MADRID/ La Ritirata revive la deslumbrante belleza de ‘Il Giardino di Rose’ de Scarlatti
Madrid. Auditorio Nacional. 9-IV-2024. Ciclo Universo Barroco. Núria Rial y Alicia Amo, sopranos; Luciana Mancini, mezzosoprano; Víctor Sordo, tenor; José Coca, bajo. La Ritirata. Josetxu Obregón, director. Alessandro Scarlatti: Il giardino di rose, o sia La Santissima Vergine del Rosario.
Alessandro Scarlatti vivió entre 1703 y 1708 en Roma, con algunas incursiones en Venecia, y durante este segundo periodo en la Ciudad Eterna compuso alguna de sus mejores oratorios. Il Giardino di Rose fue encargado por el marqués Francesco Maria Ruspoli y se estrenó el Domingo de Resurrección de 1707. Ese mismo año, Scarlatti había compuesto otro maravilloso oratorio en Venecia, Il Primo Omicidio y también allí una ópera deslumbrante, Il Mitridate Eupatore, que ha sido ocasional y recientemente interpretada por el conjunto Les Accents y está esperando a que alguien la grabe y a que se reponga en más ocasiones. El propio Haendel tuvo que medirse con Scarlatti al componer su prodigioso oratorio La Resurrezione, interpretado en 1708, poco más de un año tras Il Giardino di Rose, en el mismo lugar, para la misma ocasión y bajo el mismo mecenas, el Príncipe Ruspoli. Y a fe mía que también se inspiró en la bella creación de Scarlatti en algunos elementos.
La música de este oratorio es una absoluta maravilla de principio a fin y, como sucede con tantas obras olvidadas de este compositor admirable que es Alessandro Scarlatti, la reposición de muchas de esas joyas sigue siendo una cuenta pendiente de programadores y de músicos, así que una cálida enhorabuena en este caso al CNDM y a Paco Lorenzo y, por supuesto, a Josetxu Obregón y La Ritirata, que con valentía nos ofrecen tan a menudo tesoros escondidos con tan gran excelencia. A pesar de su inmensa calidad, hasta ahora había sido una obra prácticamente inédita en nuestro tiempo y solo un par de sus preciosas arias figuraban en algún recopilatorio. Fue interpretada por primera en tiempos modernos en un concierto aislado dirigido en Roma por Alan Curtis en 2005 y más recientemente, en 2022, fue repuesta durante la Semana de Música Religiosa de Cuenca por Josetxu Obregón, de manera infinitamente más brillante que Curtis y con prácticamente el mismo elenco y orquesta que en el concierto de hoy, con excepción de la soprano Jone Martínez en vez de Alicia Amo y un par de instrumentistas. Así que hay que agradecer muy especialmente a La Ritirata que haya puesto todos los medios para volver a revivir brillantemente esta obra maravillosa. Otra gran alegría es que la acaban de grabar, aprovechando esta serie presente de conciertos, una grabación que felizmente aparecerá en el sello DHM.
La interpretación de este oratorio ha sido sin ninguna duda uno de los mejores conciertos de los últimos años en el ciclo Universo Barroco y también un absoluto lujo el poder disponer de semejante elenco de músicos y cantantes en una sala de las dimensiones contenidas y con tan excelente acústica como es la extraordinaria Sala de Cámara del Auditorio Nacional. Es un auténtico placer para los sentidos y un privilegio disfrutar de todo ello en esa escala y con esa calidad, aunque el director me confesó que aun así le hubiera gustado que más gente hubiera podido disfrutar de esta maravillosa música de Scarlatti.
A pesar de las informaciones erróneas que se pueden leer en diversas fuentes, el libreto no fue escrito por Ruspoli sino por el reverendo Filippo de Raimo para La Religione Giardiniera (Nápoles,1698) y estaba dedicado a La Santissima Vergine del Rosario. Los cinco personajes se encuentran en una rosaleda, donde las rosas simbolizan el rosario y las espinas, la penitencia que debe atravesarse para disfrutar de ese gentil jardín. Bóreas, el viento del norte, intenta disturbar la paz y está asociado con lo infernal, el malo, frente al personaje de la Religión, el bueno. No es difícil ver aquí la confrontación entre el emperador Habsburgo —en el aria de La Religione Oh Dio, che già se menciona explícitamente “Crudo Aquilone”, en alusión al escudo imperial— y el Papa. Cada personaje tiene arias bellísimas conforme a su personalidad con metáforas relativas al jardín y una serie de instrumentos asignados, violines, viola, flauta, oboe, fagot etc., la dulce y pura Carità, la optimista y sutil Speranza, la dramática y profunda Penitenza, una Religione como fiel defensora de la fe y que a veces, a modo de narrador, introduce a los demás tras sus recitativos, y una brillante música de enorme carisma para el malvado Borea, casi siempre con fagot, órgano e incluso trompetas.
El oratorio es una de sus mejores composiciones en este genero y sigue un modelo operístico, como sucedía muy especialmente entonces en Roma, durante los años de la prohibición operística en la ciudad, con una sinfonía de apertura en cuatro movimientos, seguida de arias tripartitas, varios dúos y hasta un trío y un breve cuarteto. Il Giardino di Rose tiene grandes innovaciones estilísticas, unas enormes cualidades musicales y una calidad deslumbrante. Scarlatti es capaz de la mayor belleza a través de la sutilidad armónica y una delicadeza poética llena de figuras musicales, expresividad e intensidad en la imaginativa construcción de sus arias, con una riqueza fascinante conseguida a menudo con pocos medios, con un par de instrumentos y el continuo, y en otras ocasiones con la orquesta plena y los ritornelos; casi siempre con una escritura llena de ideas audaces capaces de transmitir esplendor a través de la sencillez, aunque algunas veces emplea también la grandiosidad de trompetas y otros recursos, el aria Ombre nere resulta, por ejemplo, un alarde de modernidad.
