MADRID / Mischa Maisky: música sublime para una sala demasiado grande

Madrid. Auditorio Nacional. 3-XI-2019. Ciclo Goldberg. Mischa Maisky, violonchelo. Bach, Suites para violonchelo n.º 1, 4 y 5 BWV.
Cuando fui a verlo al camerino después del recital, a Mischa Maisky se le veía un tanto cansado, sin la energía que había mostrado cuatro días antes cuando tuvo oportunidad de conversar relajadamente con él. Le pregunto: ¿cuál es su impresión del concierto? Maisky responde un poco tristón: “No sé, hoy no he tenido un buen día”. La gente entusiasmada hacía cola para saludarlo, entre ellos algunos niños pequeños que aprendían a tocar el violonchelo. Pero empecemos por el principio…
La noche prometía, nada más y nada menos que el legendario chelista letón Mischa Maisky era quien inauguraba el breve y nuevo Ciclo Goldberg de Grandes Intérpretes que consta de cinco conciertos en total hasta el 28 de mayo de 2020. Y en el programa tres obras de enjundia: las Suites para violonchelo nº 1, 4 y 5 de Bach. La sala estuvo menos que mediada de público, lo cual nos hace pensar si no hubiera sido más audaz emplear para el recital la sala de cámara —también más apropiada para este repertorio— en lugar de la sinfónica. Asunto este que dejo para la reflexión de quienes han organizado este nuevo ciclo —lo cual es siempre de agradecer—, aunque el público allí congregado, eso sí, estuvo de lo más fervoroso con el aplauso aplaudir y reconocimiento a la interpretación de Maisky.
El recital se abrió con la Suite n.º 1 en Sol mayor que comienza con el conocidísimo y arpegiado Preludio. Maisky adaptó muy bien el sonido de su violonchelo italiano a las características de la sala —mucho espacio que rellenar— y tuvo momentos brillantísimos durante la interpretación. Quizá la alta velocidad de alguna de las danzas impedía que se distinguiesen las notas de adorno, especialmente algunos trinos. No obstante, cualquiera se atreve a decir que la interpretación de Maisky dejase que desear. No lo hizo. Sabido es que hay personas que achacan a Maisky que interpreta la música barroca con un estilo romántico, impropio de quienes gustan de interpretaciones más historicistas. Al escucharlo, me viene a la memoria Glenn Gould: también se salió del canon, pero hizo arte de la más elevada igualmente. A la Suite nº 1 le siguió la nº 4 en Mi bemol, Maisky demostró un gran virtuosismo que condujo al público hasta la pausa, concluyendo la primera parte con un gran aplauso.
Tras el descanso, al comenzar el Preludio de la Suite nº 5 en Do menor, me vino a la cabeza un pensamiento: ese Do menor que Beethoven también eligió para su última sonata para piano me hizo pensar si Beethoven estaría pensando en ese preludio al componerla. Desde luego, y esto es algo totalmente subjetivo, la interpretación de Maisky me recordó al comienzo de la 32 de Beethoven. Hubo en la interpretación momentos sublimes de cromatismo ligado que transportaban al oyente a un remanso de paz e, igualmente, momentos de ataque con el arco que reforzaban la majestuosidad de alguna de las danzas. Maisky estuvo más fino en la segunda parte que en la primera. Al terminar el público lo reconoció con ovación que llevó a Maisky a ofrecer, con mucha generosida, dos propinas: la Bourre I y II de la Suite nº 3 y la Sarabande de la Suite nº 2.
Un compositor majestuoso, un intérprete virtuoso, una música sublime y una sala… demasiado grande.
Michael Thallium