MADRID / La perfección sí existe

Madrid. Auditorio Nacional. 20-XI-2019. Ciclo Universo Barroco (CNDM). Bart Jacobs, órgano. Vox Luminis. Director: Lionel Meunier. Obras de Buxtehude.
Solo cuando se conoce bien la música de Dieterich Buxtehude (1637-1707) se puede empezar a comprender la inmensidad de la música de Bach. El que más tarde sería Kantor de Leipzig bebió en numerosas fuentes durante su juventud, la mayor parte de ellas, de su propia familia. En especial, del primo de su padre, Johann Christoph Bach (1642-1703), considerado como uno de los compositores más importantes de la generación alemana anterior al propio Bach. Pero no hubo, ni por asomo, ninguna otra fuente que le inspirara tanto como Buxtehude.
Con apenas 20 años, el joven Bach emprendió un viaje a pie de 400 kilómetros desde Arnstad hasta Lübeck, con el fin de conocer al viejo Buxtehude (que fallecería solo dos años más tarde) y escuchar su música. Allí estuvo casi cuatro meses, absorbiendo como una esponja todo lo que captaban sus oídos. Buxtehude pasó sus últimos cuarenta años sin moverse de Lübeck, pero su fama había trascendido gracias a las Abendmusiken, conciertos gratuitos que se ofrecían por la tarde los cinco domingos anteriores a la Navidad, en la Marienkirche. La idea partió de Franz Tunder, a quien al morir sucedería como organista Buxtehude (que había cumplido religiosamente con la tradicional condición de contraer matrimonio con la hija para poder acceder al cargo), pero fue precisamente con este cuando las Abendmusiken alcanzaron fama en toda Alemania.
Vox Luminis grabó hace poco más de un año algunas de aquellas cantatas que Buxtehude compuso para las Abendmusiken, y ahora las pasea en gira por diversos países europeos. Con una diferencia: en el disco, el coro estaba acompañado por el Ensemble Masques (Olivier Fortin), que interpretaba varias sonatas en trío; ahora, Vox Luminis tiene su propia formación instrumental, si bien las obras no vocales de la gira han sido exclusivamente organísticas, a cargo de Fred Jacobs. Eso ha implicado que en Madrid haya habido que desempolvar el infrautilizado órgano de la sala de cámara, de todo punto anacrónico para esta música, como quedó evidenciado en alguna de las piezas (en especial, la bellísima Passacaglia en Re menor BuxWV 161), a pesar de los denodados esfuerzos de Jacobs en su interpretación por evitarlo.
Vox Luminis presentaba en esta ocasión diez voces (cuatro sopranos, dos altos, dos tenores y dos bajos, entre estos el propio Meunier), además de dos violines, dos violas, un violone y un órgano positivo. Abordaron cuatro cantatas: Gott hil mir, denn das Wasser geht mir bis and die Seele BuxWV 34, Befiehl dem Engel, das ser komm BuxWV 10, Jesu, meine Freud BuxWV 60 y Herlich lieb hab’ ich dich, O Herr BuxWV 41, que en realidad fueron cinco, ya que el grupo belga (belga de residencia, aunque holandés de espíritu y formación, y plural en cuanto a nacionalidades, pues los miembros que cantaron y tocaron en Madrid son belgas, franceses —el propio Meunier—, holandeses, húngaros —la excepcional soprano Zsuzsi Tóth—, polacos, canadienses, portugueses, alemanes, finlandeses, daneses, australianos y hasta españoles —la mezzo Victoria Cassano—) obsequió de propina otra cantata: Jesus, meines Lebens Leben BuxWV 62.
Es un tópico manido, pero fue una de esas veladas que tardan mucho tiempo en desaparecer de la memoria —si es que en algún momento llegan a desaparecer— de quienes tienen la enorme dicha de haberlas disfrutado. La música de Buxtehude es, desde cualquier punto de vista, mirífica, pero son interpretaciones como esta las que la convierten en algo absolutamente prodigioso. Ni un desequilibrio, ni una desafinación, ni un desajuste… Asusta tanta perfección. Sí, porque hay quienes sostienen que la perfección no existe, que lo máximo a lo que se puede aspirar es a acercarse a ella… Tendrían que haber escuchado este Buxtehude de Vox Luminis para comprobar lo equivocados que están.
(Foto: Elvira Megías – CDNM)
Eduardo Torrico