MADRID / El irregular “Mesías” del King’s Consort
Madrid. Auditorio Nacional. 17-XII-2019. Ciclo Ibermúsica. Haendel, Messiah. Keri Fuge, soprano. Hilary Summers, contralto. Nick Pritchard, Tenor. Edward Grint, bajo. The King’s Consort. Director: Robert King.
Llega la Navidad y, con ella, El Mesías, una composición destinada a la Cuaresma, cuya vinculación con el nacimiento de Cristo es, como tantas cosas, una aportación decimonónica. Ibermúsica, en su cincuentenario, ha confiado la empresa en esta ocasión —es la séptima vez que programa la obra— a Robert King, reconocidísimo experto haendeliano que, curiosamente, nunca ha grabado la más célebre composición del caro sassone.
No creo que sea preciso insistir mucho en que la estancia del director británico en prisión tras su condena por abusos sexuales en 2007 supuso un punto de inflexión en su carrera; y no solo ni especialmente por el obvio paréntesis penitenciario, sino porque, si bien sus criterios musicales no se han visto afectados, la cruda realidad es que ha sido incapaz de reconstruir un King’s Consort a la altura de la agrupación original. Y esto es algo que pudo percibirse con claridad en este concierto. King se enfrentó a la obra con una dirección cuidadísima, en particular en las variadas dinámicas y en la articulación, atenta, viva y contrastada, con garra y contundencia en los momentos más exultantes y delicada suavidad en los más reposados. Los tempi fueron excelentes, animados en general, sin incurrir en extremos. Podría decirse que fue una dirección ortodoxa en el sentido más positivo de la expresión. Es algo que se agradece porque ¿realmente aportan algo las excentricidades que a alguno —se me vienen a la mente, a bote pronto, Niquet y Minkowski— le da por introducir en esta composición sobre la que ya se ha dicho prácticamente todo?
La orquesta se mantuvo a un altísimo nivel, si bien es cierto que en esta obra sus intervenciones carecen de dificultades —algo buscado por Haendel, que no sabía con qué iba a contar en Dublín, lugar del estreno— salvo la trompeta en The trumpet shall sound. Los problemas vinieron sobre todo del coro. Le costó mucho conjuntarse y alguna sección (los bajos) no lo hizo en todo el concierto, con una sorprendente falta de empaste e imposibilidad de enfrentarse con solvencia a las agilidades. En conjunto estuvo entregado, vivo y apasionado, pero también descontrolado y desequilibrado en muchos momentos.
El equipo de solistas puede describirse como cumplidor, no más. Keri Fuge sufrió lo suyo con la coloratura de But who may abide —hay que reconocer que es un aria de salida bastante puñetera—, aunque fue mejorando a lo largo del concierto. Está claro que está más cómoda con las arias reposadas e hizo una deliciosa segunda parte de He shall feed his flock, logrando radiantes lecturas de How beautiful are the feet, I know that my redeemer liveth y, en particular If God is for us. Han pasado los años gloriosos de Hilary Summers, aunque, como bien sabemos, quien tuvo, retuvo. Sigue manteniendo su voz cálida, oscura y aterciopelada. Y su gusto y clase, claro, haciendo una He was despised sobria, bella y sentida. El tenor Nick Pritchard no tiene medios especialmente lucidos, pero les saca partido y, desde el principio, cantó con gran sensibilidad, con un Confort ye muy natural y un asertivo Ev’ry valley. El bajo Edward Grint fue quizá lo mejor del reparto. Marcó bien el misterio en For behold y en el aria subsiguiente, The pepople that walked, resaltó muy bien los contrastes entre la oscuridad y la luz. En Why do the nations se lió con la coloratura, pero hizo un The trumpet shall sound bravo, asertivo y contundente, como debe ser, muy bien acompañado por la trompeta.
Mención aparte merece la traducción en pantalla de los textos cantados que acompañó a la interpretación, una cosa delirante de principio a fin. Dejo al lector una perla para que se haga una idea de por dónde fueron los tiros: For he is like a refiner’s fire se tradujo como Porque es Él como fuego de fundidor, lo que me recordó al “fuego refinado” del desafortunado traductor al español de la biografía de Haendel debida a Christopher Hogwood que tantos momentos lúdicos nos ha deparado. Ahí lo dejo.
Javier Sarría Pueyo