MADRID / Nebra, entre dos mundos

Madrid. Palacio Real (Salón de Columnas). 29-IX-2022. Olalla Alemán, soprano. Los Músicos de su Alteza. Director y clave: Luis Antonio González. Obras de Nebra, Corelli, D. Scarlatti y Dandrieu.
El título de este programa (Circunnavegación, Nebra entre dos mundos) puede dar lugar a diversas interpretaciones. Por ejemplo, al trasiego de partituras que hubo entre la España peninsular y la España del Nuevo Mundo: lo que aquí estrenaba Nebra, allí se escuchaba apenas unas semanas más tarde, justo lo que tardaban las partituras en llegar en algún galeón de los muchos que salían de Sevilla a los territorios de ultramar. Pero también puede hacer referencia a la influencia que experimentó la música española con la llegada de los borbones al trono: la puerta de un país por de sí refractario a cualquier innovación foránea quedó, de repente, abierta a compositores italianos o franceses, bien porque estos vinieran a vivir aquí, bien porque llegaran sus partituras.
Así, nos encontramos en este concierto presentado por Luis Antonio González y Los Músicos de Alteza con obras debidas a Nebra, Domenico Scarlatti, Corelli y Dandrieu. De estos tres últimos, solo Scarlatti vivió en España. La música de Corelli (en concreto, su Op. V, editada en 1700) llegó en medio de esa especie de huracán que sacudió toda Europa: se hicieron más de sesenta ediciones de estas sonatas, que, por otro lado, fueron imitadas y/o arregladas por muchos, pues no hubo compositor más influyente en aquellos años que el de Fusinagno. Lo de Dandrieu no fue tan manifiesto como lo de Corelli, pero existe un libro de sonatas depositado en el Archivo de Música de las Catedrales de Zaragoza que, se especula, pudo haber pertenecido al propio Nebra.
Es este de la formación zaragozana un programa muy bien hilvanado, con música realmente notable. Sobre todo, en el caso de Nebra, al que se presenta en esa doble faceta de autor para la iglesia (la cantada Suavidad el aire inspire, para soprano, dos violines y continuo, y el aria con violines al sagrado nombre de María Grabe en mi pecho tu nombre santo) y para la escena (el aria con violines Pues el destino feliz del hado). Las dos arias se hallan en archivos iberoamericanos (volvemos a la ‘circunnavegación’) y la profana lleva todas las papeletas de pertenecer a una zarzuela perdida. En mi opinión, lo más interesa es una Salve a sola con violines, cuya autoría está discutida: existe una copia en la Catedral de Salamanca, a donde llegó procedente de la de Cuenca, pero estilísticamente no se aproxima al compositor bilbilitano, por lo que hace ya algunos años alguien sugirió que podría ser de José de Torres. Sin embargo, como apunta Luis Antonio González en las notas al programa de mano, quien tiene más opciones de ser su auténtico autor es José Antonio de Nebra (1672-1748), padre del más insigne músico que hubo en el Barroco español, quien, como él, trabajó en la catedral conquense.
Para redondear el programa, González incluye en el programa Pur nel sonno almen tal’ora, de Domenico Scarlatti, perteneciente a la notable colección de cantatas de cámara que el músico napolitano elaboró, con textos del poeta Metastasio, para que fueran interpretadas por el castrato Farinelli y su concubina, la soprano Teresa Castellini, ante Fernando V Barbara de Braganza en las serenatas primaverales que tenían lugar en el Palacio de Aranjuez. Hago una precisión para que nadie me tilde de machista por haber utilizado el término concubina: Farinelli y Castellini fueron mucho más que amantes o, incluso, que novios; fueron un matrimonio de facto, que no pudo consumarse debido solo a que la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana no permitía que los hombres emasculados contrajeran nupcias.
Los Músicos de Su Alteza, integrados en esta ocasión por los violinistas Pablo Prieto y Eduardo Fenoll, el violonchelista Pedro Reula, la contrabajista Silvia Jiménez, el tiorbista Josep Maria Martí y el propio González al clave, sonaron admirablemente bien tanto en el acompañamiento a la soprano Olalla Alemán (espléndida, como siempre, con esa voz oscura y profunda que la caracteriza) como en la interpretación de las sonatas de Corelli y Dandrieu. González, en su triple condición de musicólogo, organista y director, lleva muchos años luchando, cual quijote, contra molinos de viento, pero viene desde hace algún tiempo recogiendo, en forma de reconocimientos y elogios, los frutos de esa batalla, que no siempre agradable de luchar. Estamos ante una formación en perfecta madurez, preparada para empresas de mayor enjundia, aunque, por desgracia, la situación económica de la música antigua española dista mucho de la de otros países de nuestro entorno.
Eduardo Torrico
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