MADRID / Exitoso Haydn de Savall y sus conjuntos
Madrid. Auditorio Nacional. 29-II-2024. Ibermúsica 23-24. Le Concert des Nations. La Capella Nacional de Catalunya. Director: Jordi Savall. Solistas: Dénise Beck, soprano. Tilman Lichdi, tenor. Matthias Winckhler, barítono. J. Haydn: Las Estaciones, Hob. XXI:3.
Concierto debut para las dos agrupaciones (coro y orquesta) y los solistas (excepción hecha del tenor Lichdi, que lució con Koopman en su concierto de 2021). Y debut de Savall en su faceta de director, porque su única comparecencia con Ibermúsica se remonta a 1973 (ya ha llovido) y como intérprete de viola da gamba, instrumento que debe su popularidad actual al empuje decisivo del maestro de Igualada y su excepcional categoría.
Quienes tienen la paciencia de seguir las reseñas y artículos del firmante saben que soy un ardiente defensor de Haydn, y que he defendido con toda la energía de que he sido capaz (y lo seguiré haciendo) que su música se debería programar, en todos los ámbitos (sinfónico, camerístico, pianístico, operístico, coral) mucho más de lo que lo hace. No tengo la menor duda de que Haydn es uno de los más grandes y completos genios de toda la historia de la música, y de los más importantes innovadores. Ni la sinfonía, ni la sonata pianística, ni el cuarteto de cuerda, entre otras cosas, serían hoy los mismos sin las geniales ideas que Haydn introdujo. Hizo de todo, y todo bien. Incluida la ópera.
Es curioso, desde luego, como bien señala Miguel Ángel Marín en sus notas al programa de mano, que, durante bastante tiempo, en el pequeño manojo de obras de Haydn que se conocían e interpretaban, figuraban sus dos grandes oratorios: La Creación y Las Estaciones. Con todo, tampoco es que nos hayamos indigestado de escucharlos. En el ciclo de Ibermúsica, Las Estaciones solo se ha interpretado una vez, y hace ya veinte años…
Bienvenida sea, pues, esta ocasión de escuchar una partitura luminosa, llena de emociones y alegría. Un retrato que constituye una inmejorable evocación de la naturaleza y una manifestación irresistible de exaltación vital, maravillosamente escrita, que se eleva muy por encima de un texto sólo discreto. Partitura en la que el ya veterano compositor (el oratorio está escrito entre 1799 y 1801) luce su inmenso talento y toda su maestría en el manejo de los más variopintos recursos expresivos para edificar esa bellísima evocación, empezando por el sabio empleo de silencios y calderones, siempre generadores de expectativas, siempre con la sorpresa, el contraste, el guiño a la vuelta del recodo. Este genial maestro de lo inesperado, capaz de recrear el misterio con sorprendentes y atrevidos dibujos, más de una vez salpicados de intrigantes silencios (el comienzo de El Verano es un buen ejemplo) es capaz de llevarnos también al encanto poético, al festejo rústico del jubiloso final de El Otoño, al impetuoso coro de la tormenta, al colorista de los cazadores o al jubiloso terceto y coro final, todo un canto de invocación a Dios.
Según recoge el programa, el concierto se enmarca en el proyecto YOCPA (Youth Orchestra and Choir Professional Academies) liderado por la Fundació Centre Internacional de Música Antiga (creada por el propio Savall) y co-financiado por la Unión Europea. Se nos informa también que dicho proyecto tiene como objetivo recuperar y celebrar el patrimonio musical europeo a través de oportunidades de formación (academias) y profesionalización (conciertos) a nuevas generaciones de músicos. Como parte del aprendizaje práctico, el proyecto ofrece la oportunidad de realizar giras por diferentes ciudades europeas y grabar discos de los repertorios estudiados en las academias. Proyecto que ya ha impregnado otras ideas del maestro de Igualada, como las de Beethoven (Sinfonías y Missa Solemnis) y Mendelssohn (Sinfonía 4). En efecto, este concierto, que ya ha tenido lugar en Santander, viajará ahora a Lyon, Essen, Barcelona, Toulouse y París.
