MADRID / Jerusalem, una cruzada necesaria

Madrid. Auditorio Nacional. 14-I-2020. Alicia Amo, soprano. Filippo Mineccia, contratenor. Nereydas. Director: Javier Illán. Obras de Jerusalem y Herrando.
Hasta la fecha, la figura de Ignacio Jerusalem solo había concitado la atención de algún que otro grupo mexicano o yankee (vocablo horrible que aún es más horrible desde que a la RAE le dio por españolizarlo: yanqui), con resultados mediocres tirando a lamentables. Y desde ese interés hasta hoy, ya ha llovido bastante. No seré ello el que se pierda en la eterna y estéril polémica de si este compositor ha de considerarse italiano (nació en Lecce, reino de Nápoles), español (Nápoles formaba parte de España y, además, Jerusalem trabajó en Ceuta para el ejército y fue músico del Coliseo de Cádiz) o mexicano (pasó los últimos 37 años de su vida en lo entonces se conocía como Nueva España y ejerció de maestro de capilla en la catedral de la capital). Si tengo que decantarme por algo, lo consideraría español o, si no, italiano; desde luego, nunca mexicano, porque México no existía entonces como nación. El caso es que, coincidiendo con el 250º aniversario de su muerte, un par de musicólogos (el norteamericano Drew Andrew Davies, gran especialista en la música barroca ibérica, y el español Javier Marín López), un director de orquesta (Javier Ulises Illán) y el Centro Nacional de Difusión Musical (cumpliendo con su sacrosanta misión de recuperar nuestro patrimonio sonoro) se han embarcado en un proyecto encaminado a dar a conocer la figura y la música de Jerusalem.
¿Merecía la pena el esfuerzo? En primer lugar, digamos que Jerusalem dista mucho de ser un Bach o un Haendel. Ni siquiera resistiría una mínima comparación con un Francisco Corselli o con un Jayme Facco, por no mencionar ya la enorme figura de Domenico Scarlatti. Pero es un compositor que conoce su oficio, que no está exento de talento y que no tiene mucho que envidiar a otros compositores europeos que en esos mismos años hicieron las Américas, como Domenico Zipoli, Tomás Torrejón y Velasco o Roque Ceruti. Es más, posiblemente esté por encima de los tres mencionados, lo que nos llevaría a considerarlo, sin el más mínimo atisbo de duda, como el más brillante compositor del Barroco americano.
Después de haber hecho este mismo programa en el reciente Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza, Illán, al frente de Nereydas, y Jerusalem desembarcaron finalmente en Madrid, que ya por entonces era la capital del Imperio. Nereydas interpretó un par de obras orquestales (una Sinfonía en Sol mayor y unos preciosos Versos instrumentales para dos violines y bajos) y, junto a la soprano Alicia Amo y el contratenor Filippo Mineccia, varias obras vocales: la cantada navideña Paraninfos celestes, los dúos Pedro amado, dulce dueño y Felix namque, el versículo del Miserere Ecce enim (con violín y violonchelos obligados de endiablada dificultad, especialmente para el segundo instrumento), la Lamentación primera del Jueves Santo (de magnífica ejecución por parte de un inspiradísimo Mineccia) y, para concluir, un Magnificat. Buena música, como antes decía, pero seguramente a más de uno le supo a poco tras escuchar las dos propinas con que obsequió Nereydas: el aria Dormi, o fulmine di guerra de La Giuditta (la de tres voces, no la de cinco) de Alessandro Scarlatti y el dúo Io t’abraccio de la Rodelinda haendeliana. Sonó, entre medias, una Sinfonía en Re mayor de José Herrando, supongo que por la circunstancia de ser un estricto coetáneo de Jerusalem.
A pesar de la parquedad de efectivos instrumentales (presupuestos mandan, como siempre), los dos violines (Alexis Aguado y Ricard Renart), la viola (Isabel Juárez), el violonchelo (Guillermo Turina) y el clave y el órgano (Daniel Oyarzabal) fueron más que suficientes. En el Ecce enim, Illán abandonó la batuta para coger el violín, y cedió el protagonismo a Aguado y Turina. En lo vocal, tanto Amo como Mineccia estuvieron descollantes, no solo en sus intervenciones solistas, sino también en los dos dúos (sus voces empastan admirablemente bien). Mineccia es, hoy por hoy, el contratenor de voz más creíble (apenas se le nota el falsete) y, probablemente, el que mejor proyecta (nada que ver con el hilillo vocal de algunos de sus colegas).
Creo que Jerusalem se sentiría más que satisfecho con esta labor de recuperación de su obra y de su figura. Y creo también, firmemente que cada paso que dan Illán y Nerydas los confirma como una de las más formaciones preponderantes en el ubérrimo pensil en que se ha convertido la música antigua española de un tiempo a esta parte.
(Foto: Rafa Martín)