MADRID / OCNE, del alba al ocaso
Madrid. Auditorio Nacional.16-IV.2021. Jan Lisiecki, piano. Orquesta Nacional de España. Director: Álvaro Albiach. Díaz de la Fuente, Y la mañana se llenó de luz. Mendelssohn, Concierto para piano nº 1 en Sol menor op. 25. Mahler /Albiach, Adagio de la Sinfonía nº 10.
Concierto en torno a la luz, desde el alborear del día hasta la disolución en la noche, como una metáfora de la vida humana. Comenzaba con el estreno de una obra de encargo que glosaba el comienzo de la luz mañanera con el título de Y la mañana se llenó de luz. La autoría es de Alicia Díaz de la Fuente (1967), uno de los más sólidos valores compositivos de su generación en España por su oficio, seriedad y hondura conceptual. La obra parte, según nos dice, de un recuerdo juvenil, pero no es descriptiva sino evocativa y sabe conjugar toda la correspondencia entre color, luz y timbre sonoro teniendo en cuenta lo que se ha hecho en ese campo de Debussy a Takemitsu, con parada en el espectralismo, pues todo surge de la resonancia inicial de un gong tibetano. El resultado es un muy personal ejercicio de intertextualidad coherente, magistralmente estructurado y de una gran belleza sonora, que rezuma sensibilidad, refinamiento y, sobre todo, un innegable talento. Álvaro Albiach, desde hace tiempo un importante valor de la joven generación directorial española, la entendió perfectamente y la tradujo con entrega y sabiduría, muy bien secundado por los profesores de la OCNE.
También luminoso, pero más bien de mediodía, es el brillante y no demasiado trillado Concierto para piano n.1 en sol menor op.25 de Mendelssohn, en el cual el pianista canadiense Jan Lisiecki demostró técnica y muy buenas maneras, obteniendo un claro éxito al que correspondió con la Traümerei de Schumann.
Finalmente, una obra del crepúsculo, el amplio y hondo Adagio, único movimiento terminado de la inconclusa Sinfonía n.10 de Mahler, que es una despedida en la misma medida que lo es La canción de la tierra, y un adiós reflexivo que canta el paso del tiempo y la fugacidad de la vida humana. Orquesta gigantesca la original, con metales a cuatro, imposible para tiempos de pandemia. Álvaro Albiach ha realizado una reducción de efectivos que es en muchos aspectos admirable. Se echa de menos que el programa explique algo de su trabajo, pero diremos que la reducción de las maderas y la presencia de dos trompas, una trompeta y dos trombones, solo afectan a ciertos efectos de densidad que quedan bien disfrazados en la cuerda. La obra conserva en esta factura toda su intensidad, esa luz decadente que parte del quejido cromático de las violas y va anunciando la nocturnidad atonal incluso en acordes de nueve notas. Genial la obra de Mahler, admirable el trabajo de Albiach, no solamente por lo respetuoso sino también por cómo se las ingenia para convertir la necesidad en virtud. Además, la dirigió irreprochablemente, y este concierto que nos llevó de la luz matutina hacia el último estertor antes de la noche, constituyó uno de los mejores exponentes de la actual y heroica temporada desarrollada por la orquesta.
Tomás Marco