MADRID / Moonwinds en el Auditorio 400: 100 minutos (no 70) de música

Madrid. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 22-V-2023. Moonwinds. Joan Enric Lluna, clarinete y dirección. Obras de Casablancas, Hosokawa, Vega y Bray.
Los músicos de Moonwinds dieron muchas notas en este concierto y muy pocas puntadas sin hilo, asaz es reconocerlo. Con toda la intención posible remarcaron la desesperanza que transmite una obra como Klänge von Lethe (2017), de Toshio Hosokawa, en la que el compositor japonés es estrictamente fiel a sí mismo y en donde confluyen, de la manera que solo él sabe concebir, dos universos tan distantes como el asiático y el centroeuropeo. Aunque se permita alguna delectación al imaginar los sonidos de un río, la música es afirmativa, ventosa y se gusta en pequeñas violencias que son, casi siempre, rápidamente apagadas. Gran aportación, singularmente, de la flautista Julia Gallego y del pianista Juan Carlos Garvayo.
A Benet Casablancas, protagonista del programa por su residencia esta temporada en el CNDM, le sienta bien la brevedad. Por eso su Quadern de haikus (2021) resultó la obra más agradecida en la escucha, pequeñas piezas de carácter, casi siempre con un dedicatario tras ellas (quien sabe si quizás, buscando un fugaz retrato sonoro). Pasan en la memoria auditiva de puntillas, pero pasan. Porque son brillantes técnicamente y porque su ejecución resultó pulcra y cómplice. También breve. El Poema (1996) lo retrató como un músico de oficio que quiere ser, además, integrante de la tradición musical que tanto gusta evocar (más difícil será dilucidar si se erige en miembro contemporáneo de ella o en pasto de la misma). Qué bueno poder oír músicas como estas, al menos, en enormes atriles como el de Joan Enric Lluna, que la desnudó y la mostró en lo que es. Estreno absoluto, Estampas de Kwaidan (2023), es puro Casablancas. Texturas diáfanas, escritura espasmódica, virtuosismo premeditado, neoexpresionismo vienés… Era fácil viendo a los integrantes de Moonwinds imaginarse a una banda de free-jazz, formada por sobresalientes intérpretes, gozando de sus respectivas habilidades, con un muro delante. Acháquense idénticos parámetros a la Introducción, cadencia y aria (1993), acaso aquí con una redacción algo menos translucida.
Se añadió a la escucha del homenajeado en este concierto de 100 largos minutos de música (no 70 como erróneamente indicaban las notas) otras dos páginas de muy escaso poso, Upflight of butterflies (2008, 2016), de Charlotte Bray, sitúa a la autora británica lejos de toda área de influencia de los grandes compositores de su país, llámense Rebecca Saunders, Brian Ferneyhough o Jonathan Harvey. Troceada en movimientos de poéticas imágenes, la epidérmica creación de Bray, de gesto instrumental convencional y plana discursividad facilitaba la evasión auditiva. Finalmente, con su violín de arrebatos líricos desaforados y un clima de banda sonora alicaída, Like a tiny drop of dew (2023), de Laura Vega, se convirtió en un involuntario homenaje a la película (a su título más bien) Hace un millón de años, protagonizada por la tristemente desaparecida hace unos meses Raquel Welch.
Ismael G. Cabral
(foto: Rafa Martín)