La obra consta de las habituales dos partes de un oratorio y su instrumentación está organizada con un variado orgánico, formado en el concierto por flautas (Lalo), oboe I (Jorde), fagot (Guerra), trompetas I y II (Casañ y Mazé), violines I (Kurosaki y Hontana), violines II (Makarenko y Benavent), viola (Mercero), violonchelo (Verona), violone (Campanero), tiorba y guitarra (Martí) y clave y órgano positivo (Oyarzabal). Toda la orquesta ha sonado brillante, con momentos estelares de muchos instrumentos, bien en arias vibrantes, bien en otras caracterizadas por diálogos refinados entre voz e instrumentos, con un maravilloso continuo y magníficamente dirigida por Obregón. Desde la Introduzione la música es espectacular, tras un bello Adagio con oboe y cuerda viene el brillo festivo del Allegro con dos trompetas, para después repetir la misma secuencia. Toda la serie de arias y dúos que le siguen compiten en calidad durante todo el oratorio, con una segunda parte especialmente deslumbrante, donde muchas arias quitan el aliento sin interrupción.
Todas las voces fueron espléndidas y han sido muy bien escogidas para cada personaje. Nuria Rial (Carità) nos deleitó con su voz pura y grácil, con ese dominio natural con el que canta y su delicada ornamentación en los dacapo, estuvo especialmente brillante en todas sus fraseos y articulaciones. Uno de los momentos más bellos fue el aria Più del vago pellicano, donde Obregón dejó por un momento el atril para deleitarnos con su imponente violonchelo, pero también otros, como la bellísima Vedi lo stuolo, con un brillante Kurosaki al violín y unos excelentes filados de Rial, o Che dolce simpatia, con la alegre flauta de Lalo, el fagot de Jorde y la imaginativa y elegante tiorba de Martí, o en la pastoril La bella rondinella, un aria encantadora con una Rial en estado de gracia y unas coloraturas preciosas.
La mezzo Luciana Mancini (Penitenza) cantó con sobrecogedora belleza el aria Starò nel mio boschetto, con el atrevimiento scarlattiano de los trinos del ruiseñor brillantemente interpretados, como toda la noche, por Tamar Lalo, con una ornamentación espectacular de Mancini y una voz con una paleta llena de colores y matices. También pudimos disfrutar de la profundidad corporal de su registro en otras arias más dramáticas como Se nascon tra spine, con sutiles juegos al final con la viola de Mercero, y un canto con enorme intensidad del pathos en el aria Io voglio pianger tanto, con todos los matices y el poder de su voz hermosamente oscura, nuevamente con unas ornamentaciones excelentes y unos diálogos delicados con la viola, el último de los segundos violines, violonchelo y tiorba, o en Volessero le stelle.
Alicia Amo estuvo espléndida en la bellísima Mentr’io godo, el aria más hermosa de todo el oratorio, que interpretó con gran personalidad y refinamiento, con un excelente fiato que plasmó la atmósfera bucólica y evocadora de este aria sublime. En otras arias, como en la bella Fra gl’odori, sin embargo, la soprano adoleció de cierta falta de potencia y proyección de su voz, cuestión que se percibió igualmente en los dúos que su papel tiene con Núria Rial. También resultó algo indefinida en ocasiones su línea de canto y quizá algo fuera de estilo, más tardío, como en Il suo bel verde. Amo tiene una voz de bello color, con buen control de los registros y seguramente volverá a la excelencia a la que nos había acostumbrado.
El tenor Víctor Sordo estuvo muy bien en su papel de la Religione, y brilló en arias como la “handeliana” Viene se puoi, con excelentes agilidades, en Che tanto suspirar, donde nos mostró un excelente volumen, en ambas junto a unos brillantes fagot y oboe, o en la grácil y delicada L’Augelleto che volando. Su voz de tenor ligero resulta muy apropiada para su papel y cantó con gran elegancia y sensibilidad.
Otro gran triunfador fue el soberbio bajo José Coca (Borea), con una emisión poderosísima y vibrante, que subió el tono del concierto desde su primera aparición, y un control excelente de la afinación en todo el registro. Tuvo momentos espléndidos como en la impactante Ombre nere, espectacular aria con las dos brillantes trompetas, aunque con su vigor durante el concierto le taparon un poco en algún instante —al contrario que en 2022 en Cuenca—, o sus excelentes interpretaciones del impresionante arioso O del profundo o la magnífica Fosca nube.
Bajo la excelente dirección de Obregón, la orquesta estuvo brillante y precisa durante todo el concierto, con un espléndido Hiro Kurosaki como concertino y unos magníficos instrumentos solistas en todas las arias, un bajo continuo fantástico, donde destacó especialmente Josep Maria Martí, siempre imaginativo y delicado pero con un sonido rotundo, junto a unos excelentes Verona, Oyarzabal, y Campanero. Mención especial merecen también los dos excelente trompetistas Ricard Casañ y René Mazé, que estuvieron brillantes y seguros tanto en la sinfonía de apertura como en los movimientos del final de oratorio. La Ritirata rindió así un soberbio homenaje a la admirable música de Alessandro Scarlatti, una fuente inagotable de belleza.
Manuel de Lara
(fotos: Rafa Martín)