MADRID/ ‘Jephte’ & ‘Dido and Aeneas’: el coro de Il Pomo d’Oro fue el auténtico triunfador de una buena velada

Madrid. Teatro Real. 4-II-2024. Joyce DiDonato, Fatma Said, Andrew Staples, Carlotta Colombo, Beth Taylor, Piroli, Dantcheva, Cutting y Altieri. Il Pomo d’Oro. Director: Maxim Emelyanychev. Carissimi: Jephte. Purcell: Dido and Aeneas (versión semiescenificada).
El coro, muy especialmente, y la orquesta de Il Pomo d’Oro fueron los auténticos triunfadores de una velada que reunía dos obras tan dispares como la ópera Dido y Eneas de Henry Purcell y el oratorio Jephte de Giacomo Carissimi. Junto a ellos, la mezzosoprano Beth Taylor y la soprano Carlotta Colombo fueron también de lo más destacable del concierto.
La idea de juntar dos piezas tan aparentemente diferentes en estilo, género (un oratorio y una ópera), contexto y época, no parecía a priori una unión especialmente lógica, más bien algo un poco arbitrario. Sin embargo, más allá de que Purcell, por ejemplo, encontrara alguna referencia para su ópera en la Didone de Cavalli, coetáneo y compatriota (hasta cierto punto) de Carissimi a fin de cuentas, lo cierto es que hubo elementos muy potentes que las unieron y la propuesta de Maxim Emelyanychev adquirió sentido.
Ambas poseen una protagonista de destino trágico que se expresa finalmente a través de un profundo lamento en el momento musical cumbre de la obra, seguido a continuación de un coro no menos impresionante y que en ambos casos concluye la pieza. Además, las dos obras tiene una parte coral de gran belleza.
En primer lugar interpretaron el oratorio La Historia di Jephte, que narra el relato del Libro de los Jueces donde nos muestra a Jefté que guía a los israelitas a la batalla contra los Amonitas, y como resultado de su promesa a Dios de inmolar a la primera persona que salga a su encuentro al regresar si vence la batalla, resulta el trágico hecho de ser su propia hija.
Los papeles de los dos protagonistas recayeron en el tenor Andrew Staples como Jephte y en la soprano Carlotta Colombo como Hija. Además intervinieron varios solistas del coro en los breves y sucesivos números de la obra. Andrew Staples es un tenor ligero inglés, pero su timbre resulta algo feo, con agudos muy nasales y algo inestables y con una voz con un carácter poco adecuado para los dos papeles que asumió en la velada, aunque en la obra de Carissimi estuvo algo mejor que en un Aeneas absolutamente gris después. En ningún momento confirió de credibilidad a los personajes míticos que representaba, ni en lo escénico ni en lo vocal.
Todo lo contrario sucedió con la soprano Carlotta Colombo, con un voz brillante y llena de agilidad, que además consiguió transmitir todo el dramatismo y expresar los estados de ánimo que atraviesa su papel. La parte más bella de la obra corrió a su cargo, con el bello lamento, durante su última estancia en los montes, Plorate colles, dolete montes, que interpretó con exquisita sensibilidad. A ese lamento le sigue uno de los coros más impresionantes de la historia — del que Handel tomó prestadas alguna ideas, y no solo de este coro—, el soberbio Plorate, filii Israel, con una interpretación sublime del Coro de Il Pomo D’Oro, absolutamente espléndido toda la velada, con una sutilidad, entradas matizadas y expresividad deslumbrantes.
La orquesta Il Pomo d’oro dispuso de una dimensión más reducida para el oratorio de Carissimi que para Purcell, por lógicas razones históricas del orgánico y de equilibrio musical, pero aun así muy nutrida y con un rico continuo, y estuvo brillante. Como curiosidad, ante el desconocimiento del público presente, tras una incómoda pausa, el director tuvo que darse la vuelta al final de la obra para decir que ésta había concluido.
La segunda parte empezó con la ópera en tres actos y un prólogo Dido y Eneas de Henry Purcell, sin duda una obra sobradamente conocida que reúne toda la belleza y variedad de la paleta del enorme compositor inglés. Para su interpretación, Il pomo d’Oro reunió a una orquesta espléndida, por número y calidad de los músicos, entre ellos varios españoles; con dos secciones de violines con seis instrumentistas cada una, cuatro violas, dos violonchelos, viola da gamba, dos violones, dos tiorbas, órgano y percusión, más la dirección brillante desde el clave de Emelyanychev. La orquesta estuvo tan brillante como suele, con un director atento a todo los detalles y expresividad de la obra.
La única parte orquestal algo discordante fue la percusión interpretada por Koen Plaetinck, que llegó a ser molesta en algunos momentos, porque si bien los efectos en la parte de las hechiceras y algunos otros fueron excelentes, en cambio se metieron panderetas y todo tipo de sonidos tan innecesarios como enojosos en otros, y sin ningún rigor histórico.
La mezzosoprano Joyce de DiDonato evidenció sus dotes, pero también sus limitaciones. Por un lado, en el aspecto teatral quiso enfatizar su tono dramático en el papel de Dido, una cuestión en la que suele destacar, pero, a mi modo de ver, sobreactuó en la primera parte del lamento final, así como en otros momentos. Por lo que respecta a su voz, la cuestión también fue ambivalente ya que es una cantante que tiene un perfil sonoro que no acaba de adecuarse a una obra como la Purcell, y aunque sin duda domina su registro medio, carnoso y ágil, sus pasos al registro grave tienen muchas debilidades, con inestabilidad en la presencia de su voz y dificultad para alcanzar volumen con naturalidad. Sus agudos también dejaron que desear, mostrando desajustes en la entonación. Su dúo con el pobre Eneas de Staples fue correcto, pero su lamento final When I am Laid in Earth, sin estar mal, no fue lo que realmente pide esa música maravillosa, con la expresividad sutil y doliente de ese descenso cromático sobre el tetracordo hasta el silencio de la muerte, donde retoma la música el maravilloso coro final.
La soprano egipcia Fatma Said tiene realmente una voz limpia, de buena proyección que conjuga con un aspecto grácil y elegante, sin embargo su Belinda adoleció de timidez, sin convicción para sacar brillo a su personaje, que tiene mucho carisma, y pasó desapercibida, quizá eclipsada por la personalidad de DiDonato, una lástima porque tiene excelentes cualidades.
La gran triunfadora en la obra de Purcell como solista fue sin duda la mezzosoprano escocesa Beth Taylor, que compuso una bruja impresionante, con un registro bajo casi de una de auténtica contralto de raza, con una paleta de colores en su voz realmente brillante y unas dotes dramáticas notables. Junto a ella, las dos excelentes sopranos Anna Piroli y Alena Dantcheva, provenientes del coro, compusieron dos hechiceras graciosas y expresivas. Aunque en un papel ya menor, cumplió Colombo, como también, aunque sin excesos, el contratenor Hugh Cutting y el tenor Massimo Altieri.
Lo mejor de la velada, además de la excelente orquesta y el brillante continuo, fue sin ninguna duda el Coro de Il Pomo d’Oro, espectacular, con enorme sutilidad en el canto, diversidad en las voces aun empastadas, mucha expresividad según la circunstancia de la obra, solemne o divertido, con momentos muy teatrales en el canto y la gestualidad, como en la visión tabernaria de la tripulación. El coro final, tras el lamento de Dido, fue una lección de belleza, de control de las voces, con una expresividad sensible y contenida realmente emocionantes.
Manuel de Lara
(fotos: Javier del Real)