MADRID / Mar Aguiló en busca del personaje perdido

Madrd. Teatros del Canal, sala negra. 21-IV-2023. SWAN. Dirección artística y coreografía: Mar Aguiló. Intérprete y colaboración coreográfica: Clémence Gross. Composición musical: Aire y Okkre. Diseño de iluminación y escenografía: Víctor Colmenero. Dramaturgia: Miguel Álvarez-Fernández. Diseño de vestuario: Andrea Pimentel.
Tras una larga carrera de bailarina, gran parte de ella ligada a la Compañía Nacional de Danza [CND] y algunos experimentos fuera de la agrupación titular española, Mar Aguiló se adentra en el terreno de la creación coreográfica. Puede aún decirse que está en una etapa de búsqueda de lenguaje, estilos y caminos. Es lógico; ahora las tornas son otras, quizás hasta contrarias: es Aguiló quien crea un material y lo coloca en otra bailarina, que será quien lo haga llegar a los espectadores. Esa bailarina es Clémence Gross, del Ballet de la Ópera de París, que afronta en solitario la velada. Es la bailarina sola contra todo: luces, sonido, espacio, ambientación. El argumento debate sobre algo que no por antiguo y conocido es menos vigente: la bailarina y su culmen plástico, la acción de búsqueda que no es otra cosa que navegar en el mar de las dudas, el experimento y poner en juego la propia capacidad de frustración. Esta es una de las claves: administrar ese reto, hacer de él un vehículo expresivo y ordenarlo de manera que su lectura tenga coherencia y justificación.
Se cita expresamente en el texto que acompaña a SWAN a la primera bailarina de la Ópera de París, Marion Barbeau, e incluso unas palabras entrecomilladas son de manera dudosa atribuidas a ella. El texto, que debe ser siempre una guía, si no probatoria, al menos clarificadora de la interpretación (física e intelectual) de lo que se va a ver, no ayuda demasiado en este caso. Bien al contrario, suma oscuridades. Puede ser intencional.
Indagando en Marion Barbeau encontramos que, junto a su pareja, otro bailarín de la misma institución parisiense, Simon LeBorgne, iniciaron durante el confinamiento por la pandemia del COVID19 un proyecto experimental; ellos se muestran muy activos en las redes sociales, pero no se acaba de entender qué de ellos llega al trabajo de Mar Aguiló y por qué; es evidente que Gross y Barbeau trabajan en la misma plantilla y bajo el mismo techo. Comencé a seguir a Barbeau al ver su manera inteligente de unir moda de vanguardia a su imagen social, como han intentado antes muchos bailarines con desigual fortuna.
Volviendo al poético solo de Aguiló, podemos inferir que se trata de un monólogo interior que puja por salir y establecerse como discurso plástico. Hubo antecedentes notables de esta propuesta (hasta Mijaíl Barýshnikov tuvo la suya). Se cifran dos planos de actuación: el salón de ensayos o laboratorio, y un imaginario escenario donde, sumariamente, debe ir a parar la bailarina y sus fraseos. No todo lo que sucede en el aula se convertirá en material coréutico. Hay zonas intermedias y cosas que se desechan. Las técnicas de la improvisación progresiva generan materiales que, una vez evaluados, limpiados y puestos en valor, pueden pasar al hecho coreográfico. En SWAN pasa todo esto, y el espectador recoge el guante y las referencias. Hay poses, secuencias de diversa extensión que remiten directamente a la coreografía canónica de Lev Ivanov (expresamente el segundo acto del Lago de los cisnes de Chaikovski) y que se convierten en citas intencionadas, exergos de homenaje que ahondan en ese “Ser o no ser” donde la bailarina debate la conveniencia o no de amarrarse a un personaje hijo del aire y los maleficios (el mal teatral).
Roger Salas
[Foto: Pablo Lorente]