para violín y orquesta nº 1 en La menor de Shostakovich también revive la naturaleza muerta de las formas barrocas que intenta evocar. No es una obra que ahora se toque demasiado, tal vez porque es excesivamente larga y tiene muchos problemas estructurales no resueltos. Es muy difícil de tocar, con una aterradora y larga cadencia y un final endiablado, pero tampoco es fácil de escuchar. Por enfermedad de Lisa Batiashvili, asumió el papel solista la violinista Karen Gomyo, que posee una técnica segura y deslumbrante y un buen sonido. Estuvo arrolladora en las partes virtuosas, aunque creo que en los movimientos primero y tercero faltó el último punto de intensidad, tan shostakovichiano, que tampoco tuvo la versión del maestro, por otra parte, ejemplar en su acompañamiento. Con la cadencia y el brillante final, el éxito fue muy notable.
Cerraba el programa una absoluta obra maestra como es la Sinfonía nº 4 en Mi menor op. 98 de Brahms. Si el concierto ruso tenía la visión que de una forma sólidamente barroca como es la passacaglia hacía su autor, la sinfonía culmina con una de las más contundentes formas de ese tipo que se hayan escrito nunca. David Afkham planteó una versión meticulosamente estudiada, en la que se acentuaban sobre todo los aspectos que podríamos llamar heroicos de la obra y la sonoridad amplia. La orquesta respondió muy bien y cada uno de los solistas instrumentales realzó su solo con una gran perfección. En nombre de todos destacaremos el del solista de flauta Álvaro Octavio. En conjunto fue un concierto de interés, donde se cruzaban las formas barrocas y las naturalezas muertas con una sonoridad muy viva. Se consiguió, y es lo que importa.
Tomás Marco