MADRID / ‘Marianela’, o la recuperación de nuestro patrimonio sonoro

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 27.XI.2020. Pahissa: Marianela. Adriana González, Paola Leguizamón, Alejandro Roy, Luis Cansino, Simón Orfila. Coro de la Zarzuela, Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: Óliver Díaz.
Galdós publicó Marianela, una de sus mejores novelas, en 1876 y en 1916 Serafín y Joaquín Álvarez Quintero la convirtieron en pieza teatral para Margarita Xirgú. Y sobre esa versión, muy bien hecha como corresponde a autores que sabían de teatro, Jaime Pahissa (1880-1969) estableció el libreto de su ópera Marianela estrenada en el Liceo en 1923. Previamente había ofrecido la wagneriana Gala Placidia en 1913 y la más personal La morisca en 1919. Culminaría con La princesa Margarida en 1929. Después, exilio y olvido.
Marianela tuvo el éxito que merecía, pero eso, por estos lares, no significa mucho, ya que a nuestro patrimonio sonoro no lo salva ninguna “memoria histórica”. Era vital que, aprovechando el aniversario galdosiano, el Teatro de la Zarzuela la recuperase, aunque fuera en versión de concierto. No es lo ideal para una obra escénica, y menos si no es conocida, pero al menos se escucha la música. Porque Marianela no sólo es una ópera, sino una excelente ópera que en cualquier país culto sería parte de su patrimonio. Pero aquí, Patrimonio es, como mucho, las piedras, que tampoco se respetan tanto.
Marianela se basa en tres puntales de gran excelencia: un amplio arco melódico de calidad, que sólo ocasionalmente se apoya en el folklore y transcurre unitariamente, sin números cerrados, una intensidad vocal muy personal que traduce las cualidades dramáticas, y una orquesta sensacional capaz de enlazarlo todo, subrayar la tragedia y otros sentimientos más allá de las palabras. Gran tratamiento tímbrico, uso moderado de la “intertonalidad” que Pahissa introdujera en el sinfonismo, y refinamiento muy por encima del teatro musical español de la época. Pahissa trasciende el verismo hacia un expresionismo vigente en la Europa del momento. Que la obra -que, por cierto, circuló por el mundo en su época- haya estado más de noventa años durmiendo el sueño de los justos, es incomprensible en un país que se pretenda civilizado.
Marianela no es obra fácil de hacer, y hay que aplaudir el esfuerzo de los cantantes, con una Adriana González convincente, aunque algo apurada en la región aguda, y un Alejandro Roy que tiene que defender un papel de auténtico Heldentenor. Seguro y acertado, como siempre, Simón Orfila, y suficientes los demás en papeles menos amplios. La orquesta y el coro titulares se emplearon a fondo y suplieron con entrega el hecho de que, seguramente, iban justitos de ensayos. Óliver Díaz estuvo a la altura de las circunstancias con profesionalidad.
Hay que señalar que el público acogió esta versión de concierto con verdadero entusiasmo, pues se dio cuenta que de que descubría una obra importante que se le había hurtado hasta ahora. Esperemos que no tarde otros noventa años en pisar la escena. Claro que en cualquier sitio esta ocasión se saldaría al menos con una grabación en condiciones; pero eso parece mucho pedir para nuestros conjuntos oficiales.