MADRID / OCNE: brillante talento nacional en el gran repertorio
Madrid. Auditorio Nacional (Sala Sinfónica). 23-I-2022. Segundo concierto del Ciclo Descubre… conozcamos los nombres de la OCNE. Noelia Rodiles, piano. Orquesta Nacional de España. Director: Lucas Macías Navarro. Introducción: Sofía Martínez Villar. Obras de Beethoven, Bach, Shostakovich
Además del ciclo sinfónico en su formato tradicional, y de los conciertos bajo el ciclo “Satélites” encomendados a distintos grupos de instrumentistas de la orquesta y coro nacionales de España, la temporada de estos conjuntos incluye una fusión de dos formatos previos, el divulgativo que, bajo la denominación genérica “Descubre…” invita a públicos a priori menos asiduos a acercarse al mundo de la música clásica, y “Conozcamos los nombres…” para acercar a solistas y directores españoles que debutan con la orquesta.
En la parte divulgativa, se incluye una presentación introductoria de 10-15 minutos de duración, con diapositivas proyectadas sobre una pantalla colocada justo detrás de la orquesta, a cargo de musicólogas divulgadoras que, con la colaboración de la orquesta y el solista, introducen temas y motivos explicando la partitura que se va a ofrecer a continuación. Posteriormente, durante la interpretación de la misma, se proyectan diapositivas con breves textos que anuncian la aparición de temas, principio de los distintos episodios en la forma sonata, etc. Se juega además con las luces para crear ambientes diferenciados durante la escucha.
El segundo de los conciertos que en este formato se presentó en el Auditorio Nacional tenía sin duda varios ingredientes de interés. El primero era la ocasión, primera para el que suscribe, de escuchar en vivo a la asturiana Noelia Rodiles (Oviedo, 1985), uno de nuestros talentos pianísticos actuales más prominentes, y el segundo el de asistir al debut, al frente de la Nacional, de un maestro cuya carrera parece también más que ascendente: Lucas Macías Navarro (Valverde del Camino, 1978), actual director artístico de la Orquesta Ciudad de Granada y titular igualmente de la Oviedo Filarmonía. El programa incluía además una no muy frecuentada sinfonía de Shostakovich, la primera de su ciclo, que sin embargo es una partitura de interesantísimo contenido y perfecta elaboración.
Sobre el aspecto divulgativo, Sofía Martínez Villar tiene conocimiento y tablas más que sobradas para el desempeño, de forma que ni siquiera el pequeño problema técnico ocurrido al principio de la introducción de la obra de Shostakovich la descentró lo más mínimo. Elaborando de forma distinta el núcleo de sus propias notas al programa, desgranó con fluidez, amenidad y buena capacidad de comunicación apuntes que ayudan, como ella misma apuntó, a una percepción adecuada de lo que se iba a escuchar, materia para la que contó con la colaboración puntual de Macías y Rodiles en la exposición de los ejemplos musicales seleccionados.
Por apuntar un área de posible mejora, el que suscribe sugeriría que, en las diapositivas empleadas después durante la interpretación, se eviten (o expliquen) determinados términos utilizados. Por poner un par de ejemplos: es improbable que el espectador sin formación musical identifique lo que significa un “trémolo de las cuerdas”, o, tal vez menos aún, que se ubique en el formato del rondó final del concierto beethoveniano explicado con letras que resultan familiares a quienes conocen este tipo de descripciones, pero probablemente suenan algo ajenas a quienes no están habituados a ellas. Tal vez una breve explicación previa de la forma rondó hubiera permitido una mejor comprensión. En todo caso, el empeño divulgativo es del todo encomiable y está realizado con estupendo despliegue de medios y absoluta solvencia comunicadora por parte, en esta ocasión, de la experta musicóloga de Tordesillas.
En cuanto a la música propiamente dicha, la primera parte del evento se ocupó por el Concierto para piano y orquesta nº 5 en Mi bemol mayor op. 73 “Emperador”. La asturiana Rodiles desplegó en él todas sus virtudes, que no son pocas: el mecanismo es fácil, las manos siempre parecen relajadas, y de ellas surge un sonido redondo, de gran belleza, nítidamente articulado, apoyado en un pedal preciso y mesurado. El fraseo es siempre elegante, el matiz acertado y el canto de gran intensidad expresiva.
