MADRID / La Orquesta Barroca de Sevilla ofrece un Vivaldi infrecuente

Madrid. Auditorio Nacional. 13-III-2021. XLVIII Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música (Universidad Autónoma de Madrid). Orquesta Barroca de Sevilla. Director y fagot: Sergio Azzolini. Obras de Vivaldi, Platti y Albinoni.
Nos hemos acostumbrado, por desgracia, a que las orquestas españolas especializadas en música barroca hayan quedado reducidas a un formato ‘caja de cerillas’ y a que se dediquen casi de forma exclusiva a la recuperación patrimonial. Tan poco recomendable práctica comenzó con la crisis económica de 2008 (la “pequeña desaceleración económica” de la que nos hablaba Zapatero) y ha alcanzado su punto culminante durante la pandemia de la Covid-19. Muchas formaciones no han aguantado el tirón y se han visto abocadas a su desaparición. O a una interminable hibernación forzosa, de la que no se sabe si saldrán algún día. Por eso, ver anoche sobre el escenario del Auditorio Nacional a la Orquestra Barroca de Sevilla con una plantilla de veintidós músicos (11 violines, 4 violas, 3 violonchelos, un contrabajo, un archilaúd y un clave, además del fagot del director-solista) nos devolvió por un momento a tiempos pasados que, a nuestro parecer, sí fueron mejores. Al menos, en este aspecto.
Venía la OBS de hacer el mismo programa los dos días anteriores en Sevilla. Era la primera vez que la dirigía Sergio Azzolini, afamado fagotista gracias a un buen número de grabaciones discográficas dedicadas a Vivaldi, pero no demasiado apreciado por los historicistas más puristas (sus instrumentos son híbridos, con no pocos aditamentos anacrónicos). Como no podía ser de otra manera, ese programa giraba en torno a la producción fagotística del Prete rosso, que compuso —al menos, son los que se conservan— 39 conciertos con fagot. No hay que descartar que puedan aparecer más, porque, por ejemplo, el Concierto para violín, fagot, cuerdas y continuo en Sol menor RV 812, obra que sonó en segundo lugar y cuyo movimiento lento es de una apabullante hermosura, lleva apenas seis años figurando en el catálogo oficial vivaldiano. Un Vivaldi de lo más infrecuente, ya que son sus conciertos para violín los que se llevan la palma a la hora de programar.
La OBS empezó quizá demasiado contenida y con algunos desajustes, problemas que se fueron solventando gradualmente. Ignoro si esa contención atendía a alguna consigna de Azzolini. No podemos más que especular al respecto, ya que, al estar tocando todo el rato, sus indicaciones resultaron imperceptibles a ojos del espectador. Para la tercera obra del programa —el Concierto para fagot, cuerdas y continuo en Do menor de Giovanni Benedetto Platti—, las cosas habían mejorado ostensiblemente y la OBS ya sonaba todo lo bien a lo que nos tiene habituados.
Con la interpretación —magnífica— de la Sonata à cinque op. 2 nº 11 de Tomaso Albinoni (a cargo de Andoni Mercero y Leo Rossi, violines; José Manuel Navarro y Gonzalo Castelló, violas; Mercedes Ruiz, violonchelo; José Luis Sosa, contrabajo; Juan Carlos de Mulder, archilaúd, y Alejandro Casal, clave), todo estaba bajo control. Las dos últimas obras (el Concierto para fagot, cuerdas y continuo en Re menor y el Concierto para violín, fagot, cuerdas y continuo en Sol menor, “La Notte”, RV 104a), encontraron una espléndida respuesta por parte del solista-director, que pareció también irse entonando a medida que pasaba el tiempo. Así se constató en la propina, un arreglo del movimiento lento del Concierto para 2 violonchelos en Sol menor, con Azzolini, ahora sentado en una silla, dando lo mejor de sí mismo.
Después de presenciar en este mismo Auditorio Nacional el pasado jueves la exhibición del fagotista Eyal Streett, con Il Gardellino, no puedo por menos que admitir que la figura de Azzolini me resultó muy empequeñecida en esta ocasión. Tal impresión la compensó con creces el formidable desempeño del concertino, Andoni Mercero, que nunca falla.
Eduardo Torrico