MADRID / Gerhaher y la extraña pareja
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 8-II-2021. XXVII Ciclo de Lied. Christian Gerhaher, barítono. Gerold Huber, piano. Obras de Schumann y Debussy.
Tanto el cantante como su compañero son antiguos conocidos de la afición madrileña. Cabe algo más: son de la familia. Hasta hoy se habían empeñado en el repertorio germánico del siglo XIX. En la sesión que ahora se comenta se les ha ‘colado’ Debussy. La pareja, como en la célebre comedia, parece extraña.
No lo es y por varias razones. Es cierto que el lied germano y la mélodie francesa difieren bastante, no sólo por sus apelaciones literarias sino por su estructura. El primero es estrófico y el segundo es versal. Esta dualidad lleva, respectivamente, al predominio melódico y al armónico. No obstante, Debussy admiraba y consideraba con atención a Schumann, acaso por lo que Roland Barthes señala en el alemán y que es aplicable al francés: sus piezas vienen de lejos y no se liquidan con nitidez, sino que, tal como vinieron, se alejan. Son intervenciones del mismo vagabundo romántico.
Nuestros intérpretes han buscado en los paralelos repertorios unas similitudes estructurales. Los Schumann pertenecen a opus tardíos, cuando el compositor es apenas melodista y recalca la recitación verbal. En esto coincide con Debussy. Además, en los dos es protagonista el piano, al cual Robert daba la primacía de la que nace la canción, en tanto Claude acude a fuertes fuentes literarias para que el piano las comente con elocuencia y clima. El hecho de hacer cantar a Mallarmé, el oscuro trovador simbolista, es más que convincente. ¿Qué literatura más literaria, que letra más letrada podría llevarse al pentagrama?
El recital, pues, partió del piano. Huber sonó rico de color, de timbres y de minucioso fraseo. Sobre todo, en Debussy, la atmósfera fue elaborada y variante según los textos: una ronda, una descripción, una vivencia estática. Sobre este cañamazo, Gerhaher lució su arte poético por excelencia: el recitado, ese peculiar labrado y hasta se diría que bordado de la palabra que sirve con destilación, concentración e innumerables momentos de intención. Cito apenas dos ejemplos: la schumanniana Nachtlied y la debussyana Soupir.
Sintetizando: la extraña pareja demostró ser íntimamente familiar. Schumann antecede a Debussy, que lo acepta como referencia, en un mundo de sensibilidad impresionista donde hasta Proust se admite como schumanniano. En cuanto a la otra pareja, la voz y el teclado, una vez más reiteró sus ejecutorias de alta calidad, exigencia y atentísimo quehacer.
Blas Matamoro
(Foto: Rafa Martín)