MADRID / Los ‘Trocks’ renuevan con éxito sus largas pestañas

Madrid. Espacio Ibercaja Delicias, Madrid. El lago de los cisnes: 2do. Acto. (Chaicovski / Ivanov / Elena Kunikova); Danza rusa (sobre el original de M. Fokin); Go for Barocco: J. S. Bach / Peter Anastos; Noche de Walpurgis (Gounod / sobre un original de M. Lavrovski). Ballet Trockadero de Monte Carlo (USA). Festival Internacional de Artes Escénicas. Espacio Ibercaja Delicias, Madrid. Funciones hasta el 21 de mayo.
Una deliciosa función de danza humorística y buen trabajo teatral. El dibujo de ciertos caracteres es una gozada en manos de estos artistas: la bailarina pasota, la que quiere destacar a toda costa, la pretenciosa, la que inevitablemente se equivoca, todo un repertorio tan humano como posible. Sobre esto, los bailarines del Trockadero de hoy despliegan una técnica que, en algunos momentos, hasta una bailarina envidiaría.
Pero, cuidado y atención, no debemos quedarnos en lo anecdótico y el chiste. El trabajo de los Trocks es serio. No elude el humor, pero se ancla en tradiciones vernáculas. Hoy día puede hasta acoger reivindicaciones sociales importantes. En España, donde son muy esperados siempre, los Trockadero ya vivieron una velada entre trágica y cómica a principios de los años noventa del siglo pasado cuando María del Carmen Palma, que dirigía el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, los invitó a presentarse en el Generalife y un sector del público, que no sabía de qué trataba la velada, montó en cólera, terminando con denuncia y juicio. Por suerte, muchas cosas siguen cambiando.
El asunto de los travestidos en escena viene desde antiguo. En su Viaje a Italia, Goethe relata cómo seguía siendo tradición en el sur que los papeles teatrales femeninos fueran interpretados por actores muy especializados, sucediendo lo mismo en la ópera y el ballet, muy concomitantes en aquellos tiempos. Hay muchas teorías en liza. Dos de ellas son los antecedentes del teatro grecolatino y por su parte, la del gran teatro isabelino, que irradia sobre toda la escena europea su fuerte influencia. En la escuela francesa, en tiempos de Napoleón III, sucedió al revés: muchas bailarinas destacaban en roles masculinos.
La manera de abordar el repertorio que tiene Trockadero ha generado un estilo y ha influido en las formas del ballet humorístico, más allá de la parodia misma. Mucha gente durante mucho tiempo ha sostenido que al ballet le va mejor lo trágico y lo básicamente dramático. Esto también se relativiza constantemente. Los Trocks son implacables en tales menesteres. Durante una época en que la balletomanía tenía muy señaladas y personalizadas sus estrellas de devoción, era muy fácil que el público enterado identificara gestos y actitudes con grandes divas reales. Esa corriente ha perdido algo de fuelle porque el ballet mismo ha cambiado, como si el espacio reservado a los mitos fuera cosa del pasado. No hay hoy en día demasiadas luminarias a quien imitar.
El repertorio escogido para las representaciones en Madrid tenía dos novedades notorias: Noche de Walpurgis y la Danza rusa. Si vamos a Youtube, enseguida topamos con estos dos ballets, el primero en versiones históricas con Maya Plisetskaia y Ekaterina Maxímova, y el segundo en la exquisita recuperación que ha hecho Uliana Lopátkina en el Teatro Mariinski de San Petersburgo. Trockadero borda sus versiones, son hilarantes, pero a la vez, raramente, respetuosas, tienen algo de reverencia y de culto al pasado y las tradiciones. Vale la pena verlos y que sea con una mirada relajada.
Actualmente la plantilla de la compañía es, a tenor del mundo global, también multiétnica y multicultural, en el sentido de la procedencia de sus artistas y sus muy diferentes fuentes formativas. Japoneses, chinos, afroamericanos, tres españoles, un mexicano, un suizo y un cubano enriquecen este conjunto con sus muy particulares maneras.
Roger Salas