MADRID / Hopkinson Smith, un mito viviente en el Círculo de Bellas Artes
Madrid. Círculo de Bellas Artes (Teatro Fernando de Rojas). 15-I-2023. Ciclo Círculo de Cámara. Hopkinson Smith, laúd y vihuela. Obras de Joan Ambrosio Dalza, Francesco Spinacino y Luis de Milán.
Qué no podremos decir de Hopkinson Smith, uno de los mitos vivientes y pionero del historicismo de la música antigua, cofundador con Savall de Hesperion XX, a través de quien pudimos conocer tantas y tan bellas músicas para cuerda pulsada tocadas con sus instrumentos originales, entre ellas las nuestras con especial atención, cuando apenas había un puñado de intérpretes valiosos en este repertorio. Maestro de otros intérpretes de cuerda pulsada desde entonces, Hoppy, como se le conoce en el mundo de la música antigua, ha formado desde Basilea muchas generaciones de músicos. Aunque desde hace años hay muchos músicos de cuerda pulsada más virtuosos y expresivos, es emocionante y un verdadero placer ver todavía al maestro neoyorkino, con sus ya 76 años, pleno de forma, sensibilidad e ilusión delante del público. Así que es un acierto del Círculo de Cámara haber traído a Madrid a este profundo maestro, ya que seguramente no habrá muchas más oportunidades.
En el programa abordó algunas de las primeras obras impresas de la historia para cuerda pulsada, tanto en Italia como en España, para mostrarnos las conexiones musicales de ida y vuelta que se dieron en la música cortesana entre ambos países en el primer tercio del siglo XVI, y que indudablemente comenzó antes. Estos son los primeros repertorios tanto para laúd como para vihuela que nos han llegado.
Hopkinson Smith comenzó en Italia, con el compositor milanés Joan Ambrosio Dalza, de cuya música conservamos el libro Intabolatura de lauto libro quarto, publicado en Venecia en 1508 por el editor Ottaviano Petrucci, donde menciona la música española como inspiración, lo que también se puede ver de manera palmaria en títulos como Calata alla spagnola o Caldibi Castelgliano. Esta colección de piezas es una de las fuentes más antiguas y valiosas de la música para laúd. De Dalza escogió aquellas piezas de carácter más danzable: pavanas, calatas, pivas, caldibi; obras sencillas y alegres sin carga polifónica, que tocó con sencillez y buen gusto, o, más adelante, con algunos momentos de una magia especial como en la interpretación de la intabulación de la frótola de Tromboncino Poi che volse la mia stella, o en la pieza Io non compro più Speranza (Bosinensis: Libro de Frottole, 1509).
Un especial cariño dedicó a los ricercares de Francesco Spinacino, que se encuentran en otra publicación veneciana de Ottaviano Petrucci en 1507, Intabulatura de Lauto, donde aparece por primera vez en la historia con ese nombre la forma libre que supuso el ricercar. Hopkinson Smith explicó en varios momentos con simpatía y detalle la música y los autores por bloques de piezas que iba a interpretar. De los ricercares de Spinacino , o recercadas que llamó, explicó en varias ocasiones su carácter narrativo y lo que contaban.
Aunque no poseen tanta densidad polifónica como otros posteriores, estos ricercari de Spinacino tienen mucha belleza y la predilección de Smith por ellos quedó manifiesta. En algunas ocasiones, la destreza y agilidad del intérprete se vieron ya disminuidas, lo que es lógico a esa edad, aunque el maestro conserva su sensibilidad intacta. Aunque hay intérpretes jóvenes de una virtuosidad inigualable, el maestro ha sabido siempre dotar de profundidad y sensibilidad la música que interpreta. De Spinacino interpretó por grupos los ricercares 15, 22, 12, 6, 4 y 9. Hopkinson Smith interpretó todas estas piezas italianas con un laúd de 6 órdenes (Joel van Lennep, Boston 1977), cuya afinación modificada para estas piezas explicó amablemente. La sonoridad del instrumento en la sala fue clara y nítida.
En la segunda aparte, el estadounidense afincado en Suiza comenzó esta vez con la vihuela, para interpretar cuatro pavanas de Luis del Milán de la primera colección de cuerda pulsada impresa en España, El Maestro (Libro de música de vihuela de mano intitulado El Maestro), Valencia, 1536. De ellas, el propio Milán describía: “Quatro Pavanas que en su ayre y compostura parecen a las mesmas pavanas que en Ytalia se Tañen”. Qué duda cabe que toda la gran época que aquí comenzaba de la maravillosa música española para vihuela de mano nace de lo italiano, para adquirir después su fuerte personalidad hasta ser casi insuperable en su tiempo.
Hopkinson Smith explicó con humildad que dio instrucciones para que en el programa de mano que se facilitara al público apareciera en grandes letras “Laúd de 6 órdenes, vihuela de Flandes”, cuando ésta última es en realidad el mismo laúd, tal y como se le conoció en España como bien anotó Bermudo, y que en las capillas musicales de la corte española compartía protagonismo con la vihuela de mano como demuestran los inventarios de la época. Así que el intérprete tuvo la intención de interpretar las obras de Milán con laúd y tuvo que renunciar a ello en la preparación ante la dificultad de llevar todas esa octavas al laúd y volver a la vihuela, tal y como las interpretó.
Las pavanas de Luis de Milán constituyeron uno de los momentos más bellos del concierto, esas piezas destilan orden, serenidad y una especial armonía de principio a fin. También la vihuela española fue el instrumento que mejor sonó en la sala, con un sonido de polifonía, tesitura y textura más amplio y rico. En el último bloque retomó dos ricercares de Spinacino y acabó con una lúdica Piva alla Ferrarese de Dalza.
Al terminar, Hopkinson Smith saludaba con una reverencia admirable para su edad, con una agilidad digna de elogio, a un público que también le mostraba su admiración y respeto en la oportunidad de verlo nuevamente en Madrid. Para agradecerlo, el intérprete dio un salto en el tiempo y el espacio para ofrecer una pieza más, Mad dog de Anthony Holborne, con la que ya finalizó el concierto.
Volver a escuchar a un mito de la música antigua y lo emocionante que es ver a alguien de edad tan respetable con tanta pasión y energía, son motivos tan admirables como suficientes para haber disfrutado el concierto.
Manuel de Lara Ruiz
(Foto: Adolfo Ortega)