MADRID / La muy especial celebración del Día europeo de la Música por el CNDM
Madrid. Auditorio Nacional. 21-VI-2023. CNDM. Orquesta Sinfónica Freixenet. Noemí Fúnez, viola. Juanjo Mena, director. Obras de Wagner, Hoffmeister y Mahler.
Para celebrar el Día europeo de la música el CDNM ha incluido, fuera de abono, un concierto especialmente atractivo. Primero, porque se trataba de un concierto sinfónico a cargo de una orquesta solo de jóvenes, lo que no significa principiantes ni aprendices. Son maestros en fase de perfeccionamiento. La Orquesta Sinfónica Freixenet es uno de los conjuntos asociados a la Escuela Superior de Música Reina Sofía, lo que ya es garantía suficiente (atención a lo que ya se llama generación ascendente de esta Escuela). Segundo, porque incluía una obra de auténtica envergadura como la Primera Sinfonía de Mahler, a la que se añadía una pieza cada vez más tocada de un compositor poco visitado, Franz Anton Hoffmeister, un contemporáneo de Mozart que, además, fue editor de música ya entrado el siglo XIX. Para empezar, la obertura de Los maestros cantores. Es decir, se trataba de probar que esta orquesta es capaz de dominar tres estilos muy distintos. Tercero, porque actuaba como solista de viola, en el concierto de Hoffmeister, la joven Noemí Fúnez, en cuyo currículo aparece su aprendizaje con Tabea Zimmermann, entre otros nombres importantes; esto es, se presentaba con todos los honores, en una sala prestigiosa, un indudable talento emergente. Y, en cuarto lugar (last but nos least) porque la orquesta la dirigía una batuta de primer orden. Si no me equivoco, el espléndido Juanjo Mena era el único “no joven” en escena.
La orquesta más o menos en pleno tocó la obertura de Wagner con fuerza y exactitud. Detalles aparte, que no merece la pena nombrar porque tampoco está uno seguro, los Maestros resultaron más majestuosos y brillantes de lo debido para unos gremios que reclaman una solemnidad limitada, burguesa, no imperial. De pronto, la orquesta se transforma, y los ochenta músicos (¿eran ochenta…?) se convierten en un conjunto de cámara de casi treinta para tocar una bella pieza del Clasicismo, una obra de Hoffmeister que (según nos informa Luis Suñén en las notas del programa) ha tenido que ser reconstruida desde las partes. El sonido de Noemí Fúnez me parece muy personal, un excelente equilibrio entre lo diáfano que asociamos al Clasicismo y una aspereza deliberada. Brilló en todo el concierto, muy bien acompañada por sus solidarios colegas y por la figura no sé si paternal de Juanjo Mena; pero ese brillo brindó una especial musicalidad, incluso virtuosismo, en la cadencia y en el hermoso Adagio. Prescindamos de la propina.
La complejidad de la Primera sinfonía de Mahler, complejidad que es su marca sinfónica, la encaró Juanjo Mena, acaso menos paternal y más exigente con las capacidades indudables de los músicos, con un especial cuidado en contrastar intimidad y despliegue de danzas y motivos de un sabor popular no demasiado folclórico. Las intimidades servían también para que muchos músicos, sobre todo de las maderas y los metales (sin olvidar momentos como el del contrabajo enunciando el Frère Jacques en tono menor), tuvieran “su frase”, como se dice en teatro, aunque la frase se convertía en cierto despliegue, más prueba de capacidad de cada solista que motivo de lucimiento… aunque también. Las danzas y los desarrollos puramente sinfónicos (sin olvidar la heterodoxia mahleriana de siempre) servían para desarrollar toda una notable versión que, apoyada en los jóvenes músicos, fue obra propia de Juanjo Mena (recuérdese su Quinta en los Proms de hace nueve años), director sinfónico de amplísimo repertorio, pedagogo y –se diría– empeñado en sacar adelante músicos que un día dejarán de ser jóvenes pero ya serán músicos completos gracias a él (entre otros, no vamos a discutir eso). El público era muy distinto del habitual. Aplaudía entre movimientos, y no hay que ponerse estupendo. El público se forma yendo a conciertos, y el aplauso es muestra de su entusiasmo. Lo importante es que ese entusiasmo continúe en la mayor parte de ese público nuevo.
Todo esto daba sentido a este programa, a la presencia de esta orquesta, de Noemí y de Juanjo. Es lo que ha dado emoción a la feliz iniciativa del CNDM de celebrar así el Día europeo de la música, 21 de junio.
Santiago Martín Bermúdez
(fotos: Elvira Megías)