MADRID / Jean Rondeau y el año de las ‘Goldberg’

Madrid. Fundación Juan March. 30-IV-2022. Bach: Variaciones Goldberg. Jean Rondeau, clave.
Jean Rondeau se halla inmerso en una gira que comenzó el pasado mes de febrero y que concluirá el próximo noviembre, en la cual interpreta una única obra: las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach. Serán casi cincuenta conciertos. El clavecinista francés, además, ha presentado recientemente su peculiarísima grabación de las Goldberg. El pasado jueves las tocó en el Palau de la Música de Barcelona y ayer lo hizo en la Fundación Juan March de Madrid (son las dos únicas ciudades españolas incluidas en la gira). Lo que ha hecho especial su actuación en Madrid es que va a ser la única sede (al margen de las de Estados Unidos y Canadá) en la que no utilizará su clave, un modelo exclusivo de Jonte Knif y Arno Pelto completado en 2006 y que no responde a ningún patrón concreto (se basa en varios claves alemanes del siglo XVIII). Durante la gira, Rondeau viaja en una furgoneta junto al afinador y transportista del clave y a un realizador de televisión que se encarga de grabar los pormenores de este tour (que también es un tour de force… en lo físico y lo mental).
El clave utilizado por Rondeau en la Fundación Juan March merece, antes de adentrarnos en lo que fue el concierto, un capítulo aparte. Se trata de una copia de un Christian Vater de 1738 realizada por Andrea Restelli y propiedad del clavecinista y organista Daniel Oyarzabal. Rondeau vino a Madrid con el cuarteto Nevermind hace escasos meses, para intervenir en el Ciclo Universo Barroco del CNDM. Tanto le gustó el sonido de este Vater, que pidió expresamente tocarlo en esta nueva visita a la capital. Ese mismo clave de Restelli es el que ha utilizado Benjamin Alard en los cuatro conciertos que ha ofrecido en Madrid a lo largo de los dos últimos años en un ciclo, también del CNDM, dedicado a Clavier-Übung de Bach. En el que cerraba el ciclo, hace mes y medio, Alard interpretó las Variaciones Goldberg. Añadamos que este Vater es el que empleó el clavecinista madrileño Ignacio Prego cuando grabó, para el sello Glossa, las Variaciones Goldberg. Rondeau, Alard, Prego… tres de los más conspicuos exégetas de la música para clave de Bach. Parece, pues, que este clave de Restelli está indisolublemente unido a Bach y a sus Variaciones Goldberg.
Vayamos ahora al concierto… El ambiente que se respiraba era el de las grandes ocasiones, con numerosos aficionados que trataban desesperadamente de conseguir una entrada de última hora (no todos lo lograron) para escuchar al joven (la semana pasada cumplió 31 años) y superdotado clavecinista francés. Rondeau tardó diez minutos en salir al escenario, a la espera de que se acomodaran todos los rezagados. Sobre el cobrizo Vater, una luz tenue, con el resto de la sala en tinieblas. Rondeau, de riguroso negro, se sentó frente al clave y permaneció hierático durante treinta segundos que parecieron una eternidad. Luego, sin inmutarse, empezó a acariciar las teclas. No necesitó, obviamente, partitura: viene tocando esta obra a diario, en conciertos o en ensayos, desde febrero.
Tampoco hizo falta esperar mucho para comprobar que íbamos a vivir una de esas veladas inolvidables. Tras un preludio de cosecha propia (en realidad, una improvisación a modo de preludio, que es algo que antes solo habían hecho, en sendas grabaciones discográficas, Robert Hill y Diego Ares), Rondeau se adentró con parsimonia en el aria (cinco minutos y medio). La primera variación fue más rápida de lo que imaginábamos. En la segunda, el ritmo se tornó lento. La tercera resultó extraordinariamente danzabile. La cuarta, increíblemente pausada… Y así, sucesivamente, hasta llegar a ese hito de esta obra que es la variación decimotercera, donde Rondeau destapó el tarro de las esencias. En la vigesimosexta, como era de esperar, superó con creces los diez minutos. El cronómetro sirve para dar una idea aquilatada de la morosidad de los tempi elegidos: 98 minutos (muchos minutos, sí, pero lejos aún de los 107 minutos que dura la grabación antes mencionada). Rondeau terminó como empezó: tras la última nota, de nuevo un silencio sepulcral… El clavecinista no apartó los dedos del teclado durante cerca de un minuto… El público, que había evitado hacer el más mínimo ruido durante esa larga hora y media, hipnotizado por la superlativa interpretación de Rondeau, aguardó respetuosamente a que el músico francés moviera un músculo del rostro o hicieran un ademán con manos… Cuando finalmente levantó leve y calmadamente los dedos, la ovación fue tan prolongada como estruendosa.
Quienes asistieran a este concierto tienen motivos sobrados para sentirse unos privilegiados. Quienes lo hicieran, además, a las Goldberg de Alard del pasado mes de marzo, pueden sentirse doblemente privilegiados. Acontecimientos como estos se dan muy de tarde en tarde. Hablamos, no lo olvidemos, de la que quizá es la obra capital de la música para clave de la historia. Y hablamos, asimismo, de dos de los mejores clavecinistas de nuestros días. Decantarse por la lectura de Alard o hacerlo por la de Rondeau es como preguntarle a un niño si quiere más a mamá o a papá. No me pongan, por favor, en ese breve de tener pronunciarme. Lo único que les puedo decir es que difícilmente escucharé en el resto de mis días una versión mejor que estas que nos han brindado, en muy poco tiempo, estos dos auténticos genios.
Eduardo Torrico
(Fotos: Dolores Iglesias – Fundación Juan March)
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