MADRID / ‘Nabucco’ en el Real: el eterno retorno de Don Beppe

Madrid. Teatro Real. 5-VII-2022. Verdi: Nabucco. Anna Pirozzi, Luca Salsi, Dmitry Belosselskiy, Michael Fabiano, Silvia Tro Santafé. Coro y Orquesta del Teatro. Director: Nicola Luisotti. Director de escena: Andreas Homoki.
Nabucco (1842) puede considerarse el grado cero de Giuseppe Verdi. Con él se consolida definitivamente en la Scala, se independiza del belcantismo, sugiere un drama falsamente histórico y bíblico para enmascarar como judíos a los italianos sometidos al imperialismo austriaco y dota al patriotismo del Risorgimento de un himno paralelo al oficial que perdura hasta nuestros días: Va pensiero su l’ali dorate. En fin, que bajo la apariencia de un sujeto bíblico y babilónico, Verdi está situando la ópera como género artístico nacional.
Basta oír la obertura y su alternancia de lirismo de alto vuelo con charanga militar, la primera irrupción coral que culmina en la segunda parte con un concertante a cappella tal como lo propone Rossini en su Stabat Mater y la aparición de una soprano dramática de agilidad en el personaje de Abigaille según el compositor hará con la Odabella de Attila, la Elvira de Ernani, Lady Macbeth y la Elena de I vespri siciliani. Demás está encarecer el sentido económico verdiano, el dominio de las duraciones y el equilibrio entre las partes.
La versión del Teatro Real restituye la obra en el repertorio del coliseo madrileño, donde se estrenó en 1853. En el aspecto musical no cabe titubear para considerarla antológica. Ante todo, por la siempre esperada tarea de Nicola Luisotti en el podio. Obtuvo de la orquesta unas coloraciones tímbricas y una fluidez cantable que la dotó del papel protagónico en Verdi, el humus donde crece todo lo demás. Luisotti lo hizo con una energía, una vis narrativa y una claridad de lectura que tocó la imponencia en los momentos de resolución concertante y en los números corales. También se advirtió su mano en el fraseo de los cantantes, tan decisiva sobre todo en los momentos recitados. Siempre el discurso transcurrió con esa aparente naturalidad que es calidad de los grandes concertadores.
Como protagonista, Luca Salsi volvió a imponerse junto a la gloriosa memoria del barítono noble verdiano con ecos de Battistini y De Luca. Su voz generosa y de infalible emisión estuvo al servicio de un actor señorial, capaz del delirio, la herejía, la angustia y la autocompasión, propias de un soberbio actor. En el endemoniado y a menudo imposible papel de Abigaille, Anna Pirozzi colmó las extremas exigencias verdianas. Su voz tiene la belleza tímbrica y el mórbido susurro de la textura propios de una soprano lírica pero, además, la insolencia de volumen de una dramática, unida a una extensión soberbia y una capacidad de hacer agilidades y roulades de vértigo. Dio a su Abigaille la arrogancia de la virago unida a la blandura y el resentimiento de la enamorada, con matices de apianados y medias voces de extrema penetración. No hubo conjunto en que Pirozzi, por si algo le faltaba, dejase de ser oída como solista.
Michael Fabiano es nuestro bien conocido tenor lírico y en Ismael demostró una vez más que no hay segundos roles para una primera figura. Con su voz de acariciante calidad, su canto depurado y un doble juego de arrojo dramático y seducción galana, volvió a ser uno de los primeros si no el primero de su generación. Un auténtico lujo, lo mismo que la mezzo Silvia Tro Santafé en al rol de Fenena. Muy por debajo de sus compañeros estuvo Dmitry Belosselskiy en Zaccaria. Tiene un noble e imponente registro de bajo cantante, aunque un grave apenas audible, mas su emisión estuvo siempre viciada por una entonación incierta. La serie de comprimarios confirmó la excelencia de la gente que puebla nuestro tablado matritense.
La puesta de Andreas Homoki con escenografía de Wolfgang Gussmann fue digna, austera, ineficaz, monótona y fea. Tuvo la infeliz idea de traer la acción a la Italia del joven Verdi, con lo cual el énfasis profético, la altivez babilónica, los rayos celestiales y demás aparato de la acción resultaron impertinentes ante tanta señora de polisón y tanto caballero de chistera. La escena tuvo un panorama negro y como único elemento, un enorme bloque de mármol verde veteado, que se movía para crear espacios y localizaciones sin definir ninguna. Hubo aciertos en algún manejo de actores y bellas composiciones del conjunto coral aunque sobraron incursiones de personajes mudos, sobre todo nenas y nenitas más algún coro de boys ajustable a una comedia musical.
Compareció un majestuoso y apabullante personaje verdiano en la velada, el imponente coro del Real que dirige Andrés Máspero. Ante las entusiastas exigencias del público, incluido quien suscribe, que aplaudimos un cuarto de hora el Va pensiero, Luisotti lo hizo bisar. Fue cuando Don Beppe dejó por un instante su sueño eterno y volvió a estar entre nosotros, que tanto lo queremos.
Blas Matamoro
(Fotos: Javier del Real – Teatro Real)
En este enlace puede leerse la crítica del segundo reparto escrita por Fernando Fraga.
2 comentarios para “MADRID / ‘Nabucco’ en el Real: el eterno retorno de Don Beppe”
<strong>… [Trackback]</strong>
[…] Read More on on that Topic: scherzo.es/madrid-nabucco-en-el-real-el-eterno-retorno-de-don-beppe/ […]
<strong>… [Trackback]</strong>
[…] Read More here on that Topic: scherzo.es/madrid-nabucco-en-el-real-el-eterno-retorno-de-don-beppe/ […]
Los comentarios están cerrados.