MADRID / El arte de disminuir
Madrid. Basílica Pontificia de San Miguel. 21-II-2021. Festival Internacional de Arte Sacro (FIAS). L’Estro d’Orfeo. Violín y directora: Leonor de Lera. Obras de Rognoni, Bassano, Frescobaldi, Fontana, Pandolfi Mealli, Dalla Casa, Kapsberger, Leoni y De Lera.
Le sentiment de la musique d’Italie… Así leído, el título de este concierto no da muchas pistas. Forma parte de un texto debido al violagambista francés André Maugars (c. 1580-c. 1645), admirado en su tiempo por sus dotes en la improvisación de las disminuciones. Ese arte de disminuir era altamente valorado, pues no todos tenían talento para ejercerlo. Pero ¿qué era —o que es, pues nada impide que se siga desarrollando en nuestros días— el arte de disminuir? Las disminuciones (diminuzioni en italiano) eran melodías ornamentadas en la repetición, decoraciones de una simple cadencia mediante el añadido de una serie de notas. Los ingleses se referían a ellas como divisions y los españoles, como glosas, vocablo cuyo origen hay que situarlo asimismo en Italia.
Un concierto solo con diminuzioni puede resultar reiterativo si quienes disminuyen (o glosan) no son duchos en este arte. Supone un gran reto. Y entraña, a la vez, un riesgo. Pero la violinista Leonor de Lera, al frente de L’Estro d’Orfeo, lo afronta sin temor, porque se ha convertido en una consumada especialista en la música del Seicento italiano y, por ende, en esto de disminuir o de glosar. Que presente una propuesta así ya es digno de encomio, pero lo es mucho más después de comprobar la incesante cascada de notas que mana de su violín a lo largo de la casi hora y medio que dura el programa. La concentración al abordarlo ha de ser absoluta. Y la pericia técnica, lo mismo. De Lera superó con nota el desafío por su propia capacidad y, también, por el soporte que encontró en los integrantes del grupo, con los que colabora desde hace años y con los que se entiende a las mil maravillas. En concreto, con el violagambista Rodney Prada y con el clavecinista-organista Javier Núñez, ya que Miguel Rincón se estrenaba con L’Estro d’Orfeo al sustituir al habitual tiorbista del grupo, Josep María Martí Duran.
Junto a disminuciones que cualquier buen degustador de este repertorio conoce bien, como las realizadas por Rognoni sobre Vestiva i colli o Io son ferito, hai lasso, ambas de Palestrina, De Lera incluyó también sus propias disminuciones de Pulchra es amica mea de Palestrina o de Usurpator tiranno de Sances, esta última, de primorosa factura. No podía faltar tampoco la música de ese auténtico genio que fue Giovanni Antonio Pandolfi Mealli (la Sonata prima “La Stella” op. 3 y la Sonata seconda “La Viviana” op. 4), cuyo encaje en el programa estaba más que justificado: Pandolfi Mealli murió en Madrid, ciudad a la que llegó huyendo de la justicia tras haber apuñalado hasta la muerte al castrato Giovanni Marquett en el interior de la Catedral de Mesina. Y todo, por una simple discusión musical surgida durante un ensayo. Pandolfi Mealli encontró refugió en Madrid, pero poco se sabe de sus andanzas por esta ciudad, salvo que fue miembro de la Capilla Real y que estuvo, al mismo tiempo, al servicio del nuncio apostólico. Este último dato hace suponer que, como ocurría con los que prestaban servicio en la nunciatura, fue enterrado en la Iglesia de San Pedro el Viejo, situada exactamente a 190 metros de la Basílica Pontificia de San Miguel, lugar de celebración de este luminoso concierto. De ser cierto que se halla allí, Pandolfi seguro que disfrutó un montón con la demostración de L’Estro d’Orfeo.
Eduardo Torrico
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