CASAR DE PERIEDO / Coraje, extroversión y talento en la Schubertíada de Cantabria
Casar de Periedo. Casa Museo Jesús de Monasterio. 5-V-2024. Biel Garriga, violonchelo. Quatour Hanson. Obras de Bach, Haydn y Schumann.
La III Schubertíada de Cantabria se desplazó la mañana del domingo a la que fue casa de verano de Jesús de Monasterio (un precioso palacio barroco de mediados del XVIII) en Casar de Periedo para acoger una velada de cámara en línea recta desde la música de Bach hasta el sentimiento romántico de Schumann, pasando por el clasicismo cargado de adrenalina de Haydn.
Había un ambiente especial en la sala. El joven Biel Garriga se presentó con un violonchelo Laberte de 1921 que perteneció a Casals y su sonido aterciopelado llenó por completo el espacio al abordar la Suite n° 2 de Bach de manera tan sentida como precisa, abordada con una respiración natural y con diversidad de dinámicas, en estilo inmutable hasta la Gigue final. Denotó madurez y saber estar, pese a su juventud (nació en 2006), así como el talento que distingue a los músicos verdaderos de los que simplemente pasan a limpio las partituras.
Luego fue el turno del Quatour Hanson, uno de esos cuartetos que muestran el buen momento que vive la música de cámara en Francia. Como el Ébène, el Modigliani, el Voce, el Van Kuijk y algunos más. En el segundo de los opus 64 de Haydn mostró su coraje unido una vena extrovertida que conectaba con la clarividencia y la energía más pura de Haydn. Sin descuidar la claridad de líneas ni poner reparos a la expansión del sonido, que salía con fuerza de los instrumentos, el Hanson le dio a la pieza un vértigo muy controlado.
El Primero de Schumann discurrió por una línea similar más allá de su misteriosa introducción (donde se sentía cercano el aliento de Beethoven) y de un Adagio que les quedó particularmente delicado. Los Prestos fueron directos e incisivos, desprendiendo los cuatro instrumentistas una tensión semejante a pesar de tener cada uno su rol particular; ninguno era tan claro como el de Anton Hanson al primer violín, quien sostenía con su mirada el ímpetu de sus tres compañeros como si representase la cordura, el anclaje del grupo en el mundo real.
Asier Vallejo Ugarte