MADRID / El invierno de Florian Boesch
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 25-I-2021. XXVII Ciclo de Lied. Florian Boesch, barítono. Justus Zeyen, piano. Schubert, Winterreise.
El ciclo schubertiano es de los más agraciados en los programas y con total justicia. Así es como, en la florida actualidad del canto de cámara, hay comparatismo. Se puede cantar partiendo de una presencia vocal importante, como Kaufmann y Goerne. Primero el canto y, a su propósito, la palabra. Gerhaher y Boesch invierten el par, poniendo el verso por delante y cantando al mínimo, por así decirlo, de modo que el recitado pase a primer plano.
En todo caso, este viaje invernal tiene historia y personaje. Hay que narrar la serena desesperación de un solitario, un amante abandonado que pasea su desconsuelo por la helada realidad del invierno, buscando inútilmente la maternal complicidad de la naturaleza y acabando identificado con un zanfoñero vagabundo, tan aislado y muerto de frío como él.
Boesch nos propuso a un hombre ensimismado en su dolor, pudoroso en cuanto a manifestarse, resignado y con arranques de cólera cercanos a la venganza. Pasar del uno al otro fue una tarea de actor inmóvil y de tratamiento labrado de la palabra con innumerables matices. El barítono se expidió con un mínimo de vocalidad servida por un máximo de concentración, de modo que tuvimos al personaje schubertiano todo el tiempo a cuatro pasos, encerrados él y nosotros en el invernal clima de un viaje convertido en una errancia.
Zeyen excedió el papel de mero acompañante. Diseñó atmósferas, cantó en contrapunto y se redujo a escuetos apoyos armónicos conforme las exigencias de la partitura. Todo lo hizo cabalmente y demostró hasta qué punto un teclado puede cantar sin interferencias y un sonido esmaltado y eficaz ayudar a una voz henchida de intenciones.
Blas Matamoro
(Foto: Rafa Martín)