MADRID / Gesualdo, segunda etapa
Madrid. Auditorio Nacional. 7-VI-2019. Les Arts Florissants. Director y tenor: Paul Agnew. Obras de Gesualdo, Lasso, Nenna, Monteverdi, De Rore, M. Rossi y Marenzio.
Si hay un episodio que marca la vida (y, consecuentemente, la obra) de Carlo Gesualdo, ese es el asesinato en el año 1590 de su esposa, Maria d’Avalos, y del amante de esta, Fabrizio Carafa, cuando los sorprende cometiendo adulterio. No vamos a abundar en este asunto, suficientemente conocido, pero sí en un detalle que no es tan conocido: el texto de uno de los veinte madrigales que Gesualdo incluye en su Libro secondo es de autoría anónima, si bien está basado en un poema que escribiera Alfonso d’Avalos, abuelo de la que fuera esposa del compositor, la misma que asesinó. El poema ya había sido utilizado cuarenta años antes (1547) por Cipriano de Rore para uno de los madrigales más célebres y hermosos del Renacimiento: Ancor che col partire. Para mayor inri, el poema de Alfonso d’Avalos habla del dolor que siente el amante al tener que separarse de su amada. ¿Fue usado de manera deliberada por Gesualdo para exteriorizar su arrepentimiento por el crimen que había perpetrado? Seguramente, sí, aunque nunca lo sabremos, porque la vida y la música de Gesualdo están llenas de paradojas inextricables e inescrutables.
Gesualdo publica —o, para ser más exactos, manda a un amigo suyo que publique— sus dos primeros libros de madrigales en 1594, en Ferrara, a donde ha acudido para contraer segundas nupcias con Leonora d’Este. La suya es una personalidad terriblemente compleja, que se constata en cualquiera de sus madrigales o de sus canciones sacras, pero, como bien señala Paul Agnew —uno de los grandes estudiosos de la figura de Gesualdo—, no hay en su obra el más mínimo atisbo de locura, en contra de lo que pretenden hacernos ver en no pocas ocasiones. La música de Gesualdo es absolutamente académica y extremadamente intelectual, sobre todo en sus primeros cuatro libros de madrigales (publicados en apenas dos años, de 1594 a 1596) y en sus dos libros de Sacrae Cantiones (1603).
Agnew, al frente de Les Arts Florissants, se halla inmerso en la realización del ciclo madrigalístico de Gesualdo, tras haber realizado previamente el de Monteverdi. El pasado mes de octubre interpretó, dentro de la programación del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), el Libro primo. Y ahora, para cerrar la temporada, ha hecho lo propio con el Segundo. En las dos próximas temporadas, y a razón de dos conciertos en cada una, completará este peculiar periplo dedicado al compositor de Venosa. El concierto ofrecido ayer en la sala de cámara del Auditorio Nacional constó de dos partes: una primera con madrigales de Orlando di Lasso, Pomponio Nenna, Claudio Monteverdi, Cipriano de Rore (por supuesto, Ancor che col partire), Michelangelo Rossi y Luca Marenzio, además de dos bellísimos motetes de las Sacrae cantiones (Maria, mater gratiae y Reminiscere miserationum) del propio Gesualdo; y una segunda dedicada al Libro secondo.
Interpretar un libro de madrigales en su integridad conlleva un elevado riesgo de monotonía. Cuando un compositor agrupaba sus obras en una colección de estas características, no lo hacía con el propósito de que fueran interpretadas todas las obras de golpe. Al contrario, lo que pretendía es que quien se hiciera con esa colección pudiera ir seleccionando las piezas que fueran de su mayor agrado y las mezclara con otras, bien propias, bien ajenas. Por ello, es probable que resultara más placentera la primera parte de este concierto que la segunda, ya que en esos veinte madrigales de Gesualdo hay un innegable carácter repetitivo.
La interpretación de Les Ars Florissants (las sopranos Miriam Allan y Hannah Morrison, la contralto Lucile Richardot, el tenor Sean Clayton y el bajo Edward Grint, además de Agnew en su doble condición de tenor y director) resultó técnicamente irreprochable, pero en ocasiones eché en falta una dosis de ese ardor meridional que caracteriza a ciertas formaciones italianas cuando interpretan la música de Gesualdo. A pesar de no ser una música fácil de seguir (resulta de todo punto indicado leer el texto mientras se escucha la música), la actitud del público fue modélica (algo que destacaron los propios cantantes a la conclusión del concierto), lo cual no hace sino confirmar el grado de excelencia de lo ofrecido.
(Foto: Elvira Megías – CNDM)