MADRID, OCNE / La fuerza expresiva de la forma
Madrid, Auditorio Nacional.17 marzo 2023. Obras de Casablancas y Bruckner / Leticia Moreno, violín. Orquesta Nacional de España. Director: David Afkham.
Hay muchos compositores y teóricos que piensan que la verdadera fuerza expresiva de la música estriba en su capacidad para estructurarse como entidad formal significativa, haciendo que la materia sonora, abstracta en sí, transmita sensaciones personalmente interpretables. Pues bien, el concierto de este fin de semana de la Orquesta Nacional reúne dos obras muy distintas en cuanto a planteamientos sonoros, aunque ambas insertas en ese pensamiento.
Se estrenaba, como encargo de la ONE y del CNDM, el Concierto para violín y orquesta de Benet Casablancas (1956) sin duda uno de los mayores compositores catalanes del momento. Y se programaba con la Sinfonía n.6 en La mayor de Anton Bruckner. Nada que ver entre sí, aparentemente, pero sí mucho si se las toma como ejemplo de música formal de gran capacidad comunicativa gracias al principio de la modulacion. Modulación armónica, claro, y basada en su praxis como organista, la de Bruckner, mientras que Casablancas ejemplifica una modulación continua del timbre, la dinámica y el tiempo. Su concierto está en la línea de los grandes concertantes con violín de la última centuria, de Bartók a Ligeti. Básicamente, se trata de una estructura tripartita precedida por una Intrada y sucedida por un Epilogo. Hay un continuo modular de timbres en los que solista y orquesta llegan a las combinaciones más alambicadas, y en donde el extremo virtuosismo no reside tanto en la dificultad de las notas como en el variado encaje de todas las partes en un torbellino continuo donde el violín apenas tiene respiro (aunque tampoco la orquesta se limita, ni mucho menos, a un plácido acompañamiento).
Leticia Moreno ha sido siempre una magnífica violinista, de sonido grande y hermoso, técnica impecable y óptima capacidad expresiva, pero ahora ha alcanzado una impresionante madurez que la convierte no solo en una gran ejecutante, sino en una honda intérprete. Moreno vivió y explicó el concierto, mientras que el maestro Afkham se entregó en un montaje que sin duda subirá grados en siguientes interpretaciones, pero que ya en esta primera interpretación hizo llegar al público en buenas condiciones una obra que es sólida y muestra a las claras el talento real de su autor.
Por su parte, la Sexta no es la sinfonía de Bruckner que más suelen apreciar los brucknerianos, y hubo un tiempo en que era el patito feo de las del autor. Incluso hay críticos que afirman que, en cierta medida, se distancia de las restantes, cosa que a quien esto escribe no le resulta tan evidente. La obra mantiene la diferenciación entre los desarrollos beethovenianos de Brahms y las yuxtaposiciones schubertianas propias de Bruckner. Y el hecho de que el segundo movimiento sea el único de Bruckner que adopta la forma sonata no cambia nada. La Sexta no desdice la capacidad formal del autor ni la manera en que este sentido formal condiciona la expresividad. Afkham la conoce bien y sabe traducirla con la máxima solvencia. De todas formas, dio la sensación de que al programa no le hubieran venido mal algunos ensayos más, pese a la entrega tanto de la orquesta como del director, lo que no quiere decir que no fuera un buen concierto que acabó saldándose con un éxito tan justo como sincero.
Tomás Marco