MADRID / Las Calatravas, escenas de la aristocracia madrileña

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 12-III-2021. Luna, Las Calatravas. Miren Urbieta-Vega, Lola Casariego, Lucía Tavira, Javier Franco, Andeka Gorrotxategui, Emmanuel Faraldo, Houari R. López Aldama, Emma Suárez. Director musical: Guillermo García Calvo.
Como viene siendo costumbre en las últimas temporadas, el Teatro de la Zarzuela ha recuperado una obra de nuestro patrimonio lírico que, por una u otra razón, no había entrado en el repertorio habitual. En esta ocasión el título elegido ha sido Las Calatravas, última obra escénica del maestro aragonés Pablo Luna, recuperada e interpretada en versión de concierto dentro de la actual temporada. Estrenada en el Teatro Alcázar de Madrid el 12 de septiembre de 1941, la obra obtuvo un enorme éxito, recibiendo el aplauso unánime del público, que reclamó la repetición de todos y cada uno de los números musicales, así como una entusiasta acogida por parte de la crítica. Posteriormente fue llevada a Barcelona (Teatro Tívoli) el 18 de enero de 1942, con el mismo éxito. A su regreso a Madrid, Luna sufriría un ataque de uremia que le provocó la muerte apenas diez días después, el 28 de enero.
El texto de Las Calatravas, comedia lírico-romántica en tres actos, está firmado por dos de los libretistas esenciales de nuestra historia lírica, Federico Romero y José Tellaeche (adaptado para esta ocasión por Paco Gámez), cuya trama festiva y moralizante nos remite a un Madrid decimonónico plagado de estereotipos románticos y convenciones narrativas, todo muy del gusto de la burguesía urbana del momento. El embrollo gira en torno a la Marquesa de Calatrava, Laura, y sus dos hijas, Isabel y Cristina, ambas preocupadas por el muy diferente devenir de su vida matrimonial. Este tipo de historias de la aristocracia madrileña tiene su reflejo más directo e inmediato en novelas como Pequeñeces (1891) de Luis Coloma o Vestida de tul (1942) de Carmen de Icaza, baronesa de Claret.
Luna pertenece a la generación de zarzuelistas que marcan la transición entre el género chico y la opereta. Se trata de un compositor que tuvo además una evolución lenta y sostenida, fruto de su formación autodidacta. Dotado de una capacidad melódica sorprendente, poseía asimismo un don innato para la instrumentación, como demuestran los quince números musicales de esta partitura, de líneas amplias y líricas, que permiten el lucimiento de los cantantes, recuperando el espíritu de sus mejores obras del pasado. En Las Calatravas Luna efectúa una recreación musical del periodo histórico representado en escena, evocando sus formas y ritmos musicales más característicos: la polca, el chotis, el vals del segundo acto, la marcha de inspiración francesa, los ritmos andalucistas representados por los dos fandangos del tercer acto, evocaciones de la copla, expresivas romanzas y líricos dúos, además de un bello tema central que sirve para aportar cierta unidad a toda la partitura.
En la lectura que nos ocupa, el elenco vocal estuvo bien seleccionado. Se lució en el papel de Cristina la soprano lírica Miren Urbieta-Vega, de limpio timbre, quien acometió con excelencia su romanza ¿Me ha perdonado?, así como el dúo Un caballero español junto al tenor Andeka Gorrotxategui como Carlos Alberto, su marido infiel, que mostró seguridad en el agudo y bravura en la exposición. Las partes del barítono fueron asumidas por Javier Franco, al que pudimos disfrutar como un buen Vidal en las pasadas funciones de Luisa Fernanda. Franco abordó las dos nada fáciles romanzas de su personaje (el banquero Mariani), resolviendo con suficiencia las notas agudas (estuvo algo más justo en la zona grave) y mostrando una gran expresividad en toda su intervención. La soprano cordobesa Lucía Tavira, de brillante emisión, se encargó de Isabel y Lola Casariego, mezzosoprano, como la Marquesa de Calatrava ofreció una simpática actuación, elegante y gestual. Sirvió como contadora de la trama la actriz Emma Suárez, asignada al papel de Doña Aldonza, tía pobre de las Calatravas, que hizo una narrativa natural y fluida, con dosis de ironía.
Guillermo García Calvo, al frente de la ORCAM, expuso la hermosa partitura con cuidadoso control y elegancia, dando sentido a cada uno de los ritmos y temas que sus páginas contienen. Agradeció el público, con grandes aplausos, esta producción en versión de concierto de una brillante comedia musical, recuperada tras ocho décadas de ausencia y cuyos valores la hacen digna de una escenificación.
Manuel García Franco