MADRID / Jupiter, puro polvo de estrellas

Madrid. Auditorio Nacional (Sala de cámara). 28-IV-2022. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Lea Desandre, mezzosoprano. Jupiter. Director y laúd: Thomas Dunford. Obras de Dowland y Purcell.
Hará cosa de diez años empezó a eclosionar en Francia la que probablemente ha sido la más talentosa generación de intérpretes de la música antigua (en tiempos modernos, se entiende). Algunos de ellos (el laudista Thomas Dunford, el clavecinista Jean Rondeau y la mezzosoprano Lea Desandre) se reunieron en 2018 en torno a un grupo que, bautizado con el nombre de Jupiter, ya anunciaba el carácter galáctico del mismo (aunque, en realidad, Jupiter no tiene tanto que ver con el planeta sino con una pieza homónima de Jean-Baptiste Forqueray). Jupiter se halla en estos días realizando su primera gira por España (el miércoles actuó en Sevilla, ayer lo hizo en Madrid, hoy lo hace en Oviedo y la próxima semana lo hará en Sevilla), dejando tras de sí un rastro de polvo estelar que tardará en desaparecer de la memoria de quienes han tenido o van a tener la fortuna de contemplarlos.
Frisan la treintena la mayor parte de los componentes de Jupiter (en esta ocasión, además de los mencionados Dunford y Desandre, las violinistas Louise Ayrton y Ruiqi Ren, el violista Jérôme van Waerbeke, la violagambista Myriam Rignol, el contrabajista Douglas Balliett y el clavecinista y organista Arnaud de Pasquale), quienes ya desde las primeras notas de su concierto en Madrid dejaron claro que lo que se iba a escuchar sería algo muy especial. Y así se pudo constatar a lo largo de un programa plenamente inglés dividido en dos partes: la primera, dedicada a Johan Dowland; la segunda, a Henry Purcell.
El Dowland de Jupiter no tiene nada que ver con ningún otro Dowland que se haya hecho con anterioridad. Las orquestaciones, debidas a Dunford, le despojan en buena medida de ese aire melancólico que caracteriza a la música del bardo británico, pero le confieren una brillantez inusitada. Por supuesto, habrá a quien le choque la profusión instrumental, acostumbrados como estamos a oír a Dowland con el parco acompañamiento de un laúd. Pero, háganme caso, la experiencia merece mucho la pena. El recital comenzó con una Come again! coruscante, en el que Desandre ya se mostró decida a darlo todo, y con el acompañamiento coral, en un momento dado de la canción, de todos los miembros del grupo (¡primera sorpresa de la noche!). La conocidísima Frog galliard, seguida sin solución de continuidad por su arreglo para voz, Now, o now, I need must part, fue de una arrebatadora delicadeza. Y su Flow, my tears resultó de una exquisitez absoluta.
Pero donde dio Jupiter lo mejor de sí mismo fue en el segundo bloque, dedicado al genial Purcell, uno de esos compositores que en cada recoveco de sus caminos muestra siempre algo que deja pasmado a quien lo descubre. Y eso que, sin explicación de ningún tipo, se nos privó de la conmovedora O solitude! que figuraba en el programa de mano. Desandre hizo una ensoñadora lectura de Strike the viol (de la oda Come, ye son of art away, aria que por lo general está reservada a contratenores). Impresionó con su sentidísimo An evening hymn (¡qué acongojante ese Hallelujah final!) y con su finísimo O let me weep. Pero lo mejor estaba reservado para el último tramo del concierto, con una selección de piezas de la semiópera Dido and Aeneas, que concluyó, como no podía ser de otra manea, con el irresistible Lamento de Dido.
Desandre, que se dio a conocer mundialmente por su partición en la edición de 2015 de le Jardin de Voix de Les Arts Florissants (formación de la que es integrante habitual desde entonces), tiene una voz especial en todos los sentidos, que le permite cantar tanto en registro de soprano como de mezzo. Sus agudos son centelleantes y su prosodia (en este caso, la inglesa, pero por supuesto también la francesa y la italiana, pues no en balde sus orígenes familiares son italianos y su profesora en Venecia fue la gran Sara Mingardo) es de una perfección total. Parece mentira que de un cuerpo tan menudo pueda surgir una voz tan contundente.
De Dunford y el resto del grupo solo caben elogios. Son un permanente derroche de originalidad y virtuosismo. En conjunto y por separado. Myriam Rignol es una de las mejores violagambistas del momento, Doug Balliett (que además de ser un formidable contrabajista de música antigua, de rock, de jazz y de lo que haga falta, también es un notable compositor) es un genio inasible. Y las dos violinistas (la jovencísima Louise Ayrton es hija del conocido clavecinista inglés Patrick Ayrton) son formidables. La fiesta acabó con una canción (moderna) de cosecha propia, surgida de una de esas sesiones de improvisación que suelen celebrar cuando no tienen conciertos y se juntan en casa de alguno de los miembros del grupo para dar rienda suelta a su desbordante imaginación.
Eduardo Torrico
(Foto: Rafa Martín – CNDM)