MADRID / El triunfo de Coronis

Madrid. Auditorio Nacional. 27-X-2019. Durón, Coronis. Olalla Alemán, Eugenia Boix, Estefanía Perdomo, Marta Infante, Aurora Peña, Diego Blázquez, Jesús García Aréjula. Los Músicos de Su Alteza. Director: Luis Antonio González.
Estas cosas pasan, por increíble que parezca: de la ópera Coronis, atribuida a Sebastián Durón (1660-1716), apenas había oído hablar alguien hasta hace solo unos meses. Pues bien, de golpe y porrazo nos encontramos con dos interpretaciones a cargo de agrupaciones diferentes y en países distintos. A Los Músicos de Su Alteza les ha cabido el honor de ser los primeros en exhumarla. Lo hicieron el pasado domingo en el Auditorio Nacional de Madrid, dentro del Ciclo “Universo Barroco” del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), y repetirán este diciembre en el Auditorio de Zaragoza. Por su parte, Le Poème Harmonique, la formación que dirige Vincent Dumestre, hará once funciones escenificadas por distintas ciudades francesas entre noviembre de este año y mayo de 2020.
En torno a Coronis todo son incógnitas: no se sabe cuándo ni dónde se estrenó, ni tampoco el motivo por el que se compuso. Si realmente es de Durón, tuvo que sonar entre finales de 1700 (llegada de Felipe de Borbón, duque de Anjou, a Madrid para acceder al trono español tras la muerte de Carlos II) y 1706 (año en que Durón parte al exilio francés por orden expresa del rey, que lo consideraba austracista radical). Y tuvo que ser así porque la trama es una velada narración de los sucesos que están ocurriendo en la España en esos años, es decir, la Guerra de Sucesión. Tampoco se sabe quién es el autor del libreto, aunque se apunta a José de Cañizares. En mi opinión, la música es demasiado buena como para ser solamente de Durón y el libreto es demasiado bueno como para no ser del gran Cañizares (a quien delatan ciertos latiguillos, como ese “aleve, fementido…” que aparece una y otra vez en obras escénicas con libreto comprobadamente suyo).
Luis Antonio González, director de Los Músicos de Su Alteza, además de musicólogo, ve la importante contribución de Durón en Coronis, pero piensa que tal vez podría tratarse de una obra de taller, ya que también se percibe el estilo de otros compositores españoles de ese periodo (sobre todo, de Antonio de Literes). Juega a su favor el hecho de que durante largo tiempo Coronis estuvo atribuida al mencionado Literes. Sin embargo, para el musicólogo Raúl Angulo, responsable de la edición crítica de la obra —junto a Toni Pons, ambos de Ars Hispania— y autor del magnífico libro Coronis, una zarzuela en tiempos de guerra, no cabe la más mínima duda de que la música es exclusivamente de Durón, sin ninguna aportación externa.
Divida en dos jornadas, el argumento es todo lo enrevesado que se cabe esperarse de una ópera (o zarzuela) barroca. En escena se ponen dos tramas distintas, que se relacionan mutuamente a través del personaje protagonista, Coronis, una ninfa de Diana, la diosa de la caza en la mitología griega. En la parte de arriba, se pelean los dioses; en la de abajo, los mortales (evidentemente, al no haber sido escenificada en Madrid, cuesta más seguir el desarrollo de las dos tramas). El dios Neptuno, enamorado de Coronis, envía al monstruo marino Tritón para que la capture, pero este queda prendado de ella nada más verla. Le declara su amor, ignorando el mandado de Neptuno, pero la ninfa lo rechaza, por lo que él intenta raptarla. En la segunda jornada, Tritón sigue con su perversa intención de llevarse a la fuerza a Coronis, aunque sin éxito, pues acude en auxilio de esta el dios Apolo, que finalmente da muerte a Tritón con un arpón. Apolo y Neptuno inician, por otro lado, su particular guerra, encaminada a hacerse con el poder en la región de Flegra, en Tracia. El enfrentamiento se resuelve mediante un edicto de Júpiter, que hace recaer en Coronis la decisión de quién debe ser el dios tutelar de la comarca. La ninfa, agradecida a Apolo por haberla librado del insoportable Tritón, le elige a él.
La música, como antes indicaba, es realmente hermosa. Seguramente, lo mejor de todo lo que se conoce de Durón. Hay arias y tonos realmente inspirados, como Qué fiero horror (Proteo), con acompañamiento único de las cuerdas; la retumbante Al arma, rigores (Apolo), con clarín y caja; Encienda la llama (Coronis); Decidme, plantas (Tritón) o el cómico diálogo que mantienen Menandro y Sirene, con frases que serían motivo sobrado para que el feminismo ultra que nos está tocando vivir enviara a alguien a la hoguera: “La mujer solo ha de ser para guisar, para servir, para coser…”.
Muy meritoria fue la interpretación tanto en el apartado vocal como en el instrumental. En el primero destacó por encima de todos la soprano Olalla Alemán (Coronis), no solo porque su papel era notablemente más extenso que cualquier otro, sino por su bello timbre, su adecuación estilística y su sentido dramático. Muy notables también el barítono Jesús García Aréjula (Proteo), la mezzosoprano Marta Infante (Tritón) y Eugenia Boix (Apolo), si bien el rol de esta última fue realmente reducido (recitados, tonadas, dúos y coros al margen, apenas un aria). El tenor Diego Blázquez (Menandro) y la soprano Aurora Peña (Sirene), es decir, los “graciosos” de la trama, se vieron penalizados por el cariz extremadamente desenfadado de sus personajes. Gran voz —quizá algo descontrolada en algún pasaje— de la soprano Estefanía Perdomo, que fue la agradable sorpresa de la velada.
La orquesta sonó con empaque en todo momento, con una acertada y contrastada dirección desde el clave de Luis Antonio González. Mención muy especial para el extraordinario trompetista canadiense Nicolas Isabelle, por las constantes y complejas exigencias que plantea al clarín esta obra, y que él supo solventar con categórica autoridad.
Eduardo Torrico
(Foto: Elvira Megías – CNDM)
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