MADRID, OCNE / Despliegue de talento
Madrid. Auditorio Nacional. 6-V-2023. Orquesta Nacional de España. Alban Gerhardt, violonchelo. Simone Young, directora. Obras de Pärt, ,Chin y Chaikovski.
Volvía a la Nacional, donde había dejado buen recuerdo, la directora australiana Simone Young quien de nuevo ha desplegado un notable talento directorial con un gesto claro y una gran capacidad de planificación y de suscitar emociones. Y lo ha hecho, además, presentando un programa modélico que equilibraba novedad y tradición, basadas ambas en la más depurada calidad.
Arvo Pärt (1935), compositor estonio, ex-soviético y nacionalizado austriaco, es bien conocido por su minimalismo místico (muy distinto del americano) que se aplica preferentemente a música de carácter religioso y a veces se basa en tradiciones tanto de la iglesia ortodoxa como de otras liturgias cristianas. Su Cantus in memoriam Benjamin Britten de 1977 es obra bien difundida. Está escrita para una amplia orquesta de cuerda más un percusionista con campanas. Se trata de una obra sencilla pero muy eficaz, y fue magníficamente expuesta por la ONE y una Simone Young que supo extraer lo mejor de ella.
Unsuk Chin (1961) es una compositora coreana bastante poco conocida en España, pese a haber adquirido una fama mundial con obras como la ópera Alice in Wonderland y mucha excelente música orquestal. Fue alumna de Ligeti, pero posee una extraordinaria personalidad. Al igual que otros artistas orientales anteriores, como el también coreano Isang Yun o los japoneses Mayuzumi o Takemitsu, Chin cultiva la música occidental con algunos matices orientales muy bien fusionados. Su Concierto para violonchelo y orquesta, escrito en 2008 y revisado en 2013, es una obra extensa en cuatro movimientos de planteamiento netamente occidental, con una especie de forma sonata inicial seguida de un scherzo, un lento y un final como resumen, pero tiene también un innegable sabor oriental. El solista debe realizar una especie de elocuente narración deslizándose por una colorida alfombra orquestal que acaba siendo un verdadero caleidoscopio de timbres. La orquesta es enorme, pero está tratada con tal pericia que el violonchelo se escucha siempre. Música sensible, de gran calidad, que fue traducido de forma excelente por el violonchelista Alban Gerhardt, que además la toca de memoria. Alarde espectacular del solista y magnífica la realización de la directora para una música importante que alcanzó un éxito como pocas veces se ve en una obra moderna; tanto como para que, después de varias salidas, y no de sopetón como ocurre a veces, el solista diera como propina un Preludio de Bach.
La segunda parte estaba dedicada a una obra tan de repertorio como es la Sinfonía n.6 en Si menor, opus 74, “Patética” de Chaikovski. En obras tan trilladas, aunque sean maestras, es difícil que el director logre superar los cientos de versiones que guarda nuestra memoria. Por cierto, muy acertada la observación de Elena Torres en las notas al programa en el sentido de que la obra posee un carácter muy ruso y por tanto tiene ese aspecto periférico, en cierta manera oriental que la distingue de lo puramente centroeuropeo. De ese modo enlazaría con la primera parte del programa (uno de sus tema tiene un origen estonio, como Pärt). Aparte de ello, la Patética es desde hace mucho tiempo un pilar del gran repertorio. Simone Young respetó las versiones canónicas, pero inyectó al mismo tiempo su propia personalidad a la celebérrima pieza. Excelente fraseo que, pese a los tempi bastante rápidos que imprimió, respiraba muy bien. La Nacional respondió excelentemente y asistimos a una Patética de muy buena calidad, bien tocada y magníficamente expuesta, coronando con éxito un concierto de alto interés y notable calidad.
Tomás Marco