MADRID / El paseante y el errabundo

Madrid. Teatro Monumental. 10-I-2020. Orquesta Sinfónica y Coro RTVE. Director: Manuel Hernández Silva. Obras de Brahms y Martinu.
Johannes Brahms facturaba música pura, sin otra referencia que las propias notas, pero la Obertura académica es una excepción a esta regla, pues al citar el himno Gaudeamus igitur, remite por fuerza a una solemnidad académica. Manuel Hernández Silva no puso en ella demasiada chispa, y las oposiciones dinámicas de la pieza sonaron un poco forzadas. Mucho más rara en atriles es Waldesnacht, un lied coral a cappella, referido a los confortadores bosques germanos por los que a su autor le agradaba caminar. Claramente al alza la ejecución del caraqueño con el Coro RTVE a palo seco, que supo exprimir la mejor cualidad de muchos de sus integrantes, en especial las féminas: una tímbrica vaporosa, dibujada o difuminada con suavidad. Rizar el rizo fue encontrar el punto aún mayor de unción tras la frase In der Heimlich engen Kreisen, o en algunas secciones de El canto del destino, con su oscilación entre lo dulce y lo grave.
La sola decisión de programar a Bohuslav Martinu merece un aplauso. Su prolífica obra no es habitual en nuestras salas de concierto, aunque la ORTVE haya tocado esta Cuarta sinfonía de 1945, o la emotiva Lidice. Huido del nazismo a Estados Unidos, el compositor checo tuvo muchos destinos, además de influencias difíciles de casar, que hacen de él un camaleón musical. Nos referimos al siempre debatido impresionismo debussysiano, la recurrencia al folclore checo, la polifonía renacentista o una suerte de neoclasicismo abigarrado e inventivo. El influjo del jazz es más localizado, menos evidente; no así el de Bartók o Janácek. Es difícil traducir en la Cuarta su enjambre de notas diseminadas con su textura de ritmos, fertilidad melódica y mutaciones de las velocidades a veces repentinas. Sin embargo, esta versión le hizo en buena medida justicia a la hora de aunar tantos elementos heterogéneos con precisión relojera, constatable en los burbujeos iniciales de las maderas, o los brincos de los fagots en el Scherzo, pese al escaso sabor bohemio que tuvo el trío. El lento, trazado en arco, trajo consigo un transparente desempeño de la cuerda, junto a las figuras ondulantes de clarinetes o flautas y un clima general de sosiego. El Allegro final adquirió un clima y un tono celebrativos, como no podía ser menos. No todos los años finaliza la Segunda Guerra Mundial.