MADRID / Minkowski llena de magia con ‘Alcina’ el Auditorio Nacional
Madrid. Auditorio Nacional. 15-II-2023. Centro Nacional de Difusión de la Música (Universo Barroco). Haendel: Alcina. Magdalena Kozená, Anna Bonitatibus, Elizabeth Deshong, Erin Morley, Valerio Contaldo, Alex Rosen, Alois Mühlbacher. Les Musiciens du Louvre. Director: Marc Minkowski.
Alcina, uno de los tres títulos orlandianos (o rolandianos) con los que Georg Friedrich Haendel relanzó en Londres su aventura operística (la de la Second Academy of Music), es una historia de amores y desamores que giran en torno a dos magas: la pérfida Alcina y su hermana Morgana. Las casi cuatro horas que duró esta representación en el Auditorio Nacional estuvieron llenas de magia, pero no solo por los hechizos y ensalmos de estos dos personajes femeninos, sino por la antológica labor de Marc Minkowski al frente de Les Musiciens du Louvre. Desde que el ciclo Universo Barroco echó a andar, allá por 2012, jamás he visto a un público tan entusiasmado, al punto de aplaudir todas y cada una de las muchas arias que tiene esta partitura y que aquí, ¡albricias!, se interpretó sin el más mínimo corte (hasta se incluyeron los ballets con los que concluye el acto segundo, que no se suelen hacer nunca).
He de reconocer que acudía un tanto receloso. La última vez que oí a Magdalena Kozená en el Auditorio, la experiencia me resultó frustrante. Y digo bien que la oí, porque fui incapaz de escucharla, dado que lo que salía de su boca apenas era un imperceptible hilillo sonoro. Por otro lado, no tenía la más mínima referencia de las dos norteamericanas que figuraban en el reparto: la soprano Erin Morley (Morgana) y la mezzosoprano Elizabeth Deshong (Bradamante). Ni tampoco confiaba en exceso en Anna Bonitatibus (Ruggiero), apartada desde hace tiempo del circuito barroco de la ópera. Sin embargo, me tengo que sacar el sombrero ante las cuatro: es difícil reunir un póquer femenino de cantantes como este. Estuvieron todas ellas rutilantes y me pondrían en un brete si tuviera que destacar a una por encima de las otras. Kozená, que nunca se supo bien (creo que ni siquiera lo sabía ella) si era soprano o mezzosoprano, es ahora una auténtica mezzosoprano. Poderosa y rotunda. Su voz ha ensanchado y se ha oscurecido, aunque sigue cantando con ese buen gusto que siempre ha tenido y que nadie le ha podido nunca negar. Pero a su misma altura, o incluso superior, frisó una deslumbrante Morley, que no sé cómo ha podido estar tanto tiempo sin dar el salto a Europa. Para ella fueron, sin duda y con toda justicia, las mayores ovaciones de la noche.
En el resto del reparto, es decir, en los tres papeles masculinos, hubo de todo. Desde lo muy bueno (la excelsa actuación del joven bajo, también estadounidense, Alex Rosen) hasta lo no demasiado bueno (el contratenor Alois Mühlbacher), pasando por lo simplemente bueno (el tenor Valerio Contaldo). La voz de Rosen es potente cual trueno, y es una verdadera lástima que su personaje en esta ópera (Melisso, otro mago) solo tenga un aria. Contaldo (Oronte) no posee una voz especialmente cautivadora y en los dos primeros actos estuvo un tanto fuera de estilo, pero lo remedió con su bellísima lectura del aria del tercer acto, Un momento di contento (si un tenor no es capaz de brillar con esta deslumbrante aria, que se dedique a otra cosa). A Mühlbacher se le ha incluido en este reparto por motivos nostálgicos: solista cuando era niño del St. Florianer Sängerknaben (ahí están sus muchas grabaciones discográficas junto a Gunar Letzbor y Ars Antiqua Austria), cantó este mismo papel (Oberto) en la producción de la Ópera de Viena de 2012, con solo 16 años. Su voz, claro, ha mudado y ahora canta como contratenor. Pero no es una voz bonita ni refinada (recuerda a los contratenores de los años 70 y 80 del siglo pasado, lo cual no es ningún elogio) y tiene serios problemas con los agudos.
Con ser todo (o casi todo) bueno en el aspecto vocal (incluido un coro de ocho voces para sus breves intervenciones), lo mejor de esta inolvidable velada lo protagonizó la orquesta. En parte porque quienes la integran son excelentes músicos, pero en parte, también, porque su orgánico en esta Alcina ha sido un orgánico como Dios manda. Nada de dos o tres violines por parte, que es algo a lo que, por desgracia, nos han acostumbrado los programadores. Les Musiciens du Louvre se han presentado en esta gira española con… ¡18 violines! Un orgánico para enmarcar: 10/8/6/5/3, además de los vientos (oboes, flautas dulces, flautas traveseras y trompas, estas, para una única aria en el tercer acto) y dos claves (Maria Shabashova y un excelente Yoann Moulin en el bajo continuo, donde estaban el violonchelo de Gauthier Broutin, el contrabajo de Christian Staude y la tiorba del incombustible Yasunori Imamura).
Rutilante como concertino la veterana Alice Pierot, que se lució en el aria de Morgana con violín obbligato Ama, sospira, al igual que hizo Gauthier Broutin en el aria con violonchelo obbligato, también de Morgana, Credete al mio dolore (curiosamente, Minkowski lo sacó de su lugar dentro de la orquesta y lo colocó en el podio, para que estuviera en todo momento visible; Broutin respondió a tal deferencia con una soberana lectura y hasta improvisó una cadenza final que podría haber firmado el mismo Johann Sebastian Bach). Imposible pasar por alto la descollante labor de los dos oboes, especialmente, la del español Rodrigo Gutiérrez, que asumió el mismo papel que seguramente tuvo en el estreno de Alcina en Londres (abril de 1735) Giuseppe Sammartini. Gutiérrez y su compañero (el brasileño Gilberto Caserio de Almeida) hicieron como los oboístas de antaño: tocar su instrumento, pero también la flauta de pico.
Por último, aunque no menos importante (más bien, lo más importante de todo), hay que grabar con letras de oro la labor de un Minkowski con batuta y dirigiendo buena parte de las cuatro horas desde un banco de pianista (los años no pasan en balde para nadie). Fue la suya una dirección tan precisa como enérgica (se comprobó desde la misma obertura). Controló todos los detalles y cinceló, en suma, una Alcina que pasará a los anales (en esta gira se ha grabado en directo la primera de las funciones, la de Burdeos, así que tendremos a no mucho tardar una lectura discográfica que será de absoluta referencia para una de las óperas más deslumbrantes de la historia).
Eduardo Torrico
(Fotos: Rafa Martín / CNDM)