MADRID / La Amazonia de la ONE y Salgado, música excelente y fabulosas fotografías
Madrid. Auditorio Nacional. 14-X-2023. Orquesta Nacional de España; Camila Provenzale, soprano; Sebastião Salgado, fotógrafo; Simone Menezes, directora. Obras de Heitor Villa-Lobos y Philip Glass.
El sábado pasado, se celebró en el Auditorio Nacional de Música de Madrid el primer concierto extraordinario de la Orquesta Nacional de España (ONE) con la directora brasileña Simone Menezes al frente. Un concierto muy singular, especialmente la segunda parte, donde la excelente música de Heitor Villa-Lobos quedó supeditada a las imágenes —por otra parte fabulosas— del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado. Y es que de Brasil y de Salgado iba la cosa. No en vano, el título del concierto era Amazônia de Sebastião Salgado, y hacía alusión directa a la exposición fotográfica Amazônia que podrá verse hasta el próximo 14 de enero en el Centro Cultural de la Villa «Fernán Gómez».
En la primera parte se interpretaron dos obras: el Preludio de Bachianas brasileiras n.º 4 de Heitor Villa-Lobos, que viene a durar unos ocho minutos, y Metamorphosis I, de Philip Glass. Simone Menezes dirigió el Preludio de memoria y sin batuta, con unos amplios gestos circulares de brazos. Muy buena la sección de cuerdas de la ONE y, sobre todo, excelentes las intervenciones del concertino Miguel Colom.
Originalmente, Philip Glass compuso Metamorphosis I para piano solo, aunque luego se incluyó como tema final de Aguas da Amazonia que grabó el grupo de percusión brasileño Uakti en 1999. La versión que escuchamos el sábado fue la orquestación —magnífica, por cierto; Glass no lo hubiera hecho mejor— que el compositor neoyorquino Charles Coleman hizo en 2017 para la Orquesta de la Radio MDR de Leipzig. Para la interpretación de esta obra, que dura unos diez minutos, Menezes siguió la partitura y empleó la batuta. Su gesto fue algo más contenido. La orquesta, muy rítmica, hizo una interpretación que gustó mucho al público, que prorrumpió en un aplauso en cuanto sonó el acorde final.
Después del descanso, Sebastião Salgado tomó el micrófono para hablar de la Suite «A Floresta do Amazonas» de Heitor Villa-Lobos y de la proyección de sus fotografías. Hizo un discurso un tanto hiperbólico —afirmar que la ONE es una de las mejores orquestas del planeta…—, pero sirvió para proclamar que hemos de salvar la Amazonia y que la música de Heitor Villa-Lobos va mucho más allá de sus Bachianas brasileñas. Heitor Villa-Lobos compuso la Suite en 1958 para la película Mansiones verdes dirigida por Mel Ferrer. Ciertamente, es una música que deja cantar a los ríos y mares de Brasil, una música exuberante y tropical que describe los bosques del Amazonas. Sin embargo, la obra de Villa-Lobos quedó en un segundo plano ante el protagonismo que acapararon las fotografías de Salgado. No en vano, la orquesta casi desapareció en la oscuridad del escenario, como si se tratase del foso de un teatro de la ópera. Tan solo una luz cenital iluminaba a la directora Simone Menezes y a la soprano italo-brasileña Camila Provenzale. Una gran pantalla cubría los asientos del coro y el órgano del Auditorio Nacional. Comenzaba la sesión de cine…
Las imágenes en blanco y negro eran espectaculares, de eso no cabe duda. Uno podía hacerse una idea de la inmensidad de la Amazonia, de esos paisajes de floresta sin fin y meandros imposibles. Igualmente, aparecían unas bellísimas fotos de los indígenas que viven en aquellos bosques. Más de doscientas tribus de las cuales algunas no tienen contacto con el ser humano civilizado. Llamaban mucho la atención las fotografías de las mujeres de la tribu de los zo’és. Llevan en la cabeza unos tocados que hacen con suaves plumas blancas del pecho de los zopilotes. Tienen el labio inferior perforado con un palo blanco que les cuelga de la barbilla. El ritual de perforación lo hacen con el hueso afilado de la pierna de un mono araña…
La Suite se divide en once partes y la soprano Camila Provenzale cantó muy bien, incluso hubo un momento en que el público interrumpió con un aplauso muy sentido tras una de las intervenciones, como cuando en la ópera se aplauden las arias de las sopranos. Timbre bello, quizás le faltó un poco de volumen en el final de la obra, sosteniendo una nota aguda durante largo tiempo. El público quedó entusiasmado y se puso en pie para aplaudir a la orquesta, a la directora, a la solista y al fotógrafo.
Michael Thallium