Planteó Savall su interpretación con un contingente reducido de cuerda (5/4/3/3/2) más los vientos prescritos por Haydn: parejas de flautas, oboes, clarinetes y fagots, contrafagot, 4 trompas, 3 trompetas, 3 trombones, timbales y cuatro percusionistas adicionales, a cargo de platillos, bombo, pantereta y triángulo (todos ellos utilizados en el antes mencionado final de El Otoño), y un coro de 20 voces.
Savall suele acercarse al repertorio mozartiano y haydniano con buena vitalidad y acertados contrastes. Como el gran músico que es, extrae el mejor partido de todo ese juego de tensiones en el que Haydn es maestro: silencios, pausas o calderones, finas inflexiones agógicas (de nuevo el final de El Otoño sirve de ejemplo) o impactantes crescendi, como el generado en el trio y coro ¡Ya viene el sol! de El Verano. No fue hoy la excepción. La sonoridad, especialmente en la cuerda (hoy presidida como concertino por Lina Tur Bonet, instalada en una tarima, supongo que para mejor visualización por sus colegas), se inclina, algo por otra parte habitual en Savall, por un carácter más aterciopelado, menos denso, con ataques menos aristados y rotundos que los de un Harnoncourt, por ejemplo.
Pudo echarse de menos algo de trepidación en algunos momentos (algunos de El Verano, como la tormenta, en todo caso, muy conseguida en intensidad), o acentos más aristados (quizá uno rústico más descarado en el final de El Otoño). Es posible que ello fuera el resultado de una combinación: la de la propia sonoridad, menos acerada, de la cuerda buscada por Savall, y tal vez, aunque esta perspectiva es sin duda muy personal, la del propio tamaño del contingente empleado en cuerda y coro, que creo que pudo resultar algo corto. En muchos de los tutti en que se empleaba toda la formación, la cuerda, que se mostró bien empastada y ágil, pareció, al menos desde mi localidad de primer anfiteatro, corta de presencia. No puedo asegurar, claro está, que en otra sala de diferente acústica la sensación con ese mismo contingente no sea diferente.
De muy notable hay que considerar la prestación orquestal. Se habló ya de la cuerda, y hay que elogiar igualmente a la madera (estupendos flauta, oboe y fagot en el coro Knurre, schnurre, de El invierno) pese a algún roce puntual del oboe, y a las trompas, que salvaron con solvencia el compromiso del coro de la caza en El otoño. Impecables trompetas, trombones y percusión, y excelente labor de Luca Guglielmi en el fortepiano. Ello no es óbice para señalar que el encaje en la música de Haydn es siempre problemático y, como proyecto que es, cabe esperar que resulte aún más redondo en futuras ocasiones. El coro, estupendamente preparado por Lluis Villamajó, se mostró preciso en la entonación, ágil en la articulación e impecable en los matices. Muy bien empastado, con una sonoridad redonda, la suya fue una de las mejores contribuciones de la velada. De impecable solidez el trío solista. Beck mostró una bonita voz, de buena presencia, excelente agilidad de articulación, acertada en el matiz y segura en la emisión, incluso en la zona alta de su registro. Lichdi confirmó la buena impresión que dejó con Koopman hace tres años. Buena voz y estupenda línea de expresión, con muy buenas agilidades en su aria de El invierno, Aquí hay un viajero. Otro tanto puede decirse de Winckhler, una voz de noble timbre, que cantó con exquisito gusto ya desde el recitativo inicial. El éxito fue, desde luego, muy grande, y justo reconocimiento al entregado esfuerzo de los intérpretes. Éxito que también es una estupenda noticia para quienes amamos la maravillosa música de Haydn.
Rafael Ortega Basagoiti
(fotos: Rafa Martín/Ibermúsica)