MADRID / I Solisti Veneti, músicos con mucho oficio y un público entregado
Madrid. Auditorio Nacional. 21-XI-2023. I Solisti Veneti; Mario Hossen, violín; Giuliano Carella, director. Obras de Corelli, Tartini, Gemianini y Vivaldi.
No se trata de si la música barroca se interpreta con instrumentos modernos o con instrumentos antiguos. A veces, utilizar instrumentos de época es el escudo de algunos intérpretes para protegerse de la acusación de falta de técnica o virtuosismo. En mi caso no tengo prejuicios al respecto: se pueden escuchar magníficas interpretaciones tanto con instrumentos modernos como con instrumentos antiguos. Dicho esto, esperaba más del recital que anoche ofrecieron I Solisti Veneti dirigidos por Giuliano Carella, aunque lo cierto es que la audiencia quedó encantada con la interpretación de los músicos. Tanto es así que muchas personas se levantaron de sus asientos al final del concierto para ovacionar a esta veterana orquesta de cámara. Uno no comparte ese fervor, pero ya se sabe que el público siempre lleva la razón. Eso no quita, obviamente, que hubiera cosas buenas en la interpretación, porque si algo tienen I Solisti Veneti es mucho oficio.
El recital inaugural del ciclo Viena en Madrid llevaba por título “Obras cumbre del barroco italiano”. En la primera parte, la orquesta interpretó el Concerto grosso en sol menor, op. 6 n.º 8 de Arcangelo Corelli —un concierto para la noche de Navidad—, el Concierto para violonchelo y orquesta en re mayor de Giuseppe Tartini y el Concerto grosso en re menor, op. 5, nº 12 «La Follia» de Francesco Gemianini. La interpretación en general de estas tres obras fue correcta. La orquesta no terminó de sonar del todo conjuntada y hubo algún problema de afinación en algunos pasajes. A uno le gustó la interpretación del violonchelista Giuseppe Barruti en las cadencias del movimiento Largo del concierto de Tartini, sus delicados pianissimi en el Grave y la cadencia final del Allegro. También gustaron las variaciones sobre «La Follia» de Gemianini.
Tras la pausa, llegaron las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi. El solista fue el austro-búlgaro Mario Hossen, violinista también de mucho oficio. Tanto los maestros de la orquesta como Hossen demostraron su virtuosismo en bastantes pasajes. No faltó el toque de fantasía en el movimiento lento del Otoño: Hossen improvisó unos glissandi en pianissimo que no venían mucho a cuento. Cuando terminaron de tocar, el público se puso en pie y se escucharon bastantes «bravos». Se ofrecieron tres propinas: Aires gitanos de Pablo Sarasate —Hossen en algún momento no pudo mantener el tempo, pero tanta escala vertiginosa de arriba abajo por el mástil del violín le valió el agradecimiento del público—, un movimiento de un concierto en re menor de Vivaldi —la orquesta lo interpretó sola— y una adaptación para orquesta de cámara del tercer movimiento (Prestissimo) del Cuarteto de cuerda de Giuseppe Verdi —magníficamente interpretada por I Solisti Veneti.
Un concierto que gustó muchísimo al público, un público entregado a unos músicos con mucho oficio.
Michael Thallium