MADRID / Juanjo Mena da aire a una ORTVE a pleno pulmón
Madrid. Teatro Monumental. 10-II-2022. Clara Mouriz, mezzosoprano Orquesta Sinfónica RTVE. Director: Juanjo Mena. Obras de Joaquín Turina, Ernest Chausson y Claude Debussy.
El séptimo concierto de la temporada Ecos de la Belle Époque, que la Orquesta Sinfónica RTVE ofrece semanalmente en dos sesiones vespertinas de jueves y viernes, tuvo dos protagonistas: la propia orquesta y el director invitado. El vitoriano Juanjo Mena, con una trayectoria internacional que ya quisieran muchos otros directores de orquesta extranjeros para sí, abordó con magnífica maestría las tres obras que conformaron el programa del pasado jueves: en la primera parte, La procesión del Rocío op. 9 de Joaquín Turina (1882-1949) y el Poema del amor y del mar op.19 de Ernest Chausson (1855-1899); en la segunda, la exigente Imágenes para orquesta de Claude Debussy (1862-1918).
Si la semana pasada hablábamos de lo que se nota la presencia de los buenos directores refiriéndonos a Case Scaglione durante el concierto del XXII Ciclo de Jóvenes Músicos de la OCRTVE, esta semana cabría ahondar y corear con júbilo: “¡Se nota, se siente, don Juanjo está presente”. Donde verdaderamente se ve la labor de un director es en los ensayos. Al parecer —digo al parecer, porque uno no pudo acudir al ensayo y tiene que guiarse por el comentario de alguien bien informado que sí estuvo… vamos, ¡que lo sé de buena tinta!—, cuando terminó el ensayo general, Juanjo Mena hizo quedarse más tiempo a la sección de primeros violines para obtener el sonido que deseaba. Toda persona que se maneje un poco en el mundillo orquestal sabe que a los músicos de la orquesta no les hace demasiada gracia tener que quedarse ensayando a capricho del director más tiempo del debido. El asunto es que Juanjo Mena les hizo quedarse más tiempo, cosa infrecuente, y debió de hacerlo muy bien a juzgar por el resultado tanto musical como personal. La orquesta demostró estar en plena forma para la ocasión, y Juanjo Mena le dio ese aire que la hizo funcionar a pleno pulmón.
La Procesión del Rocío, que Turina compuso en París en 1912, es un poema sinfónico que consta de dos movimientos —Triana en fiesta y La procesión— y que se inspira en la procesión de la virgen del Rocío que todos los años se celebra en Almonte. Muy buena interpretación, con una orquesta muy conjuntada y briosa que hizo que destacasen aún más los solos del concertino, la primera viola y la flauta.
Después de esta primera obra instrumental, salió a escena la mezzosoprano donostiarra Clara Mouriz para interpretar el bello Poema del amor y del mar op.19 que Ernest Chausson compuso entre 1882 y 1892 basándose en unos poemas de su amigo el poeta Maurice Bouchor. Consta de dos partes La flor de las aguas y La muerte del amor separadas por un breve interludio instrumental. Uno subscribe las palabras que el crítico Arturo Reverter, versado en las lides del ars canendi, hizo de la voz de Clara Mouriz a propósito de su interpretación en la ópera La Cenerentola de Rossini: “Bien sombreada, elástica, homogénea, con graves bien apoyados, centro lustroso y agudo bien dirigido, con una coloratura adecuadamente labrada. El timbre no es especialmente rico, pero la voz corre y se proyecta con soleada presencia”. Uno también añadiría algo más: le faltó proyección en los graves, que apenas se oyeron en algunos pasajes y, sobre todo, en el final de La muerte del amor.
Después de la pausa, llegaron esas Imágenes para orquesta de Debussy. Una obra dificilísima de interpretar, que requiere la atención de los músicos para recrear esas sonoridades que lo son todo en la música de Debussy. Excelente interpretación de la orquesta… y lo dice uno que no siente especial predilección por Debussy, sino más bien al contrario. No sabemos si Juanjo Mena logró durante el concierto ese sonido que buscaba en los ensayos —eso sólo él podría decirlo—, pero de lo que sí uno puede dar fe es de que los primeros violines sonaron de un modo especial y que la orquesta dio una posible respuesta a esa pregunta que de vez en cuando nos asalta: “¿Por qué la música?” Por eso, precisamente.
Michael Thallium