MADRID / Manuel García cierra ciclo en la Fundación March

Madrid. Fundación Juan March. 18-XII-2021. M. García, Un avvertimento ai gelosi. Rosa María Dávila (Sandrina), Marcelo Solís (Berto), Jorge Franco (Il Conte di Ripaverde), Carlos Fernando Reynoso (Don Fabio), Laura Orueta (Ernesta), Xavier Hertherington (Menico). Directora de escena: Bárbara Lluch. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Clara Peluffo. Iluminación: Clara García. Piano y director musical: Rubén Fernández Aguirre.
Las cinco óperas de cámara o de salón (opera per società se llama esta), por su propio origen, son ideales para servir de vehículo para un programa de formación de jóvenes cantantes. Para eso las compuso el polifacético sevillano, para los alumnos de su prestigiosa academia de canto en París. No es raro, entonces, que tanto Le Cinesi como este Un avvertimento ai gelosi hayan sido elegidos para sendos programas formativos. En el caso de este último título, que cierra en la Fundación Juan March el círculo de la recuperación de todas las óperas de cámara de García, ha sido el Centro de Perfeccionamiento Vocal del Palau de les Arts de Valencia que ha tomado las riendas, ha seleccionado las voces y ha encargado una producción que acaba de recalar en Madrid y que seguirá su recorrido en algunas semanas.
Estamos, sin duda, ante la más teatral de las cinco óperas y la que más números de conjunto presenta. Aquí evidencia García su dominio de los recursos de la ópera bufa, tanto teatrales como vocales. Hay que señalar la calidad de la escritura vocal, nada sencilla por otra parte, sobre todos en ese cuarteto y ese sexteto, en el que García sabe entretejer las voces en una polifonía no exenta de trampas armónicas, ya que su insistencia en la afinación le llevaba a insertar en estos ensembles modulaciones abruptas que ponen a prueba el oído de los cantantes.
Dada la teatralidad de libreto y música, causa cierta decepción la puesta en escena de Bárbara Lluch, bastante estática, con una extraña y envarada gestualidad que parece quisiera hacer de los personajes unas marionetas. El continuo ruido escénico de actores y figurantes no añade nada, más bien emborrona el desarrollo de la acción, constreñida por una escenografía bastante esquemática.
Muy diferente fue todo en el apartado musical. Rubén Fernández Aguirre, que conoce como nadie este repertorio (ha estado detrás de la recuperación de todas estas óperas de salón), se pliega al ritmo de la acción con una absoluta flexibilidad, aportando aquí y allá notas de color, jugando con las frases y rellenando de imaginacion y humor los recitativos. Su concertación de las voces fue extraordinaria, especialmente en los mencionados cuarteto y sexteto.
En materia vocal hay que señalar la altura del nivel de calidad de las voces seleccionadas, empezando por una Rosa María Dávila de bello timbre, perfecta proyección, picardía en el fraseo y registro superior radiante. Magníficos los dos tenores, igualmente rossinianos, con un Franco ágil, flexible y de agudos muy timbrados y un Hertherington de tonalidades más centrales pero igualmente metido en estilo. Soberbios también Marcelo Solís, de timbre sombreado, contundencia sonora y buena coloratura, y Carlos Fernando Reynoso, de muy atractivo color, más claro, y de igual presencia sonora y escénica. Atractivo color el de Laura Orueta, aunque su fraseo fue algo frío, posiblemente por imposición de la dirección de escena.
Andrés Moreno Mengíbar
(Foto: Fundación Juan March)