MADRID, OCNE / El talento y el oficio
Madrid. Auditorio Nacional. 29-IX-2023. Brindley Sherratt, bajo. Orquesta Nacional de España. Director: Juanjo Mena. Obras de Badalo, Musorgski y Chaikovski.
Cuando decimos de una obra o de una interpretación que es buena (o no), en realidad valoramos en qué medida se conjugan en ella el oficio y el talento para otorgarle un valor. Este aserto quedó más que claro en el segundo concierto de abono de la Orquesta Nacional, que comenzó con el estreno de una obra de encargo a la joven compositora hispanolusa Inés Badalo (1989). Khemia alude a la transmutación, a la alquimia, y eso es lo que la compositora realiza través de cinco proposiciones y un resumen, demostrando un impecable oficio. Las raíces de la pieza están en el patrón vanguardista, en el espectralismo, en la aplicación de las lecciones que la electrónica aportó a la música instrumental y en el manejo de texturas y timbres. Oficio deslumbrante, desde luego, al servicio de la sensibilidad sonora, pero también talento, porque está realizado con personalidad, consiguiendo algo raro hoy día en las nuevas obras: que los problemas estructurales no la superen y que la composición sea una forma exacta, medida y bien controlada en su expresividad. Nos hallamos sin duda ante una compositora con futuro, pero ya con un espléndido presente. La Nacional, dirigida minuciosamente por Juanjo Mena, expuso con claridad la obra, que fue recibida muy favorablemente.
A Musorgski nunca se le discutió el talento, pero desde el principio se dudó de su oficio, hasta el punto de que muchos compositores, de Rimski a Shostakovich, Ravel o Stokowsky, se sintieran llamados a orquestar o ‘mejorar’ sus obras, que al final son siempre más logradas en el original, porque el oficio de Musorgski se fundamentaba en lo que necesitaba su particular talento. En el concierto que nos ocupa se cantaban las hondas y expresivas Canciones y danzas de la muerte, en la orquestación de Shostakovich. Música singular que necesita de un gran intérprete, y lo tuvo en el bajo británico Brindley Sherratt, quien posee una voz adecuadísima por su poderosa inflexión, su color y su enorme capacidad de artista. Ahí sí que había oficio y talento, y las canciones llegaron en todo su valor a un público que se le entregó por completo.
Chaikovski es un genio absoluto al que muchas veces se ha tratado con un inadecuado desprecio, sin tener en cuenta que sus condicionantes hiperrománticos casan perfectamente con su talento arrollador. El hecho de que su música llegue con gran impacto a todos los públicos parece molestar en ocasiones. Sin embargo, no hay nada que reprochar a un modélico oficio y a una orquestación que no tiene parangón, a mi juicio, hasta la llegada de Ravel. Buen ejemplo de ello es la Sinfonía nº 4. Obra brillantísima, directa, que revela a un compositor de un talento increíble. Tuvo una gran versión en Juanjo Mena, que es un director con grandísimo talento y un oficio perfecto. A estas alturas parece imposible hacer algo especial en una obra tan ejecutada, pero Mena lo hizo, ya que midió muy bien los momentos expansivos y los de impalpable sensibilidad sonora, los equilibró, los mezcló y los convirtió en forma y en expresión sonora. Gran versión, cuyo arrollador final encendió a un público que disfrutó mucho. La Orquesta Nacional, que está en excelente forma, tuvo una actuación brillante en un programa que es un modelo a seguir: obra moderna, gran solista y obra de estricto repertorio. El concierto es de los que dejan salir al público contento y con ganas de repetir. No ocurre siempre.
Tomás Marco