MADRID / José Luis Temes recupera obras de Ramón Garay y Jacinto Codina

Madrid. Real Basílica de San Francisco el Grande. 17-IX-2021. Ciclo Sabatini2021. Pablo Suárez Calero, violín concertino. Marta Espinós, piano. Ensemble Praeteritum. Director: José Luis Temes. Obras de Ramón Garay y Jacinto Codina.
La Real Basílica de San Francisco el Grande es un edificio monumental y bellísimo. Su interior atesora gran riqueza artística como los lienzos de Goya y Zurbarán. La cúpula de 33 metros de diámetro y 58 metros de altura es la más grande de España y la cuarta de Europa. Lo dicho, un edificio monumental y bello (no en vano fue declarado Monumento Nacional en 1980). El arquitecto Francisco Sabatini fue el encargado de terminar las obras de construcción entre los años 1776 y 1784 durante el reinado de Carlos III. Y esta es la razón por la que los organizadores de la conmemoración del tricentenario del nacimiento de Sabatini eligieron esta basílica para realizar este concierto.
Ya lo avisó “eufemísticamente” la pianista y comisaria de esta serie de conciertos Marta Espinós al presentar el recital: la cúpula de esta basílica ofrece una resonancia “muy generosa”. Quizás esa “muy generosa” resonancia esté indicada para otras obras, pero desde luego no para las dos programadas, de corte clasicista, ese día: el estreno absoluto de la Sinfonía en Si bemol mayor nº 3 de Ramón Garay y el Concierto para piano y orquesta en Si bemol mayor de Jacinto Codina. Las dificultades técnicas que esa desbordante resonancia plantea a los músicos para la ejecución de las obras es obvia, pero no óbice para ejecutarlas del mejor modo en esas circunstancias. Téngase en cuenta esto último para comprender mejor la crítica del segundo pase (hubo dos pases ese mismo día 18:00 y 19:45) que viene a continuación.
La recuperación de obras de compositores españoles del siglo XVIII es siempre algo digno de celebración. En ella intervienen muchas personas: musicólogos que dedican una ingente cantidad de tiempo y esfuerzo para que una partitura vea la luz y músicos que la interpretan. La Sinfonía nº 3 del asturiano Ramón Garay (1761-1823) data de 1791 y consta de tres movimientos: Allegro, Cantabile amoroso y Andante, minué rodeado. Es la única de sus diez sinfonías compuesta en tres movimientos. Realmente es más una sinfonía concertante o concierto para violín que una sinfonía al uso. Está orquestada para violín solista, dos violines, viola, violonchelo, contrabajo, dos oboes y dos trompas.
El Ensemble Praeteritum, dirigido por el veterano José Luis Temes, hizo una digna interpretación de esta obra, aunque no exenta de algunos problemas de afinación. El Allegro en forma sonata comenzó con un primer tema expuesto solemnemente por la orquesta al que se unió posteriormente el violín de Pablo Suárez Calero. El segundo tema, de carácter más melódico, lo expusieron los oboes. La interpretación de Suárez Calero adoleció de falta de afinación en algunos momentos. Esas dificultades técnicas disminuyeron en el segundo movimiento Cantabile amoroso, a modo de romanza, donde sólo intervienen el violín solista y las cuerdas. El Andante minué rondeado está compuesto en forma de rondó con un tema principal muy pegadizo a modo de minueto. Apoyada por los oboes, la cuerda fue la protagonista. Consta de cuatro estribillos separados por tres coplas en las que destacó el violín solista.
La segunda parte del concierto corrió a cargo de la pianista Marta Espinós, quien interpretó el Concierto para piano del catalán Jacinto Codina (c. 1770-1818). Esta obra se estrenó en 2017 con la orquesta de RTVE dirigida por José Luis Temes y la propia Espinós al piano, después de permanecer 220 años en el olvido. Este concierto para piano de Codina es considerado como el más antiguo del repertorio español. Consta de tres movimientos: Allegro, Adagio y Rondó Allegro. El pasado viernes, se interpretó por segunda vez en la historia. Repitieron la pianista y el director, aunque no la orquesta, que en esta ocasión fue el Ensemble Praeteritum.
La dirección de Temes volvió a ser eficaz. La interpretación de Marta Espinos, estupenda dadas las circunstancias, destacó especialmente en el tercer movimiento. Aunque la fecha exacta de composición sigue siendo un misterio, este concierto de Codina es contemporáneo de los de Mozart y anterior al Primero de Beethoven. No en vano, la influencia de Mozart es clara. Para quien suscribe esta crítica era la primera vez que escuchaba este concierto y en él encontró reminiscencias de la Sinfonia concertante de Mozart. Del primer movimiento, cabe destacar la interpretación que hizo Espinós de la cadencia para piano en estilo fugado; del segundo, la belleza melódica que supieron imprimir sus dedos en las teclas. El tercer movimiento comienza con el piano solo y fue aquí donde se lució la pianista alicantina, muy bien acompañada por el Ensemble Praeteritum y la batuta de Temes.
Dicho todo lo anterior, cabe apuntar que, dado que de recuperar obras del siglo XVIII iba el asunto, uno hubiese esperado encontrar un pianoforte en lugar de un piano de cola moderno. Demasiado piano y demasiado metálico para tan poca orquesta, demasiada reverberación para un concierto clásico. En resumidas cuentas, sin desmerecer el esfuerzo, dedicación e interpretación de los músicos, uno tuvo la sensación de ponerse unos auriculares con sonidos binaurales y demasiada resonancia New Age para meditar o pasar unos minutos de relajación. Y esto vale tanto para la interpretación de la sinfonía de Garay como para la del concierto de Codina. Demasiada reverberación y deslucida recuperación.
Michael Thallium
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