Cabe tal vez echar de menos, y puede muy bien ser una cuestión meramente física, cierta corpulencia sonora en los acordes más rotundos, tanto del primer movimiento como del tercero, pero su interpretación fue, por lo demás, impecable en el concepto y sobresaliente en la realización, quedando algún roce esporádico en el tercer movimiento en mera anécdota. Creo que en algún otro de los conciertos del ciclo beethoveniano sus cualidades habrían lucido aún más, pero en todo caso lo escuchado es, sin la menor duda, excelente.
No rehúye la asturiana riesgos en su acercamiento, y su interpretación tuvo el nervio y brío necesarios, con momentos, como el hermoso Adagio un poco mosso, dibujados con exquisita expresividad, también conseguida en la magnífica transición al rondó final. Macías, que dirigió todo el programa de memoria, acompañó con energía y trepidación, y la orquesta respondió con estupenda precisión y excelente ejecución a su mando, con la única salvedad de una cierta tendencia al exceso sonoro por parte del por lo demás notable solista de timbal.
Grande y merecidísimo fue el éxito de Rodiles, que regaló una preciosa interpretación del Largo del Concierto en Fa menor BWV 1056 de Bach, en el que lució lo mejor de su sensibilidad expresiva, su fraseo y su sonido. Nueva sugerencia para el futuro: si me parece siempre deseable que se anuncie lo que se va a tocar de propina (y no se hace casi nunca), en un concierto divulgativo no es que me parezca deseable, es que me parece casi obligatorio. No se hizo en esta ocasión, pero Sofía Martínez Villar estuvo presta al quite y lo apuntó en su siguiente intervención.
En la segunda parte, Macías ofreció una vibrante y caleidoscópica lectura de la Primera sinfonía de Shostakovich. Trabajo fin de carrera del entonces joven compositor que, como también comentó Martínez Villar, puede desmoralizar a más de un estudiante de composición, porque cualquiera diría que era la obra de un novato de 19 años. Sí, será tonal (¿y qué? dan ganas de decir), tendrá temas pegadizos (más ¿y qué?) y no estará en la vanguardia del momento (Stravinski había escandalizado al personal con su Consagración de la Primavera en 1913, y esta sinfonía data de 11-12 años después), pero aquí está el Shostakovich de la ironía, de los contrastes, de la acidez, de la nostalgia, de la brillantez orquestadora. Y el resultado es una página llena, como señaló con acierto Martínez Villar, de emoción.
La consiguió transmitir con extremo acierto Macías, dueño de un mando preciso, atento y firme, con las ideas claras y con una forma muy evidente de hacerlas patentes a sus músicos, con algunas resonancias incluso gestuales de su maestro Abbado. La interpretación fue intensa en ese despliegue de emociones y contrastes, desde la marcha marcial que constituye el primer motivo del primer tiempo al elegante vals que le sigue como segundo tema (con espléndido solo de flauta, como antes, en el inicio de la obra, realizara el suyo el clarinete) pasando por el ácido scherzo, el más ominoso clima del Meno mosso, el hermoso y más emotivo diálogo de oboe y chelo en el tercero o el clímax más furioso del último.
Respondió la Nacional con excelencia a las demandas del maestro, y merecen mención especial las contribuciones del concertino de esta ocasión, Pablo Martín, y los solistas de flauta (Álvaro Octavio), oboe (Víctor Anchel), violonchelo (Ángel Luis Quintana), clarinete (Enrique Pérez) y trompeta (Adán Delgado), todos ellos autores de brillantes intervenciones, bien reconocidas por Macías al final de la interpretación. Un excelente y muy disfrutable concierto, coronado con más que merecido éxito de sus protagonistas. Reconforta seguir viendo talento nacional y comprobar lo bien que se desempeña en el gran repertorio.
Rafael Ortega Basagoiti