MADRID / La música del Perú virreinal
Madrid. Fundación Juan March. 28-I-2023. Camerata Iberia. Director, laúd y guitarra: Juan Carlos de Mulder. Obras de De Araujo, Herrera, Sanz, Facco, Ruiz de Ribayaz, Torrejón y Velasco, De Murcia y anónimas.
Se ha impuesto en los últimos tiempos una corriente de opinión (más en casa que fuera, donde siempre existió esa corriente) que obcecadamente se empeña en estigmatizar la presencia de España en los territorios del Nuevo Mundo. Nadie va a negar que lo que motivó aquella presencia fue fundamentalmente la codicia —resumida mejor que nada en la leyenda de Eldorado—, aunque también hubo un cierto propósito evangelizador. Pero negar que, allá por donde pasaron, los españoles dejaron cultura es simple y llanamente mezquino. Basta una comparación con lo que hicieron en América ingleses y franceses para darse cuenta de la abismal diferencia que supuso aquella presencia. La huella ibérica (hay que incluir, por supuesto, a Portugal) fue profunda en las artes plásticas, en la literatura, en el teatro y, por supuesto, en la música. Fueron muchos y buenos los compositores que abandonaron la península, temporal o definitivamente, para ejercer en aquellas tierras su magisterio. Y fueron no pocos los músicos oriundos que surgieron durante el periodo colonial: José de Orejón y Aparicio, Juan de Herrera, Esteban Ponce León, José Cascante, Juan Ximénez, Manuel de Zumaya, Esteban Salas, Tomás Pascual… Algunos, descendientes de españoles; otros, indígenas.
En su ciclo El orbe musical de la Monarquía Hispánica, la Fundación Juan March ha brindado la oportunidad a la Camerata Iberia de dar una pincelada de lo que fue la vida musical en el Perú de los siglos XVII y XVIII. ¿Por qué el Perú? Pues porque fue allí donde floreció más y mejor la música, excepción hecha de México. En Perú sonó la primera ópera americana, compuesta por Tomás de Torrejón y Velasco (La púrpura de la rosa). En Perú se elaboró el Códice Martínez Compañón (que contiene, entre otras joyas artísticas y literarias, 21 piezas musicales que son un valiosísimo testimonio de lo que se escuchaba allí en aquel tiempo). Y en Perú nació también el vihuelista, laudista y guitarrista Juan Carlos de Mulder, fundador de la propia Camerata Iberia que protagonizaba este concierto, aunque él lleva más de media vida radicado en España.
Bajo el título Sones del Perú colonial, el programa incluía piezas vocales (villancicos, arias, dúos, canciones, una ‘chanzoneta’…) de Juan de Araujo, Tomás de Herrera, Giaccomo Facco y Tomás de Torrejón y Velasco, y también instrumentales (folías, españoletas, villanos, canarios…) de Gaspar Sanz, Santiago de Murcia y Lucas Ruiz de Ribayaz. Este último, notable arpista que fue de la península a América y regresó años más tarde, ha pasado a la posteridad no por sus composiciones, sino como compilador, pues fue él quien publicó el célebre tratado Luz y norte musical para caminar por las cifras de la guitarra española y el arpa (1677).
La soprano Agnieszka Grzywacz y la mezzosoprano Adriana Mayer estuvieron brillantes tanto en sus intervenciones en solitario como cuando formaron dúo (empastaron magníficamente). Es de destacar la excelente prosodia de Grzywacz, a la que se le entendieron todas y cada una de las sílabas, lo cual tiene mucho mérito si tenemos en cuenta que procede de Polonia (aunque, como en el caso de De Mulder, lleva ya tiempo radicada en España). Los instrumentistas (el propio De Mulder al laúd y a la guitarra; Carlos Oramas, a la tiorba; Laura Puerto, al arpa ibérica de dos órdenes, y María Alejandra Saturno, a la viola da gamba) completaron, asimismo, una notable labor tanto en las piezas instrumentales como proporcionando acompañamiento a las dos cantantes.
Un dato que no debe pasar por alto: no hubo, en la España del XVII (la de aquí y la de allí) un instrumento tan fundamental como el arpa. En la música de las capillas y en la de los teatros. Por fortuna, en los últimos años parece que se le está dando al arpa de dos órdenes el valor que realmente tiene y ya es habitual verla integrada en este tipo de programas. Sin desmerecer a nadie, es algo que hay que cargar en el haber —por su perseverancia y buen hacer— de Manuel Vilas, Sara Águeda y Laura Puerto.
Eduardo Torrico