MADRID / La Chapelle Royale en el órgano de la Real Capilla
Madrid. Real Capilla de Palacio. 22-IV-2022. XV Ciclo de Órgano “Versalles en la Capilla Real”. Esther Ciudad, órgano. Obras de François Couperin, Dandrieu y Balbastre.
Esther Ciudad, la organista de la Seo de Zaragoza, nos brindó un buen concierto en el magnífico órgano de la Real Capilla de Palacio, con obras de tres organistas que trabajaron en distintas épocas para la Chapelle Royale de Versalles: François Couperin, Dandrieu y Balbastre. El órgano de la Chapelle Royale (1710) estableció muchos de los principios constructivos futuros para el órgano francés, tal y como fueron finalmente recogidos y publicados por el organero y monje benedictino François Dom Bédos de Celles en su célebre tratado L’Art du facteur d’orgues de 1766.
En 1756, el organero Leonardo Fernández Dávila comenzó la construcción del órgano destinado a la Capilla Real, con características de los estilos español e italiano, que dejó listo para ser montado en 1759, mucho antes de que el edificio de la capilla estuviera concluido. Cuando en 1771 se debía iniciar su montaje, Fernández Dávila falleció y se encargó a Jorge Bosch Bernat-Veri concluir la obra. Bosch remodeló el modelo de Fernández Dávila y lo mejoró de forma excepcional, inspirándose en gran medida en el tratado de Dom Bédos, y tardó así varios años más en terminarlo. Bosch desarrolló importantes avances técnicos, como las novedades en la conducción del aire, no conocidas hasta entonces, la doble arca de viento, la manivela tipo biela que facilita la entonación; así como registros novedosos como la voz humana en eco, la imitación de la flauta travesera, variados registros de lengüeta, etc. Dotó así al instrumento de tan amplias posibilidades dinámicas y una variedad tímbrica de colores que lo convirtieron en uno de los mejores de España. En la década de 1990, Gerhard Grenzing restauró el instrumento y lo describió como una “obra extraordinariamente bien organizada, elaborada cuidadosamente hasta en el más pequeño detalle, y que demuestra la enorme capacidad de Jordi Bosch. Está lleno de sorpresas tanto en sentido técnico como musical, como por ejemplo, la doble arca de vientos, trompetas de doble longitud, expresiones de afinación, teclados completos en arca expresiva, etc. Uno de los órganos mejor conservados de Europa”.
Además del instrumento en sí, el mayor protagonismo del concierto corrió a cargo de la música de François Couperin, que se convirtió en 1685 en organista de la Iglesia de Saint-Gervais de París y en 1693 sucedió a Thomelin como Organista del Rey, Luis XIV. En 1690, Couperin había ya editado su Libro de Órgano con 22 años, que contenía una Misa para el uso ordinario de las Parroquias y una Misa propia de los Conventos de religiosos y religiosas. Ambas misas incluyen 21 piezas o versos que siguen el mismo orden: Kyrie (5), Gloria (9), Offertorie (1), Sanctus (2), Benedictus (Elevation) (1), Agnus Dei (2) y Deo gratias (1).
La Misa para los Conventos de Couperin sigue el ceremonial parisino de 1662, que estableció unas reglas para el desempeño de los oficios religiosos y el papel del órgano en ellos. Órgano, coro y oficiante debían alternarse en los aportes litúrgicos. Esta misa tiene un carácter más intimista que la Misa para las Parroquias, aunque no está exenta de momentos de gran esplendor. Cada pieza de órgano debía ser breve y funcional y seguir fielmente unas formas y registraciones bastante pautadas, para ilustrar a un verso o llenar un espacio en el servicio.
Más allá del sentido litúrgico de esta música, Esther Ciudad optó por el carácter de puro recital y ofrecernos las piezas para órgano sin el canto llano alternado en el concierto. La organista ejeana transitó con gran maestría a través de las modulaciones, la ornamentación, la escritura imitativa, los cánones, las fugas y los efectos disonantes de estos versos, donde Couperin no se quedaba en la práctica tradicional y la escritura polifónica, sino que además introducía arias da capo, airs tendres, dúos, tríos y diálogos diversos, representando así un universo que pertenece al Cielo y la Tierra. La intérprete utilizó todos estos recursos y contrastes entre las partes con órgano pleno y aquellas más austeras, o con otras que evocan elementos de la naturaleza o del alma humana, como sucede con los registros del Crumhorn, donde se imita la voz del cantor, la tierce en taille, que sugiere a la viola da gamba, o en momentos de gran dinamismo con en los registros de corneta o basse de trompette, y en aquellos que se refieren al sentimiento humano como la voix humaine.
Un momento especialmente hermoso fue el tema claramente ascendente de la Elevation, que la organista interpretó con sensibilidad, ligereza y profundidad. También el Ofertorio fue un momento especial y deslumbrante con el tríptico musical grandilocuente con el órgano a pleno esplendor, Esther Ciudad extrajo todas las posibilidades del órgano Bosch en esta pieza, de carácter más italiano, con gravedad y majestuosidad.
A continuación se interpretó un Noël o pieza navideña de Jean François Dandrieu, con seis variaciones sobre la canción popular Tous les Bourgeois de Châtres, y no de Chartres como indicaba el programa, que es una obra llena de contrastes sonoros compuesta en el primer tercio del siglo XVIII.
Para finalizar el concierto, y dando otro salto en el tiempo, en la época de plena madurez del estilo barroco, se eligieron dos obras de Claude-Bénigne Balbastre, el gran compositor y organista en la Chapelle Royale y en Notre Dame. La organista nos deleitó con un magnífico Concierto en Re mayor, compuesto alrededor de 1749, en su versión corta de dos movimientos, Preludio y Allegro. Balbastre desarrolló años después una serie de conciertos espléndidos para órgano en la Capilla Real francesa, siguiendo en cierto modo los modelos handelianos. Para terminar, Esther Ciudad interpretó un excelente Preludio y Fuga en Re menor. En las obras de Balbastre pudimos admirar mucho más las destrezas de la organista, que resultaron, sin duda, mejores y más adecuadas para este estilo barroco de plenitud que en las obras anteriores.
Esther Ciudad ofreció una propina del propio Balbastre, sus conocidas variaciones sobre la Marsellesa, que Balbastre compuso con total seguridad para salvar su cuello dada su vinculación con la realeza y la Iglesia. Y a fe que lo consiguió, ya que murió a finales del siglo, en 1799, tras el fin del Antiguo Régimen. A modo de anécdota, algunos franceses presentes en la sala se pusieron de pie al escuchar las notas de su himno nacional, si bien les despistaron luego las variaciones de Balbastre y su duración.
Un buen concierto que nos permitió una vez más escuchar el magnífico órgano Bosch de la Real Capilla de Madrid.
Manuel de Lara Ruiz
(Foto: Patrimonio Nacional)