MADRID / Lise Davidsen, una mirada romántica desde el Norte

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 9-X-2023. XXX Ciclo de Lied. Lise Davidsen, soprano; James Baillieu, piano. Obras de Grieg, Berg, Schubert y Sibelius.
Lise Davidsen abrió ayer la 30ª edición del Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y el CNDM, acompañada al piano por James Baillieu. El recital suponía además el debut de la soprano noruega en esta programación. Davidsen recuerda, inevitablemente, a su compatriota Kirsten Flagstad. Se trata de una voz claramente dramática, de amplio registro sopranil y su correlativo empuje, con un agudo plateado de agresiva seducción, sensuales sombras en el grave y un centro que la cantante es capaz de regular con intensidades varias, entre la confidencia y el desgarro. Desde luego, una voz grande ha de cuidarse mucho en el repertorio de cámara y tal ha sido la inteligente deriva de la cantante. Hoy figura en primera línea de las salas operísticas, con rotundas intervenciones en el repertorio alemán –Wagner, Weber, Beethoven– y no tan felices visitas al mundo italiano.
El programa elegido, con páginas de Grieg, Berg, Schubert y Sibelius, dio buena muestra de la cultura musical y poética de la solista, centrada en distintas etapas del romanticismo y moviéndose entre lenguas: alemán, noruego y finlandés. En todo caso, el mundo nórdico primó sin marginar el ámbito austriaco. En efecto, los medios de Davidsen se prestan especialmente bien a las baladas, las piezas narrativas con acción y voces individualizadas de personajes. Así se pudo comprobar en Schubert, con El rey de los elfos y Margarita en la rueca. También hubo patetismo sensual del bueno en Sibelius: ¿Fue un sueño? y Rosas negras. En las canciones de Grieg con apelaciones a fuentes populares, Davidsen aclaró el timbre y alivió la emisión consiguiendo momentos de inteligente expresividad. En las siete piezas juveniles de Alban Berg primó un buen recitado de poemas decadentes y naturalistas, más los saltos de tesituras expresionistas que anticipan la obra bergiana de madurez.
El pianista James Baillieu tuvo a su cargo una exigente tarea porque los autores escogidos exigen tanto solvencia sonora y armonización con la voz, como relato y climas. Baillieu salió airoso con brillo, en especial en el caso de Berg y ciertas obras de Grieg que demandan un claro canto paralelo del piano ante la voz.
Blas Matamoro
(fotos: Rafa Martín)