MADRID / Gesualdo y Les Arst Florissants, sublime binomio

Madrid. Auditorio Nacional. 13-II-2020. Les Arts Florissants. Director: Paul Agnew. Madrigales de Gesualdo, Lasso, Vicentino, Luzzaschi y Monteverdi.
Editado en 1596, en Ferrara, por Vittorio Baldini, apenas un año después de la publicación del Libro III de madrigales, el Libro IV de Gesuado da Venosa no solo es su obra más ambiciosa, sino seguramente también la más perfecta. Bien podría decirse que los tres anteriores libros no son más que la vereda por la que transita hasta llegar a su auténtico destino, que es precisamente este Libro IV (los Libros V y VI, ya se sabe, son otra cosa, en donde apenas tiene cabida algo que no sea lo experimental).
Situémonos cronológica y geográficamente: Ferrara es la ciudad que ha recibido a Gesualdo dos años antes con los brazos abiertos, como futuro marido de Leonora d’Este, la sobrina del duque Alfonso II. Todavía esta reciente el doble crimen que ha perpetrado en 1690, al sorprender a su primera esposa, Maria d’Avalos —prima carnal suya— y al amante de esta, Fabrizio Cafara, in flagranti delicto, ensañándose con ambos hasta dejaros sin vida. En Ferrara no solo contrae matrimonio, sino que también se impregna de la música que se escucha en esta corte; la música que ejecuta el famoso concerto delle donne. Gesualdo es uno de los pocos privilegiados que pueden asistir a esas veladas que protagonizan Laura Peverara, Livia d’Arco y Anna Guarini, y en las que se escucha principalmente música del gran compositor ferrarés Luzzasco Luzzaschi. Tras cada velada, las partituras son inmediatamente recogidas por los secretarios del duque y guardadas celosamente en un armario, de tal suerte que ya nadie más puede volver a escucharlas.
En esos dos largos años de estancia en Ferrara (regresa a su castillo de Avellino en 1697), no solo conoce de primera el trabajo de Luzzaschi y otros músicos de su órbita, sino que también compone (los mencionados Libros III y IV). Resulta por tanto inevitable que en ellos se perciba la huella de Luzzaschi. Pero lo que sorprende es que, en un inesperado retorno al pasado, se percibe asimismo la huella de Nicola Vicentino, quien había sido visitado la corte ferrarés en algún momento no determinado entre 1530 y 1540 (Vicentino fallece en la década de los 70, en fecha que tampoco se ha podido precisar). En Vicentino se observa una obsesión por volver a la Antigua Grecia y, en concreto, por redescubrir el género cromático, para lo cual inventa un instrumento que denomina “archicémbalo”. Este cuenta con un teclado en el que cada octava está dividida en 36 teclas (en total, 132). El invento de Vicentino divide la octava en 31 porciones iguales, permitiendo de esta manera que las terceras y las sextas tengan una afinación mucho más acertada. Al usar dicho teclado, resulta posible ejecutar una composición en los tres géneros griegos clásicos (diatónico, cromático y enarmónico).
Con estos precedentes, Paul Agnew, en su cuarta visita al ciclo Universo Barroco del CNDM (falta aún dos más, las correspondientes a los Libros V y VI), no dudó en incluir en la primera parte del programa madrigales de Vicentino (L’aura che’l verde lauro) y de Luzzaschi (el bellísimo Quivi sospiri), además de otros debidos a Orlando di Lasso (fallecido justo dos años antes), Luca Marenzio y Claudio Monterverdi.
Con el mismo equipo que en sus anteriores visitas gesualdianas al Auditorio Nacional de Madrid (las sopranos Miriam Allan y Hannah Morrison, la poderosa contrato Lucile Richardot, el tenor Sean Clayton y el bajo Edwar Grint), Agnew —que también cantó en su condición de tenor— ofreció una interpretación modélica de estos maravillosos madrigales (especialmente, de los sobrecogedores Moro, e mentre sospiro —en el cual se perciben ya algunas de esas disonancias que tendrán pleno desarrollo en los Libros V y VI— y Ecco, morirò dunque, cargado de dolor y dramatismo apabullantes).
Sigue admirando la afinación de Les Arts Florissants en este formato madrigalístico, su perfecta afinación, su absoluto empaste y una dicción cabalmente italiana, a pesar de no haber en el sexteto ningún miembro de procedencia meridional.
(Foto: Elvira Megías – CNDM)
Eduardo Torrico
1 comentario para “MADRID / Gesualdo y Les Arst Florissants, sublime binomio”
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