MADRID / Johanna Vargas, la mejor embajadora del Festival RESIS
Madrid. Círculo de Bellas Artes. 19-V-2024. Festival RESIS. LAB51 (Johanna Vargas, soprano. Magdalena Cerezo, piano). Álvaro Martín, electroacústica. Obras de Nono y Lang.
En siete años el Festival RESIS de música contemporánea de A Coruña ha logrado convertirse en una referencia fruto, principalmente, de una programación bien urdida que ha aprovechado con inteligencia cada céntimo, cada voluntad, sumada al proyecto. Mostrar en Madrid una de las citas de la edición de este año obedece a la idea de agigantar su imagen y conocimiento. Para ello eligieron el pasado domingo el Círculo de Bellas Artes.
En la Sala de Columnas se presentó el dúo LAB51 integrado por la soprano Johanna Vargas, miembro a su vez del referencial conjunto vocal Neue Vocalsolisten, y la pianista Magdalena Cerezo. Fue la segunda quien en semioscuridad ofreció una ejecución concentrada de …sofferte onde serene… (1976) de Luigi Nono (1924-1990). El espacio acústico no resultó el más óptimo y ofreció no pocas dificultades, aunque a nivel arquitectónico y de iluminación adquiriera unos contornos verdaderamente inquietantes mientras esas ondas acuosas y amortiguadas de la Venecia natal del compositor nos llegaban con serena gravedad gracias a la electrónica coordinada por Álvaro Martin. Sumidos en ese entorno espacial ciertamente intranquilizante aparecía también la sombra del recientemente desaparecido Maurizio Pollini, cuyas notas espejo dialogaban desde los altavoces con el pianismo de Cerezo. Esta entendió la partitura, más que desde el ensimismamiento, desde una legítima teatralidad en la que remachó las siluetas más agresivas y oscuras de la pieza.
El sentido fúnebre de …sofferte onde serene… fue también agrandado por una presencia de la cinta nada esquiva, en espectral dúo con la ejecución acústica. Es así como la obra se libera de su carácter totémico para abrazar, con todo su efectismo inherente, el presente y el futuro. Hubo, ahondando en este concepto, un virtuosismo desgarrado de Magdalena Cerezo, agigantando el piano hasta hallar una concepción casi orquestal del mismo.
Gozando de muchos minutos de sepulcral silencio por parte del público las resonancias del piano se fueron apagando a la vez que Johanna Vargas emergía descalza entre el público entonando el lamento esperanzado de la heroína de la independencia argelina Djamila Boupacha (1962), obra desgajada de Canciones de vida y amor: en el puente de Hiroshima, también de Nono. Introspectivo pero apasionado el canto de Vargas, una voz de bellísimo timbre y poderosos reguladores que rápidamente identificamos con Nono. Su discernimiento del estilo y la prosodia del compositor italiano es ejemplar. Cantó con tal arrobo y dolor que la ligazón de ambas partituras nonianas supuso una solemne catarsis emocional.
Tras una breves y lúcidas explicaciones del director de RESIS, Hugo Gómez-Chao, regresaron ambas intérpretes para pasárselo en grande con Cold Trip II (2015) de Bernhard Lang (1957). Un Winterreise (apela a él el compositor) posmodernista en la que a la voz y el piano se añade un arsenal de samples y efectos para demostrar dos cosas. Una, que Lang en esta partitura siente un deseo incontrolable de engarzarse en la tradición (Schubert corretea por el teclado y las texturas electrónicas); dos; que por más que el autor asegure haberse empapado de las noches berlinesas de techno, rock, y pop, no demuestra haber aprehendido nada de ellas. Organizada a modo de canciones, este Cold Trip II es una pieza artificiosa y naufragada del generoso catálogo del compositor austríaco, donde sí que hay otras de muchos quilates. Vargas y Cerezo protegieron la partitura desgranándola con mimo en cada articulación, en cada vertiginoso salto de dinámicas. Y la soprano colombiana, además, proyectó la voz sin resquebrajarla pese a lo reverberante de la sala. Cantó limando el vibrato, en una rara mixtura entre el pop y la música antigua. Lang puede estar orgulloso de contar con estas dos grandísimas intérpretes para hacer lo que pueden con una música tan entretenida e insustancial.
Ismael G. Cabral
(foto: Miguel Balbuena)